82. La rapsodia de los Abularach

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Hay una canción. La puse tanto en inglés como en español para que no haya confusión :)


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La rapsodia de los Abularach

MORIA

—¿Afilaron sus espadas, caballeros? —pregunta con humor Viktor a todos los que aún terminan de prepararse para que seamos de los primeros en llegar a la Rota. El campesino que nos alojó durante la noche nos llevará escondidos dentro de una carreta repleta de heno seco.

—No nos llames «caballeros» —Le contesta Garay—. Somos soldados.

—Que no deben olvidar que primero son caballeros —defiende Viktor.

—¿Tomaremos el poder sin derramar ni una sola gota de sangre? —Garay parece dudar del juicio de Viktor.

—Hablo de no comportarnos como barbaros.

La discusión es interrumpida por El Heraldo. Desde ayer los altavoces han repetido un mensaje de Eleanor haciendo un llamado al orden e invitando a todos a asistir más tarde a la Rota. Se escucha nerviosa, no parece ella sin el arrojo que acostumbra, por lo que nos preguntamos si Gavrel la obligó a hablar.

«Te aplaudo que la intentes poner en su lugar, querido».

Despertamos antes de que el gallo cantara, o quizá dormimos con un ojo abierto. Yo, en particular, por ser la puta de la zona. La esposa del campesino preparó café, comida y agua tibia para que nos lavemos. Después los chicos hicieron rondas por el lugar y en punto de las diez nos disponemos a partir hacia nuestro destino. Lo digo en voz alta para animarnos.

—¿Nuestro destino? —inquiere Garay con tono irónico—. No, querida Moria. Nuestro destino era vivir como plebeyos. Lo que estamos haciendo hoy es cambiar de posición el tablero de juego.

—Destruir el tablero —Le corrige Mael—. Cambiarlo de posición es hacer lo mismo que ellos. No tomaremos el poder, lo compartiremos.

—Él sabe de lo que habla —felicita Viktor a Mael.

A Garay no parece molestarle. Ríe. Espero a que diga lo que está pensando, pero para detrimento de mi curiosidad elige ser prudente.

Lo acordado es entrar a la Rota, mezclarnos entre nobles, soldados y plebeyos, y esperar a que Gavrel nos dé la pauta para actuar. No tiene soldados. Durante la noche más beligerantes abandonaron el regimiento. Los Abularach solo cuentan con Elena para tratar de acobardarnos. La usarán a ella o al Príncipe Negro como último recurso. Eso es lo que concluyó Viktor.

Mientras los hombres prepararan sus armas, termino de acomodar mi vestido y salgo de la covacha. No se los digo, pero sin tener que levantar una espada acabé con más enemigos que ellos. Conseguí vengarme de quienes mataron a mi prometido, los mismos que me orillaron a vivir vendiéndome. ¿Ahora... qué?

¿Qué me espera cuando termine la guerra? Todavía requerirán de prostitutas, supongo; aunque, ¿cuál es el propósito de estar para ellos si ya no hay información que entregar a un alto mando? Soy importante porque hasta ahora les he sido útil. ¿Después? El viento que mueve las plantaciones de maíz a mi alrededor susurra que no.

Volveré a la insignificancia.

—¿En qué piensas? —Me pregunta Alan instalándose junto a mí.

—Sexo ¿En qué más puede pensar una prostituta?

Le divierte mi avinagrada honestidad y lo demuestra.

Crónicas del circo de la muerte: Vulgatiam ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora