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Incluso si no lo merecía, sus padres lo habían castigado y regañado debido a las palabras y mentiras salidas de la niñera

"Salió corriendo sin razón, por más que le grité no me hizo caso, trate de seguirlo, pero los autos no paraban" sí, totalmente era una mentira, pero sus padres obviamente no le creerían al menor, ¿Quién podría contra la palabra de una persona grande? Además de que para ellos era un mentiroso.

Ellos estaban convencidos de que Richard era un niño rebelde, ¿y como no? Si cada día la nana les decía mentiras del pequeño castaño y reprochaba que necesitaba un aumento de dinero ya que, su hijo era muy difícil de controlar y que, si ella se iba, no encontrarían a alguien más y sin ella el pequeño Richard se quedaría sólo y no habría quién fuera por él, quién lo cuidará y quién lo aguantará.

—¿Richard? — su madre colocó ambos brazos cruzados sobre su estómago, mientras se paraba en el marco de la puerta, estaba molesta pero no quería desatar una pelea o dolor de cabeza —hijo... ¿Qué pasa? — preguntó viendo al menor en el piso, su voz ahora era dulce, se inclinó hacia el menor acariciando su mano; el calor de una madre.

Richard amaba sentir esas caricias, amaba que su mamá lo mimara y que le diga cosas bonitas, sin embargo, siempre que ella trataba de acercarse ÉL le ordenaba que se alejara y si no lo hacía, el dolor iba a ser mayor para él.

—¿Por qué actúas de esa forma? — preguntó su madre poniendo una cara de dolor, le dolía que su hijo actuará así, le dolía no saber qué pasaba con él, con su pequeño amor.

Richard quería gritarle a su mamá lo que oía, lo que su amigo le decía, lo que ÉL le obligaba a hacer, pero no podía, las palabras no salían de su boca, se rehusaban a salir. —Nada— contestó Richard sin mirar a su madre, mordiendo su labio inferior.

—¿Nada bebé? — lo tomó de la barbilla observando su carita, su linda carita perfilada, sin imperfecciones y de piel blanca, siendo opacado por los círculos negros que se le habían formado y sus mejillas levemente hundidas —¿No has dormido bien? ¿Tampoco comido? —

Su corazón había dado una punzada, realmente se sentía mal de haber descuidado demasiado a su pequeño y que no notará de lo mal que se encontraba físicamente y quizá emocionalmente —Bebé— volvió a hablar tratando de sacar algún dato, información del porque su actitud, del porque su apariencia.

—¡Aléjala! — gritó esa voz en su cabeza —¡Qué no tengo nada y no me toques! — Alejó su mano con rapidez de su cara, dando un manotazo rápido.

"No realmente no quiero alejarte mami, por favor ayúdame" imploraba a sus adentros el pequeño castaño, necesitaba ayuda, necesitaba sacarse esa voz de una vez —¿Richard no me quieres a tu lado? — su piel se erizo, había olvidado por completo que si pensaba debía hacerlo con cautela, porque ÉL sabía todo sobre sus pensamientos, escuchaba lo que él pensaba —Richard, ¿Quieres que desaparezca? — ese eco era demasiado fastidioso —Richard... ¿qué harías sin mí? No serías nadie, nadie te quiere Richard— ÉL se encargaba siempre de sumergirlo en una tristeza, diciéndole y recordándole que nadie lo quería.

"¡No es verdad! Mi mamá me quiere..." contestó en su mente negando con la cabeza, ignorando por completo que su madre se encontraba enfrente de él.

—¿Sí? Dime... ¿Cuántas veces estuvo ella contigo cuando más la necesitaste? Ninguna, en cambio, te asignó aquella vieja gorda que nos maltrata— Richard tapó sus oídos tratando de silenciar esa voz y comenzando a sollozar, acto que espantó a su madre —Acaba conmigo Richard...acaba con tu mejor amigo y te quedarás SOLO— esa palabra retumbaba en sus oídos, sólo quería callar esa voz, quería estar en paz.

Pero en cambio quitó sus manitas de sus oídos, tenía razón, ¿Cómo hozaba decir eso de su madre si cuando la necesito no estuvo ahí? Tenía razón, ÉL había estado y permanecido a su lado por mucho tiempo, escuchándolo.

Su mirada había cambiado totalmente a una sombría y gélida, su madre podría ver la malicia en ese pequeño cuerpecito, en ese pequeño de apenas 5 años, transmitía.

—Richard...— trató de tocar su hombro con su mano temblorosa.

En cambio, este soltó una carcajada, tomándose la barriga mientras hacia su cabeza hacía atrás, al sentir la mano de su madre, la mirada volvió enseguida tornándose fría y sin expresión, dio un fuerte golpe —¡Suéltame estúpida! — ordenó en un grito.

—¿Q-qué? — en su rostro se le notaba el asombro —¿Dónde aprendiste eso? ¡A mí no me hables así! — su voz se había tornado tonos más altos mientras luchaba por no llorar.

Richard sonrió ladinamente y levantándose del piso cruzó sus brazos —Yo te hablo como se me da la gana— Puso atención en ver la expresión de su madre, qué para su placer se encontraba sin saber qué decir y levemente asustada —Tú no sabes nada, ¿Ahora vendrás a decirme que te preocupas? — Claro, Richard estaba totalmente dispuesto a lastimarla, porque ÉL se lo estaba ordenando — ¿Ahora quieres saber qué me sucede? — soltó una pequeña risa —¿Después de todas las veces que me dejaste con esa chica? Cuando me lastimaba, ¿Y qué hacías? ¿tú crees que yo necesito dinero? ¿Dónde estabas cuando necesitaba tu cariño? — comenzó el bombardeo de preguntas, dejando sin palabras a su madre —La única vez que me viste, que cuidaste de mí, era cuando estaba en tu asqueroso vientre— apuntó a su estómago —Que más hubiese querido yo haber fallecido ahí, qué ya no sintieras ninguna carga sobre mí—

Su madre había transformado su cara de dolor, le dolía y molestaba todo lo que salía del menor, porque en cierta forma tenía razón, había descuidado de él, trabajando y trabajando, sin pensar en el daño que le hacía, sin pensar que su hijo le gritaba desde lo más adentro de él que lo ayudará. Richard necesitaba ayuda y en el abismo en el que había caído hace tiempo le daba miedo, ya se había desgarrado la garganta de gritar y gritar y no ser escuchado, más sin embargo cuando quería hablar o decir algo de su boca no salía sonido alguno.

—Lárgate— ordenó Richard viendo con asco a su madre—No te quiero en mi habitación—

No podía incluso creer todo lo que le estaba diciendo. La señora Yuly se puso de pie caminando hasta afuera de la habitación del menor, le daría el espacio, se daría ella el espacio para pensar, para analizar, para poder ayudar a su hijo —Richard...— se paró en el marco de la puerta.

—Vete a hacer lo mejor haces, sólo que está vez...— Richard tomó la puerta —Trata de no salir embarazada— y la azotó dejándola sin palabras, pero más que nada, estaba dolida, por todas las palabras que el menor había dicho. 

Mental illness. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora