Había únicamente tres razones para que Penélope Williams faltara al instituto. La número uno era estar tan enferma como para no poderse levantar de la cama, la segunda era porque sus padres le dijeran que necesitaba quedarse en casa por un motivo importante, y la tercera era porque un ser querido falleciera.
El día de hoy ella se encontraba caminando por los pasillos del instituto de Zephyr Chapel, con la cabeza baja y la capucha de su amplia sudadera cubriéndole la cabeza, ella no estaba enferma, sus padres no estaban en casa y ningún ser querido había muerto así que no tenía razones para faltar.
Y allí estaba ella entrando al salón en silencio, el bullicio de sus compañeros de clase de alguna forma siempre la había aturdido, ella, aunque fingiera no prestar atención sabía que hablaban de cosas meramente superficiales, cosas que a Penny simplemente no le interesaban. Ella se sentó en su lugar de siempre, el último asiento de la quinta columna de derecha a izquierda, no porque ella se apartara o algo por el estilo (cosa que evidentemente hacía), sino simplemente porque desde allí estaba pegada de la ventana y podía ver el jardín repleto de flores multicolores que allí había.
A Penny le encantaba ese jardín, era una costumbre, que al salir de clase ella se sentara y conversara por horas con sus amigas las flores. Ella conversaba con las Margaritas, con las Dalias y con las Daysi, presumía de su belleza interior con las Rosas, debatía con las Isoras y reposaba con los Jazmines. Cantaba con las flores de durazno y se dejaba llevar por los susurros de las hojas de los árboles frondosos.
Recibía millones de miradas mal intencionadas, unas de odio, otras de repulsión y otras de simple y mundanal extrañeza, de esa que te atraviesa el cuerpo al ver algo poco común, o al ver algo que no harías. A Penny esas miradas que recibía no le importaban, mucho menos las palabras hirientes que salían de la boca de todo el que la mirara conversando con sus flores.
A veces ella se imaginaba siendo una flor, recibiendo rayos del cálido sol, caricias del viento que soplaba con delicadeza haciendo mover las hojas y los pétalos de todas las plantas en esa área, recibiendo los golpecitos que seguramente le darían las gotas de lluvia al caer sobre sus hojas, y las cosquillas que le daría la nariz de cualquiera que se acercara a degustar su particular aroma.
Pero Penny no sería cualquier flor, no señor. Penélope Williams no era una conversadora Margarita, tampoco era una risueña Dalia o una traviesa Daysi, no sería una egocéntrica rosa y mucho menos sería una Isora capaz de debatir cualquier tema, no sería un delicado Jazmín o una cantarina flor de durazno, ella sería un frágil Diente de León, lo suficientemente fuerte para resistir cualquier adversidad y al mismo tiempo lo suficientemente delicada como para dejarse llevar por el viento o por el aleteo de las alas de una mariposa.
Sus semillas se esparcirían, viajarían por todo el mundo y conocerían mil lugares diferentes. Sus brotes crecerían y conocería personas maravillosas, personas que apreciaban el detenerse a oler una flor o solo a soplar las semillas de un común pero hermoso Diente de León.
—Buenos días clase.— Se escuchó por parte del profesor de Física, su gruesa voz contrastaba contra su cuerpo larguirucho y delgado. Era algo que a Penny le divertía ligeramente, y, a pesar de que el profesor Addams fuera su profesor favorito, siempre se reiría secretamente de ello.
Un ''Buenos días profesor'' en un tono desganado resonó por la pequeña aula donde se le eran impartidas sus clases.
—Antes de comenzar, me gustaría presentarles a dos Alumnos nuevos que compartirán este año escolar con nosotros. Por favor denle la bienvenida a Brent y Víctor Reznov.— Y al finalizar de hablar el profesor se escucharon diversos cuchicheos por toda el aula, era algo cómico al parecer de la señorita Williams. Los hermanos Reznov eran hijos del comisario de Zephyr Chapel, y eran los que causaban más polémica en todo el pueblo gracias a su particular y resaltante aspecto.
Brent, el menor estaba repleto de tatuajes hasta el cuello, mediría tal vez metro ochenta y ocho. Penny se preguntaba que significarían todos esos tatuajes que tenía, y si le habrían dolido mucho. Ella sabía que el sentir una agujita atravesando su piel una y otra vez no debería ser un sentimiento muy agradable. Se sintió con las ganas de preguntar, ganas que tuvo que contener al sentir un papelito colisionar contra su cabeza. Luego otro, y otro y otro. Ya habían empezado, y no pararían hasta que la clase comenzara. Suspiró y procedió a ignorarlo, ya tendría tiempo para desatorar tanto papel de su cabello.
El otro hermano, Víctor, era poco más grande que Brent, calcularía Penny metro noventa de estatura. Era ligeramente moreno y de cabello castaño, su distinción era lo musculoso que era. Penny comenzó a preguntarse cuantas horas pasaría en el gimnasio, y llegó a la conclusión de que, probablemente serían las mismas horas que ella pasaba caminando o mirando el cielo nocturno.
Volvió a voltear a la ventana ignorando el milésimo papel que probablemente la golpeaba. Veía las nubes flotar en el cielo y centró su atención en una en particular, pequeña pero esponjosa '' ¿A qué sabría una nube? ¿Qué se sentiría flotar en el cielo? Sin preocupaciones, sin complicaciones, sin nada... Ha de ser realmente aburrido. '' Pensaba ella con su nariz fruncida. ''¿Sería más emocionante ser una nube de tormenta o...''. Sus pensamientos de repente fueron cortados por dos voces bastante gruesas. Parpadeó desorientada, y dirigió sus ojos color Hazel a la causa del ruido. Eran Brent y Víctor esperando a una respuesta.
— ¿Podemos sentarnos?— Preguntó el mayor. Y Penny solo se encogió de hombros, generalmente los asientos que estaban a su lado y al frente estaban totalmente vacíos, por el miedo de todo el salón a que ella les ''Contagiara'' su rareza. Lo que le causó un sentimiento de extrañeza nacer en su pecho fue el ver, que los puestos que estaban frente a ella, y a su lado, no eran los únicos vacíos en el aula.
Ella observó a cada hermano tomar asiento y centró su atención a la lección del día de hoy que el profesor Addams impartía con dedicación. Y aunque Penny no lo supiera, o siquiera lo imaginara, ese día había levantado la curiosidad de dos personas que en un futuro serían su compañía para pasearse por el intrincado sendero que el destino le había diseñado. Porque a pesar de que Penny no dijera una palabra, en sus ojos se reflejaban tantas preguntas, palabras y sentimientos que la hacían resaltar del resto.
Tal vez ella no era una despampanante rubia, o una simpática castaña, tal vez ella no resaltaba del montón a simple vista.Pero si te fijabas en sus ojos solo por un minuto, verías un mundo distinto al que percibes, un mundo con colores distintos que paseaban desde la escala de los grises a la escala de los rosas.Posiblemente por esta razón, a ambos hermanos les llamó la atención la evidente falta de afecto por toda el aula a la pálida pelirroja, y probablemente por eso despertó curiosidad en los que futuramente serían sus amigos leales, curiosidad y un instinto protector, al verla así, tan sencilla y dulce... Como un Diente de León.
YOU ARE READING
Fragmentos.
Fiksi Remaja''Porque vivir la vida puede ser tan sencillo como ver la lluvia caer y al mismo tan complicado como comprender y descifrar cada uno de los misterios que oculta el universo.'' - Penélope Williams Fragmentos, es una historia que contiene...