Capítulo 3

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Lágrimas caían por sus mejillas. El dolor se apoderó de su cuerpo, pero de un momento a otro, ese dolor tan inmenso que sentía ya que no estaba. Entonces supo que su bebé había nacido. El fruto de amor entre ella y Sukuna había nacido.

-¿Nació? ¿Uraume? -preguntó, mirando el techo de aquella habitación- Uraume... ¿Por qué el bebé no llora? -Como pudo se reincorporó, viendo cómo Uraume sostenía al bebé en sus brazos pero no lloraba. Su instinto de madre se lo dijo todo.

-El bebé... -murmuró.

-Habla... ¿Por qué mi bebé no llora, Uraume? -Su cabeza dolía. Su vista comenzó a nublarse por las lágrimas que se comenzaron a acumular- Dame a mi bebé.

Su bebé fue entregado en sus brazos, viendo como este no lloraba, ¿Su corazón no palpitaba...? No recibía nada por parte de su bebé, ni siquiera la energía maldita que debería tener por ser hijo de Sukuna Ryomen.

-Señora...

-Déjame sola... ¡Vete!

Uraume salió de la habitación, dejando a su señora en la soledad de aquel cuarto oscuro.

-Mi lindo bebé... -murmuró apegándose a ese pequeño cuerpo sin vida. ¿Qué había salido mal? ¿Qué había hecho mal para que si bebé no estuviera sonriendo, llorando o balbuceando? No sabía que hacer, el fruto de amor entre ella y Ryomen no pudo ser... Entonces, ¿su amor no era tan fuerte? Su bebé necesitó morir para que ella pudiera entender que una humana y una maldición no podían estar juntas, ¿verdad?

El frío se apoderó de su cuerpo. Los recuerdos de cómo Sukuna la trató al momento de poner un pie en aquella posada, y de cómo cargaba con ese pecado de ser una mujer maldita que dio a luz a un ser sin vida.

-¿Dónde está?

Habían pasado solo minutos en los cuales la esposa de Sukuna había dado a luz. Uraume la atendió con cuidado y la mayor paciencia del mundo para que ella no se derrumbara otra vez.

-En la habitación, el bebé murió -dijo sin rodeos.

-¿QUÉ? NO PUEDE SER. ESTUVE PENDIENTE DE ELLA Y DEL BEBÉ, EXPLÍCATE -Escuchar eso le provocaba enojo, cuidó demasiado de su mujer como para escuchar malas noticias. Le dio todo lo que necesitaba y, aún así, falló. Su esposa era especial y no pudo concebir un bebé.

-Lo siento, Sukuna-sama.

A pasos rápidos y sin escuchar a Uraume, fue a la habitación donde estaba su esposa, abriendo la puerta corrediza pero encontrando vacía la habitación. Más problemas para él.

-¡No está! -Giró para ver a Uraume, quien se aproximaba agachando la cabeza en modo de disculpa por un descuido tan grande- Ellos venían por el bebé y por ella. ¿Sabes lo que eso significa? -No dejó que contestara, ya que salió a toda prisa por el espeso bosque. La energía de su esposa había desaparecido por completo y el bebé, que estaba sin vida le era más difícil encontrarlos.

Lamentaba haberle enseñado cosas a su esposa. Lamentaba que ella tuviera una fuerza increíble y que esas Maldiciones la sugieran pero... Pero no era el momento de pensar más, tenía que concentrarse en buscar y encontrarla con vida.

-La estaré esperando, cuídese -Uraume volvió a su trabajo, había dejado ir a la mujer. El dolor en sus ojos al ver como había perdido a su bebé le hicieron soltar a alguien preciso para Sukuna Ryomen. Era eso o que todo se volviera a repetir, terminando de la misma forma para aquella mujer que solo deseaba una vida felíz-. Nos veremos pronto, Yuji-sama.

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Sus pies dolían, sus lágrimas no dejaban de caer por sus mejillas y sus manos no dejaban de temblar por aquel bebé que seguía en sus brazos.

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