Hoy tres capítulos 1/3.
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Canción de cuna
ELENA
—Uno, dos tres, cuatro, cinco... —Es casi medianoche y mis compañeras se enumeran una por una bajo la supervisión de la apoderada— once, doce, trece... —Ella camina entre las filas de mujeres de pie sobre el patio principal de la alcazaba mientras la miramos con desprecio. Solo la luna y seis lámparas de gas nos alumbran.
Felaida, la apoderada, es una mujer dura de carácter, inclemente y déspota. Físicamente es lo opuesto a sus prisioneras, empezando por el hecho de que es exageradamente obesa. Ahí debe terminar la comida que nos niega. Sé por mis compañeras que Malule la puso a cargo de la Isla de las viudas, por lo que al no estar pendiente nadie de la familia real los dos hacen y deshacen aquí cuanto quieren. Aun así, ¿de qué nos serviría que los Abularach sean informados? No les importa. No les importamos. Las mujeres de esta isla somos un problema del que es mejor olvidarse.
La mitad de la comida destinada a la isla no llega. Creusa me platicó que escuchó a Felaida decir que Malule la envía a otro lugar y que recibe dinero por ella, dándole su parte a esta por callar. Lo mismo sucede con las medicinas, ropa y otras cosas que el Burgo envía. Da coraje, asco e indigna.
Meg es la prisionera número veintidós, Crista la veintitrés, Apia la veintisiete, Creusa la veintinueve y Marta la treinta. En total suman cuarenta y uno. Diez ni siquiera pasan de la mayoría de edad y Meg es una de ellas.
Al correr la voz de que Ida, Mah y Atria me sacaban a empujones de la celda, una comitiva encabezada por Marta intentó liberarme. La apoderada escuchó el alboroto y vino con pértiga en mano a detenerlas. A la vez, molesta ordenó a quienes se hallaran de mi lado salir al patio; pues quería, según ella, ver la cara de las insurrectas.
De las más de doscientas mujeres que habitamos la isla, la mitad me ha ayudado a incendiar las bodegas, pero hoy solo cuarenta y una dieron un paso al frente para decir «Yo estoy del lado de Elena», «También me niego a seguir bajando la cabeza», «Yo estoy con la revolución».
—Y saben qué les pasa a los alborotadoras, ¿no es así? —pregunta Felaida a todas. Sostener una de las lámparas de gas cerca de su granosa cara le da un aspecto tenebroso.
—¡A LA ROTA! —celebra feliz Ida y su leal secuaz Atria.
Meg, abrazando con fuerza a su mamá, desde su posición en las filas me mira con miedo. Preocupada por ella, muevo mis labios gesticulando «Todo estará bien» y eso la calma.
—Solo la reina tiene autoridad para enviar gente a la Rota —alza su voz Marta sin mostrar temor a la apoderada.
Desde que llegamos Marta ha sido valiente, en muchos aspectos mucho más que yo; puede ser que lo sucedido a Dekan y pensar en Bicho le haya dado propósito, o estar bajo presión liberara a la mujer guerrera que siempre fue parte de ella; porque nunca antes, ni en sus mejores momentos, la hubiera imaginado encabezando una comitiva o alzando la voz a nadie. Mi padre suele decir «Aprendemos a ser valientes».
—Nunca he estado de acuerdo con Reginam —admite la apoderada a modo de burla. Las caras de alarma de quienes la escuchan me confirma que no debería decir eso. «Si tan solo la bruja de Eleanor supiera»—. ¿Para qué asesinarles si puedes mantenerles sufriendo durante mucho, muuucho tiempo? La muerte es un alivio para el prisionero o prisionera.
«Eres tan tirana como Eleanor».
—Y por eso Novak estará aquí hasta que envejezca.
Me mantienen de pie frente a las cuarenta y un prisioneras para que me miren y yo las mire; veinte soldados con espadas, Ida, Atria y Mah nos vigilan a todas; pues la apoderada pretende dejar un precedente, lo llama una última advertencia. No tolerará más amotinamientos.
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Crónicas del circo de la muerte: Vulgatiam ©
FantasyCOMPLETA. Segunda parte de Crónicas del circo de la muerte: Reginam. La sinopsis será añadida cuando la historia avance más. La primera parte la encuentras aquí en mi perfil de Wattpad ó escribiendo: Reginam en el Buscador (: Prohibida su copia o...