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Los días pasaban y todo estaba a la normalidad. Te encontrabas solo en una mesa, decidí acercarme a ti para hablarte; poder saber cómo estás, si estás comiendo bien o no, en sí solo quería conocerte, y mirar tu rostro al menos unos cortos segundos.

Me iba acercando poco a poco, pero vi que tomaste tu teléfono y te ibas levantando de la silla, mientras que recibías una llamada. Me di la vuelta con el corazón hecho pedazos, y seguí mi camino con una gran tristeza en el pecho, haciendo como si nada hubiera pasado.

Volví a mirar en el mismo lugar que estabas, pero me di con la sorpresa que habías dejado tu mochila en la silla de al lado. La tomé y fui a buscarte, pero no te encontré después de tantas vueltas que di.

Me había encontrado con la pelirroja de cintura delgada con la que siempre andabas, me disculpo, pero es así como la conozco. Me había visto con tus cosas y corrió a mi haciendo sonar esos tacos negros que llevaba, me quitó tu mochila preguntándome el porqué la tenía, lo único que pude hacer fue irme.

CARTAS DE UNA CHICA ENAMORADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora