Capítulo I

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           Penélope creía fervientemente en el destino, y qué decir del karma. Para la pequeña Penny todo sucedía por una razón, y ya estaba en cada individuo aprender a sobrellevar las situaciones a las cuales fueran expuestos. Sí, estas situaciones no todo el tiempo eran favorables, pero dejaban lecciones, lecciones que a lo largo de la vida de cada ser dejaban enseñanzas que cambiaban y moldeaban la personalidad del individuo, fuera para bien o para mal.

       Ella sabía que las definiciones de ''bueno'' y ''malo'' variaban dependiendo  del punto de vista por el cuál fueran definidos. Para un asesino lo ''bueno'' era matar personas a sangre fría sin ningún miramiento. Como para un policía lo ''malo'' era exactamente lo mismo. También sabía que lo que se era considerado ''bueno'' por la sociedad era toda aquella conducta que fuera aprobada por una mayoría (Cosa bastante estúpida si se lo preguntaban a ella) y al buscar aprobación, el ser humano siempre busca mejorar cada una de sus imperfecciones para sentirse alagado y poder ser parte de una mayoría (Cosa que para ella también era una estupidez, el ser uno mismo siempre será mejor que toda esa palabrería barata. Tal vez por eso ella era una marginada).

     Volviendo al tema principal, el destino a veces te otorga experiencias agrías que te obligarán a tomar decisiones difíciles, decisiones que te harán perder personas importantes en tú vida, un amigo, una pareja, o tal vez un hermano del alma, pero el destino actúa de formas misteriosas. Y si algo sabía Penny, era que algunas veces el viento susurraba en su oído melodías desconocidas, capaces de permitirle aclarar sus ideas. Y que algunas otras, en el sonido de las gotas de lluvia repiquetear contra la acera mientras caminaba a casa le otorgaba una tranquilidad abrazadora.

    Cada gota de lluvia colisionando contra su menudo cuerpo, empapandola más de lo que ya estaba, le ataba a la realidad, le permitía no hundirse en el limbo de sus cavilaciones y le regalaba una alegría inexplicable...

     Alegría que lamentablemente se desvanece al llegar al umbral de una casa solitaria, vacía, y llena de hostilidad en su contra. Porque Penny era diferente, porque ella tenía el poder de pasearse entre los callejones de sus pensamientos y vagar por los parques de su memoria, y tal vez por eso no hablaba mucho, y tal vez por eso era marginada, y tal vez por eso su familia la hacía a un lado. Bah, que sabrán ellos, al final, no estaba sola. Ella siempre se tenía a si misma y eso para ella era más que suficiente para ser feliz.

Fragmentos.Where stories live. Discover now