Capítulo 1

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                                    Capítulo 1

Supongo que el hecho de que haya acabado la guerra es algo bueno. Que Snow haya muerto es algo muy bueno para la gente de los distritos. Pero no para mi. ¿Con quién voy a celebrar la paz que se respira? ¿Con quién voy a compartir la abundante comida que ahora hay? Sola, porque a mi no me queda nadie, la guerra se los ha llevado a todos. A mi padre, a mi madre, a mi hermanito…

Estos dos últimos cinco meses los he pasado en mi casa, si es que a esos pedazos de ruinas se les puede llamar hogar. Pero creo que ahora la van a derribar para volver a construir algo, deben querer reconstruir todos los distritos, pero yo sé que mi hogar, el distrito 11, jamás volverá a ser el mismo.

Cuando me anunciaron que iba a ser adoptada y repatriada a otro distrito, pensé que era lo mejor que me podía pasar en estas circunstancias. No quería ver como mi casa desaparecía por completo y construían grandes edificios totalmente preparados para guerras del futuro.

No me habían querido decir a que distrito iría, ni donde viviría.

Justo el día de mi viaje, tuvieron la amabilidad de decirme donde me llevaban. El distrito 12. Desdichada de mi.

Ese es el hogar de la persona que mas odio después del presidente Snow, Katniss Everdeen, y también el hogar del amor de mi vida, Peeta Mellark.

Y ahora voy a tener que vivir allí, condenada a la tristeza, por siempre. Tendré que verles pasear juntos, quizás vayan a casarse dentro de poco si es que no lo han hecho ya. Puede que incluso de aquí a un tiempo tengan retoños… quien sabe.

Un aerodeslizador me vino a buscar a eso de las seis de la tarde, cuando el cielo ya estaba totalmente oscuro. No puedo decir cuanto duró el trayecto, pues lo pasé durmiendo la mayor parte de el.

Cuando pisé por primera vez aquellas tierras, un escalofrío me recorrió la espina dorsal, allí hacía muchísimo frío, los inviernos eran mucho mas helados que en mi tierra.

Solo transportan a la gente importante en aerodeslizador, y yo definitivamente no lo era, pero por lo visto las bombas habían dañado seriamente las vías de los trenes y todavía no habían sido restauradas del todo.

El soldado que me había acompañado todo el tiempo en el aerodeslizador, también bajó conmigo, me imaginé que para guiarme hasta algún sitio. Tenia tantas preguntas, quería saber si viviría sola, si me iban a asignar una casa, o si iba a ir directamente a una casa de acogida… ya tenía 18 años, así que supongo que no iban a desperdiciar un hueco en un orfanato conmigo, había muchos mas niños sin padres. Yo ya estaba en la edad adulta y podía cuidar de mi misma.

El distrito 12 estaba mucho más reconstruido que el 11, aunque todavía se podía palpar el horror de la guerra.

Caminábamos por las calles, dejando atrás a los obreros y ciudadanos que trabajaban en la reconstrucción del pueblo, los cuales ya iban acabando su jornada laboral.

Mientras más andábamos, más intrigada estaba yo. Dejábamos atrás el pueblo, las casas, para adentrarnos en un camino desértico, con una reluciente hierba verde a cada lado. Mi curiosidad iba en aumento, pero también algo dentro de mi me inquietaba.

Al subir una pequeña cuesta vi claro la razón de mi intranquilidad, ante mi se erguía la Villa de los Vencedores. Las casas, más elegantes y nobles que yo había visto nunca, me miraban como la extraña que yo era. Las ventanas estaban todas oscuras, no parecía que había ninguna clase de vida allí. Aunque yo sabía alguien si vivía allí.

Al fin llegamos a una avenida que tenía tres casas con luces encendidas. De una de ellas, incluso salía humo por la chimenea. Tres casas completamente habitadas. ¿Aquí iba a vivir yo? Se suponía que este lugar estaba reservado para los vencedores de los Juegos del Hambre y sus familias, no para una simple chica de 18 años del distrito 11. No podían asignarme una de aquellas esbeltas mansiones.

La realidad de mis palabras me hizo darme cuenta de lo que en realidad iba a pasar, alguna de esas personas me iba a acoger. Me negaba a que Peeta Mellark me adoptara, por muy tentador que eso me pareciera. Demonios, ¡él tiene mi edad! no va adoptar a nadie. Tampoco iba a vivir con la egocéntrica de Katniss Everdeen, aunque pensándolo bien… seguramente estos dos vivían juntos.

¿Entonces quién más quedaba allí?

El soldado que me había guiado hasta allí, del cual ya casi me había olvidado, llamó a una puerta de una de las casas iluminadas. Nadie pareció contestar, aunque era evidente que allí había alguien. El frio me entumecía los huesos, y deseé que fuese quien fuese abriera ya la maldita puerta.

Un estruendoso ruido detrás la puerta nos informó de que alguien por fin iba a hacer caso de mis suplicas mentales.

Tras el umbral de la gran puerta color blanco apareció Haymitch, creo que se llamaba. ¿Y porque iba a vivir yo con ese borracho?.

El desconsiderado del soldado, me dejó allí sin despedirse ni tener compasión de mi.

— Entra ya— ordenó el anciano, pero solo le hice caso por el frío que engarrotaba ya mis manos.

Sin mediar ninguna palabra más conmigo me enseñó mi habitación, la única estancia de toda la casa que parecía ordenada.

— Haymitch… ¿Por qué estoy aquí?— pregunté antes de que se pueda ir.

— Porque era un gran amigo de tu padre y se lo debo— después de eso cierra la puerta y me quedo sola.

Primera noticia de que ese hombre borracho que salía en todos los Juegos como mentor era amigo de mi padre, pero si era amigo suyo debe de ser una buena persona, en el fondo de su corazón.

Aunque me muero de hambre y estoy algo hiperactiva me tumbo en la cama, pues no hay nada mejor que hacer.

Al día siguiente el insistente timbre de la puerta me despierta. Lleva sonando alrededor de cinco minutos, imagino que Haymitch no va a abrir y tengo que levantarme en pijama a acallar a la insistente persona. Cuando abro la puerta, me encuentro a un apuesto chico de mi edad de ojos completamente azules. Sabría de quien son ese océano azul en cualquier sitio, Peeta Mellark.

— ¿Eres Grace?— preguntó este después de una mirada confusa.

— Si… tu eres Peeta Mellark. ¿Cómo sabes mi nombre?.

— Haymitch me explicó que ibas a venir a vivir aquí…— claro idiota, por un momento había pensado que él sabía mi nombre por algo mucho más emocionante.

Lo dejé entrar para que dejara el pan que había traído en la cocina, y subió a despertar al viejo borracho que dormía.

— Ya esta despierto, se esta vistiendo, si necesitas cualquier cosa estoy en la casa de la izquierda — me ofreció el castaño después de un cuarto de hora de pelea con Haymitch. Por mi parte solo asentí.

— ¿Siempre es así? — pregunté velozmente antes de que pudiera irse.

— A mejorado mucho, la verdad, no te preocupes, lleva semanas hablando de ti.

Aquello me dejó atónita, dejándome plantada como una hortaliza en el recibidor. ¿Ese hombre había estado hablando de mi?. Parece ser que tenía muchas cosas que descubrir allí, después de todo.

Las penas con pan son menos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora