Sin corazón [corrigiendo]

Chapter 05.5

Las comisuras de la boca de Marinette temblaron. Aquella era una más de las encantadoras excentricidades de Chloé: era una enciclopedia de viviente de moralejas que Mari no conseguía entender y nunca estaba segura si las moralejas eran puras tonterías o simplemente era muy distraida como para entenderlas, seguramente Chloé le aseguraría que se trataba de eso último.

- Cuán cierto es lo que dices. Asintió Mari echando un vistazo a los invitados más próximos con la esperanza de encontrar una excusa para poder abandonar a Chloé antes de que tomara impulso.

No lejos de allí, el señor urraca y su esposa bebían un licor junto a una escultura de hielo con forma de corazón, pero Mari no quiso acercarse.

Por otro lado, estaba el padre de Mari, que conversaba con el 4, 7 & 8 de diamantes contando un gracioso chiste, pero Marinette no quiso entrometerse en medio de un gran chiste.

Y luego estaba el más Noble Nathanäel Kutzberg, Duque de Colmillon. A menudo, Mari lo había hallado torpe, huraño y mal conversador. Cuando sus miradas se cruzaron, le sorprendió hallar que las observaba a ella y a Chloé. No supo quien volteó la cabeza primero.

- ¿Buscas a alguien, Lady Marinette?. Chloé se acercó aun más, incomodamente cerca y reposó su barbilla sobre el hombro de Mari, siguiendo el rumbo de su mirada.
- No, no sólo... Observaba
- ¿observabas a quien?
- pues, el chaleco que lleva esta noche el Duque esta noche luce muy elegante, ¿no crees?. Preguntó, Intentando ser cortés mientras se alejaba lentamente del mentón de Chloé.

—

Chloé frunció el ceño con disgusto—.
- ¿Como podría alguien fijarse en su chaleco? Cuando a veo al Duque, lo único que puedo percibir es su nariz parada con todo el mundo, como si ser Duque fuera un gran logro.

- Creo que así la tiene de nacimiento. Presionó un dedo bajo su propia nariz y la empujó hacia arriba probando su teoría, no la hacia sentirse superior a nadie.

—Chloé empalideció—.
- Deberías sentir vergüenza, Marinette. ¡No puedes andar burlándote de todo el mundo así! Por lo menos, no en público.
- Oh, no quise ofender a nadie. Es solo que su nariz, bueno, solo quería corrobarlo.
Mari se libró de tener que defenderse al sentir un golpe violento contra el hombro.
Al voltear se encontro frente a una túnica negra que cubría un pecho inflado. Su mirada subió hasta encontrarse con un rostro ceñido y el cabello revuelto que asomaba de una boina blanca.

Luka, el valet de Corazones. Lo habían condecorado caballero. El estado de ánimo de Mari decayó más. Este baile había comenzado de la manera más horrible.
- Hola Luka.
- Lady Dupain. Dijo arrastrando las palabras; su aliento olía a vino especiado. Sus ojos se desplazaron con rapidez hacia la joven Chloé. - Lady Bourgois.

Chloé cruzó los brazos sobre el pecho.
- Es terriblemente grosero interrumpir una conversación, Luka.
- Vine a decirle a Lady Dupain que este es un baile en blanco y negro.
Mari descendió la mirada e intentó lucir apenada aunque, cada vez que se lo recordaban, se sentía menos avergonzada y más irritada.
- Parece haber habido una falla de comunicación.
- Pareces una estúpida. Dijo Luka.

Marinette se enfureció.
- No hay por qué ser grosero
Luka resopló echando otro vistazo al vestido y volvió a la carga.
- No eres ni por asomo tan bonita como lo crees, Lady Dupain., ni de lejos.
- Te aseguro que no es mi intención...
- Todo el mundo piensa igual, pero no te lo dirá de frente como yo. Pero yo no te tengo miedo, ni un poquito.
- Pero jamás dije...
- Ni siquiera me gustas tanto...
- Si, creo haberte escuchado decirlo la última vez que te vi, Luka., y la vez anterior y la anterior. Si mal no recuerdo, me haz recordados lo poco que me aprecias desde que teníamos 6 años.
- Si claro, porque es cierto. Luka se había enrojecido, un completo rubor en su rostro. - Además hueles a una margarita... Pero de las feas y apestosas.
- Naturalmente, tenía que ser una de esas.— Dijo Marinette. - no vaya a ser que lo confunda con un cumplido.

Luka emitió un gruñido. El valet dio media vuelta y se alejó a grandes pasos antes de que Marinette pudiera pensar en alguna otra respuesta.

- Que tipo tan imbécil. —Dijo Chloé cuando él se hubo marchado—.
- Por cierto que lo es. Convino Marinette, frotandose el cabello y preguntarse hacía cuanto tiempo estaba allí y cuánto tendría que quedarse.
- Por supuesto. —Continuó Chloé. - es deplorable que fomentes una actitud tan grosera.

Marinette giró para enfrentarla.
- No la fomento.
- si eso es lo que crees, supongo que tenemos que estar de acuerdo con no estar de acuerdo. —Dijo Chloé. - y la moraleja de ello es...
Pero antes de que pudiera extrapolar alguna prueba absurda de mal comportamiento, el estrépito de una trompeta resonó en toda el salón. En lo alto de las escaleras, el Conejo blanco proclamó:

- Presentamos a su Magestad Real, El Rey de Corazones.