4.- Videojuegos

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A la mañana siguiente Ayrton despertó, le comentó al precioso ángel aquel extraño sueño que había tenido. No recordaba quién era el otro príncipe, pero podía reconocer que algo había cambiado definitivamente. Todo era tan familiar. Caminaban por las minimalistas calles de Toronto, hablaba Ayrton de sus emociones.

- ¿Sabes, Apolo? Jamás había conocido a alguien como tú en mi vida. Tanta tecnología y tanto compromiso lo único que me dejaban era una soledad inmensa. Y de pronto tú llegaste, y a tan solo un día de conocernos, siento que es como si lleváramos toda una vida juntos, ¿no sientes lo mismo? -

- Me cuesta trabajo admitirlo, pero es cierto. - soltó una risa inocente mientras surcaba el cielo con sus grandes alas. -

Apolo acompañaba a Ayrton a todas partes, aunque cuando había demasiada gente, Apolo se transformaba en ese pequeño destello de luz y flotaba a lado de su protegido. Poco a poco, la personalidad de Ayrton cambiaba, su corazón parecía tener más calor que antes.

Juntos fueron, en un día vacío, a las canchas de tenis del club donde Ayrton entrenaba. Era un lugar altamente tecnológico. Incluso con la luz del día, las líneas de doubles y singles brillaban en hermosos tonos neón. La raqueta de Ayrton tenía cuerdas que no eran de materiales físicos, sino filamentos eléctricos que no se desgastaban y podían configurarse diferentemente. Estaban solos y No había nadie más que ellos.

- Apolo, ¿puedes jugar? -

- Ni me lo preguntes, cuando yo estaba vivo era de los mejores de mi equipo. Siempre fue mi deporte favorito. Me alegro que hayas preguntado. -

- ¿En serio? Me gustaría verte jugar. -

Apolo construyó una raqueta con la luz que irradiaba su cuerpo. La empuñadura simulaba un relámpago. Ayrton tomó una pelota Wilson no. 1 rosada que tenía en su maleta y ambos comenzaron a pelotear. La velocidad y el ritmo aumentaba, tenía cierto aire profesional, sin duda. Ambos sabían que esto, más que un simple pasatiempos, era algo que estaba formando un lazo entre ellos. Ayrton se cansó, pues al ser un ser vivo, no tenía energía infinita, a diferencia de Apolo.

- ¿Quieres seguir jugando conmigo, no es así? - le preguntó Apolo

- Qué envidia, tu cuerpo no se cansa. Sí tan solo pudiera... -

- Cierra los ojos, Ayrton. - interrumpió el ángel

Apolo irradió de su mano derecha una luz verde y de la izquierda una luz rosa. Ambas se fusionaron en el cuerpo de Ayrton y su energía se revitalizó.

- ¿Y bien, cómo te sientes? -

- Dios mío, eres asombroso, Apolo. -

- ¿Me concedes este partido? -

- Sin duda alguna. -

Sonrieron y una vez más caminaron hacia la cancha de tenis. Después de un placentero partido decidieron relajarse un momento. Ambos caminaron hacia las gradas de cristal que se encontraban cerca y se sentaron en ellas. Ayrton bajó la mirada y una lagrima salió de sus ojos.

- ¿Qué sucede? ¿Te encuentras bien? - le dijo Apolo sorprendido mientras ponía una mano en su hombro.

- Es... es todo tan difícil. La mitad del mundo está destruido por esa maldita guerra y no hay nada que yo pueda hacer al respecto. Toda esa gente en Asia, llena de enfermedades injustas, mientras nosotros vivimos en el monopolio más tecnológico y avanzado de todo el mundo. Me pregunto si ellos tendrán seres espirituales que velen por sus necesidades. Apolo, ¿cómo podemos escaparnos del odio y de la confusión? Toda mi vida estuve sólo, jamás había sentido el calor de otra persona. Hasta que apareciste tú. ¡Y tú eres un ángel! ¿Cómo podemos librarnos del dolor? - le dijo Ayrton. Apolo lo abrazó y lo envolvió con sus grandes alas blancas. -

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