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Cuando el cuerpo de Alejandro se descubrió, habrían pasado alrededor de 3 semanas, las rosas rojas aún estaban y las marchitas, ya no. Los cuervos y zamuros aún rondaban el lugar, y su cadáver en descomposición sólo llamaba a los gusanos. Mientras, Sofía ya no era la misma, luego de ambas muertes, se dio cuenta de que algo estaba fallando; ella.

Los últimos días ya no eran los mismos, Sofía mantenía un aura oscura y lúgubre, pues La Muerte, ahora era parte de ella. Sus intentos de suicidios fueron demasiados, pero La Muerte, en su afán de protegerla, jamás permitió que se lograran. Su madre, en una fuerte preocupación por el estado de su hija, intentaba siempre acompañarla y aconsejarla, sin embargo, ella sintió el aura que emanaba su amada y única niña; la de La Muerte. Ahora la niña no quería salir del cuarto, y su constante depresión, era totalmente incontrolable para aquella deidad omnipotente y solemne, pues hasta éste, estaba deprimido. ¿Cómo era posible que ni para proteger a alguien servía? ¿En qué estaba fallando?, La Muerte, no podía creerlo, tanto que había hecho y su niña, jamás logró ser feliz.

Los tiempos pasaban y todo aquél que se encontraba con Sofía le huía, pues por alguna razón, cuando el sol le pegaba de frente, no reflejaba su sombra, sino, la de La Muerte. Se contaba una historia, de que ella, se había casado con La Muerte, y de que éste, estaba celoso de todos los hombres que se le acercaran, y por eso, poco a poco, todos iban muriendo de formas atroces. Los pretendientes de la hermosa chica se separaron de ella, y los hombres que conocían la historia, se limitaban a mirarla de reojo. Ya no era la radiante y hermosa Sofía, ahora era la lúgubre y desolada esposa de La Muerte.

La señora Rocío, preocupada e impresionada con las historias que contaban de su hija, llamó a un cura, pues decía, que ésta sólo necesitaba una intervención divina. Sin embargo, no dio fruto. Pues para La Muerte, Dios no existía, y las almas de los humanos, sólo deambularían en la tierra por el resto de la eternidad. Él no era un demonio, ni un ángel; era una deidad. Un espíritu encargado de limpiar la tierra de las almas que ya no merecían permanecer en ella. Y la de Sofía, era merecedora de eso, y mucho más.

La actitud de Sofía ante la vida ahora era totalmente distinta, era una chica hecha de piedra, sin sentimientos. La muerte de dos de sus personas más importantes la cambiaron de manera drástica, pues sentía, que ella era la culpable de ambas muertes. La madre, comienza a acompañar a su hija cada que puede, pues sentía que, de dejarla sola, podía todo terminar en una calamidad. La experimentada señora, comienza a llevar a Sofía a la iglesia, para que ésta, según Rocío, pudiera encontrar el camino correcto. La muerte no debería poder entrar a la iglesia, pero en esta historia, no es así. Pues La Muerte, se sentaba tras las dos bellas mujeres, a escuchar todo el acto y, de vez en cuando, rezar. ¿Por qué no hacerlo? Quizás así entendería su existencia y el por qué fue creado para matar, para ser el arma de algún ser poderoso que se siente impotente.

Los domingos de misa eran los más dolorosos para él, pues sentía, cómo la tristeza de Sofía, se transmitía a él, y cada lágrima dedicada a ambos hombres muertos, Él las imitaba en un llanto lleno de miseria y dolor. La Muerte estaba deprimida, y Sofía, aún más. La enfermedad de su madre, empeoró, y su fuerte gripe, terminó siendo una tuberculosis. La Muerte sentía la inminente partida de la madre de Sofía y, por lo tanto, predecía la nueva y más grande tristeza de su amada. No dejaría que su madre muriese y haría todo lo necesario para que eso no pasara. A pesar de que, de alargar su vida, se alargaría su enfermedad y, por ende, su sufrimiento.

Y fue en ese momento que, después de todo, La Muerte se dio cuenta de que estaba enamorada. El amor se basa en los sacrificios, en dar todo por el otro, incluso más de lo esperado. Y Él, con toda la fuerza y poder divino que se le otorgó, intentó frenar el crecimiento mortífero de la enfermedad y así alargar un tiempo más la vida de Rocío, mientras la medicina contemporánea daba todo para poder curar o controlar aquel mal que le vaticinaba su muerte próxima.

Mortífero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora