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Miércoles 5 de febrero, una no poco habitual postal en las calles moscovitas para la época del año, frío, definitivamente hacía frío, eran apenas las 7:30 am y pequeñas grageas de nieve descendían sobre la ciudad, Yulia las observaba caer encima del parabrisas, no duraban demasiado allí, el limpiaparabrisas hacía lo suyo con, a veces un leve rechineo que le resultaría molesto si en verdad estuviera prestando atención a aquello que observaba solo porque su mirada caía allí.

Un camino que sabía de memoria por haberlo transitado muchísimas veces en los últimos años; sin embargo, estaba vez era diferente, muy diferente al punto que se tornaba la primer vez; ni siquiera era capaz de conducir su coche, ella iba del lado del copiloto, Oleg Volkov, su padre manejaba, deslizando de tanto en tanto la mirada hacia la morena que al igual que los últimos días, semanas en realidad, estaba muy callada, siempre sumergida en sus cavilaciones, no era para menos, su vida había cambiado demasiado en apenas un año; tal vez no fuera un cambio de la noche a la mañana como si resultó para él y su esposa.. a pesar de acompañarla siempre, no le habían prestado la atención necesaria como para advertir los pequeños cambios; los lamentos de nada servían, pero no estaban ausentes, tanto él como su esposa Larissa se lamentaban por no haber notado los paulatinos cambios que derivaron en la trágica muerte del esposo de la morena, deceso que no solo la convirtió en viuda, sino que la dejó con dos pequeños, un bebé de apenas un año y una niña de cinco años.

El hecho era confuso, Yulia no había querido hablar con él y Larissa de lo ocurrido, pero ese día muchas verdades comenzarían a salir a la luz; habría cosas que no le agradarían oír, la misma Yulia lo mencionó junto al pedido de que no asistieran al juicio de la asesina de Lenin, ninguno de los dos deseaba dejar de acompañarla, pero Larissa terminó cediendo al menos por ese día ya que también había sido citada como testigo, tal vez solo porque ese día alguien tenía que cuidar a los pequeños y Yulia no quería que quedaran al cuidado de la niñera, pero Oleg, él no se separaría de ella, lo había dejado claro.

Para Yulia era ambiguo, si bien necesitaba y agradecía el apoyo de sus padres, la insistencia de Oleg por estar presente en el juicio, habría mucho que él no desearía oír, incluso que ella no quería que lo hiciera o que fuera expuesto en el tribunal porque era parte de su privacidad, su intimidad que a nadie le debería importar.. pero estaba directamente relacionado con el homicidio de Lenin.

O: "¿Por dónde cariño?" Indaga apenas deslizando la mirada hacia el rostro de la morena, estaban llegando a la corte regional de Moscú, pero no ingresarían por la puerta principal.

Y: "Por la paralela a la principal." Murmura ausente a tiempo que de la guantera del coche extrae el gafete que la identifica como abogada y le da acceso por la zona indicada, aunque esta vez no estuviera en el lugar por razones laborales.

No tardaron en pasar por la caseta de seguridad sin inconveniente alguno, el coche es estacionado en el parking del lugar.

O: "¿Estás lista?" Indaga tras apagar el motor del coche y desprender el cinturón de seguridad.

Y: "Para nada." Responde luego de un breve silencio en el que se dedicó a respirar de forma profunda.

O: "Acabará pronto." Había demasiado que ignoraba y no comprendía de toda la situación, era imposible que lo hiciera, más con el silencio de Yulia, pero aquello estaba a punto de terminar.. aunque fuera doloroso para él, mucho más para su hija, prefería la verdad una y mil veces.

Y: "Yo eh.." Una ligera y nerviosa mordida sobre su labio inferior antes de lanzarse a los brazos de su padre, aferrándose a él como si su vida dependiera de ese abrazo. "¿Me perdonas?" Interroga muy bajito con la voz temblorosa.

O: "Cariño, no hay nada que perdonar." Murmura desconcertado ante la actitud de la morena, pero sin dudar en corresponder su abrazo y frotarle la espalda, sabía que eso no la reconfortaría, pero al menos le transmitía su apoyo.

Friend or foe?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora