Tenía la boca pastosa, los párpados pesados y un frío tremendo, no había sido muy inteligente tirarse directamente al sofá.
Estornudó una vez más y bufó, ya había acabado con sus existencias de pañuelos e iba por el segundo rollo de papel higiénico.
Caminó hacia el baño y estuvo a punto de tener un ataque de risa, estaba horrible, a su habitual estilo despreocupado digno de cualquier vagabundo se le había unido un moño, la nariz roja y unas ojeras que le harían competencia a cualquier panda.
Se rascó la cabeza, cogió el cepillo de dientes, dejó caer el dentífrico encima y comenzó con su ritual, arriba, abajo y en círculos, según el dentista era lo más efectivo.
Salió del baño con el cepillo aún en la boca, necesitaba urgentemente una buena taza de café.
Miró la hora en reloj de la cocina y suspiró, tenía que ir a trabajar aunque no tuviese ganas.
Se detuvo en mitad de la cocina, tenía la sensación de que alguien la estaba observando a pesar de vivir en un séptimo piso, negó con la cabeza y se apoyó sobre la encimera de marfil.
Cogió la pequeña cafetera roja, la llenó con agua, dejó caer el café y unos segundos después ya estaba esperando con ansias el aroma de café recién hecho.
Volvió al baño cogió un poco de agua del lavamanos y escupió. Hizo una mueca y se pasó las manos por el pelo, tenía que darse prisa.
Abrió el grifo de la ducha dejando que el agua fluyese, se quitó lo poco y nada que llevaba encima y se metió. El agua aún no estaba caliente del todo, suspiró y se apoyó sobre los azulejos dejando que las gotas golpeasen repetidamente su espalda.
Buscó a ciegas el mostrador donde mantenía el jabón, la colección de champús y cremas que seguía sin usar.
Depositó una pequeña cantidad sobre la palma de la mano, se lo pasó por el cuerpo y volvió a abrir el grifo, soltó un poco de aire y sonrió bajó el agua, estiró una mano hacia fuera, cogió la toalla que permanecía colgada, cerró y salió tan lentamente como había entrado.
Miró el espejo empañado, levantó un brazo y escribió por encima, era una pequeña manía que había adquirido de pequeña, herencia de su tía o algo así le había contado su madre.
Salió descalza con la toalla enrollada alrededor del cuerpo, entró a su habitación y bufó, no recordaba la montaña de ropa que había dejado en el suelo, se llevó los dedos al puente de la nariz y suspiró.
Cogió la ropa y la tiró sobre la cama, la recogería más tarde. Abrió el armario de par en par y cogio lo primero que encontró, tampoco tenía que ir muy arreglada al fin y al cabo su jefa ya la conocía, no se sorprendería.
Salió ya vestida y sonrió al ser acariciada por el olor característico del café, cogió su taza de "la mejor chica del mundo" que se había autocomprado, aunque obviamente los demás no debían saberlo y depósito una generosa cantidad de café antes de echarle su habitual terrón de azúcar con un poco de leche.
Suspiró de gusto al llevárselo a la boca, levantó los ojos hacia el reloj y estuvo a punto de maldecir, llegaría tarde si no se daba prisa.
Se bebió de una todo el contenido de la taza, cogió las llaves del cuenco de la mesa, las guardo en el bolsillo delantero de sus vaqueros, estiró el brazo hacia la percha de la entrada y cogió una chaqueta con capucha, no se mojaría dos veces por gusto.
Caminó rápido, casi corrió hacia el ascensor cuando vio las puertas de este cerrándose y suspiró aliviada ya dentro.
Levantó la cabeza y bufó, la vieja del quince, no es que tuviera nada en contra con las personas mayores, pero la mujer era desesperante, se pasaba el día asomada en la mirilla, sabía todo de todos y era totalmente irrespetuosa.
Levantó la mirada hacia el techo del ascensor y agradeció en silencio, al menos hoy no estaba parlanchina.
Salió disparada cuando las puertas se abrieron, llegaría tarde por segunda vez en la semana.
Corrió unas tres calles y boqueó en busca de aire, debería empezar a realizar algún tipo de deporte, su estado físico daba pena.
Apoyó las manos sobre las rodillas y soltó un poco de aire, empujó la puerta del restaurante y sonrió. El ambiente era muy agradable, música suave de fondo, un ligero toque a lavanda y la habitual cara despreocupada de su jefa.
Caminó rápido intentando pasar desapercibida, que su jefa mantuviese ese estado de paz y tranquilidad no impediría una posible amonestación.
Serpenteó entre las mesas acariciando los manteles, la tela era suave y muy delicada, sonrió al llegar a la puerta de servicio y se tenso al escuchar su voz de fondo.
-Se que llegas tarde Ann.
Maldijo por lo bajo y se dio la vuelta forzando una sonrisa.
-Lo lamento señora.
Soltó un poco de aire cuando vio su gesto de desinterés, simplemente movió la mano restandole importancia y negó, suspiró aliviada y se dio la vuelta, era el primer trabajo que le había durado más de tres meses y esperaba conservarlo.
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Farfalla
WerewolfDecir que no tenía miedo sería mentira. Ann nunca fue una chica tímida, era silenciosa, divertida y muy curiosa, ese había sido su primer error, la curiosidad había podido con ella, tal vez por eso ahora su vida estaba patas arriba. Mientras las pi...