Desafiando al tiempo.

103 13 3
                                    

El cuerpo inerte yacía en la habitación de hospital. El electrocardiograma marcaba los suaves latidos de su corazón, que seguía bombeando con naturalidad.

El sitio tenía las paredes y el suelo blanco, con algunas plantas con flores coloridas cercanas a la única ventana de vidrio que estaba a un lado. En la camilla el paciente respiraba el aire fresco que invadía el ambiente.

Pronto la puerta se abrió ligeramente y de allí ingreso una enfermera con dos hombres. Ambos vestidos de negro. Uno llevaba el cabello blanco y era un tanto más alto, mientras que el otro era calvo y más bajo. Eran los compañeros de banda del paciente. Aquella tan conocida y famosa; «Soda Stereo»

Sus miradas reflejaban la inmensa tristeza e indignación que sentían al ver a su amigo reposando allí, ausente y presente a la vez, descansando en algún lugar, que impedía que se pudieran comunicar.

—Oh... Gustavo— mencionó el bajista con la cabeza gacha.

La enfermera les dió las últimas indicaciones y se retiró.

—No puedo venir y verlo así, Charly. No puedo— expresa su gran amigo con lágrimas en los ojos.

—Lo sé Zeta...— le dió una palmada en la espalda- pero no podemos hacer nada, sólo esperar.

Ambos observaron al guitarrista Gustavo Cerati, que reposaba allí, quieto como una roca y aún respirando, era lo único que les daba esperanza.

Varios de los familiares llegaban a visitarlo. Todos tristes y lamentados al ver el estado del hombre, aún tenía signos de vida, respiraba pero no sabían si iba a despertar en algún determinado momento o quedaría dormido eternamente. Sólo habían dos probabilidades que definirían su destino.

Un rato después los hombres se retiraron del hospital. Venían junto a su amigo cuando tenían tiempo, luego de estar un largo tiempo separados y unirse de vuelta, esto los volvía a alejar. No podían lidiar con esto.

.....

La luna alumbraba con intensidad la ciudad. La carretera estaba vacía, y tan sólo algunos clubes nocturnos estaban abiertos a altas horas de la noche. El clima era afable, varias estrellas cubrían el cielo oscuro haciendo que se vea repleto.

Gustavo caminaba solitario pensando, veía lugares que juraba decir que ya había visto antes. Sin embargo, no recordaba absolutamente nada. Observó sus manos, algo de él que le diera una pista para encontrar lo que le pertenecía y salir de ese sitio que le privaba de saber la respuesta.

Decidió ingresar a un bar a conocer personas, sólo él, ya que los demás no lo podían ver.

Estaban sentados bebiendo soda, unos vino y otros cervezas, charlando y riéndose de cualquier tipo de bromas que se le podían ocurrir. Las meseras llevaban las bebidas a los clientes sedientos. Se oían voces que narraban anécdotas vividas hacía algún tiempo y risas de amigos. Había música de fondo, por lo que algunos tarareaban fugazmente y otros decidieron ir a bailar.

Gustavo quedó un largo tiempo allí observando todo lo que podía, sentado en ese apartado lugar, no muy transcurrido. Él sentía la necesidad de hacer algo, pero no lo conseguía.

Simplemente se limitó a observar allí en la quietud, mientras pronto el sueño, poco a poco le iba dominando.

Los monótonos días seguían su curso, al igual que las interminables noches una y otra y otra vez. El tiempo era relativo y todo se sentía como aquella primera vez.

"Me refugiaré, antes que todos despierten"

.....

Un rayo de luz iluminaba su plácido y tierno rostro, abrió lentamente sus ojos y recordó nuevamente su situación actual.

Se levantó mirando a su alrededor y salió a las calles a caminar por la ciudad. Era un lugar muy bonito, estaba amaneciendo frente a sus ojos de cristal y él lo contemplaba con una pequeña sonrisa. Pasó muy cerca de imponentes museos y esculturales bibliotecas, sentía que ya los había visto antes, pero aún así les parecía sitios realmente hermosos.

Caminaba y caminaba durante ese extraño día. No se sentía mal, quería disfrutar mientras podía y más que nada recordar. Nunca se había dado cuenta de la importancia del recuerdo. Era lo que más anhelaba en ese momento.

—Sólo un poquito...— se dijo a sí mismo.

Suspiró con suavidad y se acomodó por un momento entre la ventana de vidrio de una cafetería que quedaba al final de la calle. Un exquisito aroma a café se apoderó de aquel sitio tan apacible que le hizo sentir en paz. El interior de la cafetería estaba pintado en color crema y el suelo de blanco y negro resplandecía. Las paredes tenían atractivos cuadros pintados a mano y un reloj marcaba las 07:35 a.m. Las personas detrás del mostrador atendían a los clientes sonrientes y un montón de medialunas, alfajores y pasteles eran los más escogidos por la gente para su desayuno acompañado de un esponjoso café o un humeante té.

Gustavo observaba la escena y quería ser parte de ella. Quería comprar un café caliente con una medialuna deliciosa y saborearlo como nunca. Quería sentarse allí dentro a esperar su pedido mientras leía el periódico. Quería observar por la ventana a los automóviles y motocicletas pasar y saludar a los niños que corrían sin parar. Quería hablar con alguien, saber que lo escuchaban y poder contar lo que le sucede y encontrar respuestas. Pero era tan difícil, tal vez imposible, así que sólo se limitó a contemplar todo lo que pasaba frente a sus ojos.

Entonces, allí sosegado, distinguió a alguien al otro lado de aquella ventana cuadrangular. Una presencia serena y distante. Una chica.




























Decidí continuar, gracias a ustedes que me motivaron a seguir❤️

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Dec 07, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Claroscuro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora