2.- Aureola

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Eran las once de la noche en Toronto, donde Ayrton, un joven de dieciocho años sostiene una pelea muy fuerte con su madre. Acaso suele ser malentendido, por una vida injusta que le ha tocado vivir, a diferencia de sus padres, de sus amigos, e incluso de los entes que custodian la nación. Nunca pudo amar, nunca fue amado por alguien más allá de su familia. ''Mantén a la familia cerca'', le decían regularmente. Pero no había algo que le molestara más que ello. Esa misma noche salió de fiesta a una de esas mansiones Techhouse que ofrecían bebidas alcohólicas preparadas atómicamente para potenciar la felicidad y la ''diversión''. Todas las columnas de cristal brillaban en azul neón y rojo fuego. No tenía ninguna intensión, nunca la tuvo. Después de pasar momentos de falsedad con sus compañeros de la escuela regresó a su casa en una de esas típicas naves Safeship, que llevaban a aquellos que pasaban la noche bebiendo y enfiestando sanos y salvos a sus casas. Tanta confusión, tanto dolor interno, tanta soledad.

Ha llegado a su casa y lo único que su oscurecido corazón ve es a sus padres esperándolo en la sala flotante de su casa. Una mirada dice más que mil palabras, y justo antes de que pudiera defenderse su madre levantó la voz:

- ¡No! ¿Quién te crees, jovencito? No puedes llegar así de borracho todas las noches a la casa. Tu incremento de luz violeta ya se ha reducido en un 30% desde el mes pasado. - le gritaba su madre

- ¿Y de qué me sirve esa maldita luz? Si no hay un solo ser espiritual que vele por mí. Tú, mi padre, mis compañeros; todos tienen un ángel o un ser que puede comunicarse con ellos y los orienta. El maldito país está gobernado por ángeles y deidades. Y soy el único que no tiene protector. Maldita sea la metafísica. - se le rasgó la voz - y yo..., yo estoy solo. ¡Solo!

La madre no supo qué decir, su corazón se le partía en mil pedazos. Era injusto, pero realmente muy pocas personas nacían sin un guía espiritual que los acompañaba desde su primer día con vida. Los ángeles sí sabían la razón de este extraño fenómeno, sin embargo, son entes muy reservados, que no pueden revelar secretos o dar respuestas de cosas que se establecen en el paraíso. El hecho de que el ''futuro'' significara una fusión entre la religión y la ciencia no significaba que los valores previos establecidos por Dios y los ángeles dejasen de tener validez. La metafísica seguía intacta, únicamente se había adaptado a la tecnología.

- Déjalo..., estará bien. No te preocupes Cecilia, no te preocupes. - le dijo su ángel a la madre de Ayrton.

El muchacho subió como pudo las escaleras, tambaleándose y con los ojos enrojecidos. Y llegó a su cuarto, hechizado bajo los efectos del alcohol. Abrió las puertas de cristal y salió a su gran balcón de plata, el cual tenía pequeñas luces que iluminaban desde el suelo y podían reflejar una geometría perfectamente balanceada. Desde ahí se veía toda la ciudad con luces, las naves volando y obras arquitectónicas que destacaban por su extrema geometría y belleza. Casas triangulares, edificios poligonales, columnas de cristal, cohetes.

- Jamás habrá alguien para mí, estoy completamente solo. Dios, ¡respóndeme! ¿Cuál es la razón para que yo me encuentre así? No tiene sentido alguno que yo siga viviendo cuando a nadie le importo. Ni siquiera a ti. - las lágrimas salían de sus ojos como grandes cascadas de agua salada. Se acostó al borde del balcón y poco a poco se quedó dormido. Corría un gran peligro. Un desequilibrio fue más que suficiente para que cayera al vacío de la nocturna metrópolis. Cerca de una muerte insensata, un destello de luz tomó a Ayrton en sus brazos y con mucha dulzura lo regresó a su casa, con magia preparó su cama y lo acostó.

- Te observaré a partir de ahora. - repitió el destello.

A la mañana siguiente Ayrton bajó a desayunar con sus padres, con un dolor de cabeza incomparable. Un robot le sirvió un platillo de huevo revuelto con frutas modificadas atómicamente para ser perfectamente nutritivas. La iluminación de la casa se activó. Les preguntó si ellos lo habían llevado a su cama, ambos negaron con la cabeza y se sorprendieron. Llegaron a la conclusión de que seguramente estaba tan borracho que fue él mismo quien se acostó, sólo que no se acordaba. Ayrton no acudió ese día a la escuela, planeaba escaparse para siempre. Se despidió de su familia con mucho amor y pretendió que todo estaba bien. Se desvió del camino y corrió, corrió lo más rápido que pudo.

DelirioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora