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—Dannia, ¡que ya salimos de vacaciones!.—grita con entusiasmo mi mejor amiga Danna mientras camina a mi lado con pasos lentos y precisos.

—Lo sé Danna, yo estudio en la misma escuela igual.— volteo a verla para así poder apreciar su rostro enojado—Pero lamento informarte que tendré que irme a casa de mi abuela en la ciudad y no podré acompañarte en estas vacaciones como lo habíamos planeado.

Realmente era mi primer año y llevaba poco de estar estudiando en este lugar, mi padrastro tuvo una gran oferta de trabajo en una empresa minera y además este pequeño pueblo quedaba a menos de dos horas donde mis abuelos maternos vivían, digamos que no era demasiado feliz y tampoco triste, estaba tranquila, apenas y hacía algo aquí, a veces familia nos visitaba y era divertido conocer a personas que son de mi sangre pero jamás había visto

—Oh no Dannia. ¿Por qué? ¡debes quedarte aquí!. Hazlo por mí.—me toma del brazo mientras pasamos por la multitud de gente.—Además, serán tus primeras fiestas aquí en el pueblo. Y todo es diferente que en la ciudad, quisiera que vieras las tradiciones...

—Soy atea.— respondo con una leve sonrisa de lado solo para hacerla enojar.

Aunque solo teníamos menos de cuatro meses siendo amigas, la conocía demasiado bien, conocía sus gustos, conocía sus expresiones y sus significados, su comida favorita y que odiaba el salmón, aunque es tonto porque el salmón es delicioso. Sé que ella también conoce la mayoría sobre mí y creí sentir que es una amistad que jamás podría acabar, pero bueno, eso siempre se siente así, siempre logras creer que las amistades jamás se van a terminar aunque siempre terminan haciéndolo cuando menos lo crees y es doloroso. Y tal vez mi percepción de dolor es muy baja, aun así soy muy emocional.

—Dannia, yo sé que no.— entre cierra sus ojos devolviendo la sonrisa que hace unos momentos sostuve para ella.

—Bueno bueno. Intentaré convencer a la abuela Erina de que me deje venir antes de la ciudad. Pero no prometo nada.

—¿Ves?—dice enfáticamente.

—Qué.— respondo sin ánimos.

—¡Por eso te quiero!.— se sienta tomada de mi brazo en la cancha. Así, esperando a mi primo Ismael.

Y lo mal que me cae el imbécil. Él y mi amiga siempre se han querido en secreto y hace pocas semanas me enteré que teníamos algún tipo de parentesco, un lazo lejano pero no dejaba de ser lazo familiar.
Al estar todo mi pequeño grupito junto, pudimos disfrutar del último día de escuela para poder adentrarnos a las esperadas vacaciones de semana santa*

...

—Hija, ¿ya tienes todo hecho? Saldrás mañana en la mañana a la ciudad.—avisa mi madre entrando de lleno a mi habitación cerciorándose de que todo estuviera en su lugar.

—Sí , ya tengo todo listo, solo falta llevarme a mis hermanos en una maleta— pongo la maleta pequeña en el pequeño sofá que hay en mi habitación.

—A todo esto, ¿y tus hermanos donde están?.—pregunta, mientras voltea a ver a todos lados fuera de la puerta.

—Yo no sé dónde están todo el tiempo , son tres.— ríe y niega con la cabeza.

Entro tirándome en el colchón afelpado de mi cama. Tomo un bocado de aire y cierro los ojos para poder descansar un rato del día tan pesado que tuve, exámenes estúpidos

Señorita Narco© [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora