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Mihua parecía un perro rabioso en aquellos momentos y supuse que sería por la situación crítica de Dooly, pero algo me hacía dudar de aquello. Por alguna razón, el trillizo rubio parecía estar más enfadado conmigo que con Dylan, ya que sus ojos me fulminaban desde el baño, enviándome todo el odio posible mientras esperaba a que Jimin encontrase el número de la óptica que frecuentaban: las gafas de Dooly habían quedado completamente destrozadas después de que las lanzasen por los aires y para su mala suerte, no tenía ningunas de sobra.  

En cuanto Mihua terminó de desinfectar todas las heridas del rostro de su hermano, lo ayudó a tumbarlo en la cama y se puso en pie; sin siquiera dirigir una palabra más salió del dormitorio con un portazo que hizo retumbar las paredes. 

Los tres nos quedamos en silencio durante unos segundos, observando la puerta aturdidos por aquella actitud. Sin embargo, pronto recobré los sentidos al notar una incesante mirada a mis espaldas, haciéndome voltear hasta encontrarme con los ojos vivos de Dooly. Me puse en pie y me acerqué a su lecho lentamente, dejándome caer sobre este a un lado de su cuerpo y sonriendo en cuanto su pequeña mano buscó la mía, sosteniéndola tímidamente.

A pesar de tener los párpados hinchados y morados, Dooly no perdió aquél brillo peculiar que nadaba en sus ojos. Parecía que sólo con tenerme allí junto a él era lo suficiente para hacerle el niño más feliz del mundo. De alguna manera, su mirada sonreía abiertamente, el chico transmitía felicidad por cada poro de su piel. 

  —¿E-estás bi-bien? —en cambio, su voz sonó preocupada mientras apretaba levemente mis dedos.

No pude evitar soltar una carcajada. Negué con la cabeza divertida y bajé la mirada, analizando la suavidad con la que su pulgar había comenzado a acariciarme el dorso de la mano. Me hizo realmente gracia que él, estando en aquél estado tan demacrado, me preguntase a mí cómo me encontraba.

  —Eso debería preguntarte yo. 

 —Yo s-sí estoy bien... —asintió con la cabeza, sumiéndose en sus pensamientos por unos cortos segundos—. Muchas gracias por tod-todo, Brooke.

  —No las des, idiota. Pero deberías llevar más cuidado últimamente. —frunció el ceño con confusión, por lo que no tardé en reír por lo bajo—. Voy a terminar yendo a la cárcel por matar a esos tres imbéciles.

  —N-no hace falta que me defiendas más, de ver-verdad.

  —Por algo somos amigos, ¿no? 

Sus ojitos rápidamente se convirtieron en una fina línea debido a su sonrisa, que abarcó todo su rostro con una felicidad desmesurada y no tardó en contagiarme, haciéndome sonreír a mí también. 

No había persona más bonita y tierna como Dooly; había tanto amor en su interior para dar, un corazón dulce y puro que sólo buscaba recibir cariños. Un corazón que lamentablemente, a nadie le interesaba conocer. 

En aquél momento de total admiración hacia el trillizo, el sonido de mi teléfono me hizo despertar. Tomé el teléfono y revisé el mensaje que acababa de llegar, arqueando las cejas al ver el nombre del remitente.

«Que no se te olvide la fiesta, 

ya estoy en la habitación de los Min. Te espero ;) 

Elizabeth xx» 

Maldije internamente por no haber recordado la supuesta reunión y guardé automáticamente el teléfono en mi bolsillo, poniéndome en pie y deshaciéndome del agarre de Dooly para poder alejarme; pero cuando quise alejarme, algo me detuvo. 

Trillizos Park. - btsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora