Un alma inmortal para la eternidad

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Muy bien, como prometí, publicaré la historia de hoy a una hora más decente. Como ya saben, los AU's no son muy de mi gusto, pero sé que a ustedes les llaman mucho la atención, así que... siempre que organizo algún tipo de eventos me aseguro de poner un AU para ustedes. A pesar de todo, debo decir que me gustó mucho cómo se desarrollo esta historia.

Así que... ¡a leer!

Martes-Cuentos alternos

Un alma inmortal para la eternidad

El mar cuenta muchas historias, o al menos es eso lo que dice el pueblo de las sirenas. Por supuesto, la tierra tiene también fábulas que ofrecer. Sin embargo, ¿sabes cuáles son las mejores historias? Aquellas que mezclan realidad con mitología, tierra con agua, desaparición con trascendencia.

Supongo que sabrás de qué tipo de narraciones estoy hablando. Hablo de magia, de hechizos, de amor verdadero, y de sacrificio que sobrepasa las barreras de especies.

La historia que voy a narrar la escuché de una sirena. Fue una noche sin luna en la que me quedé a cargo del timón de nuestra galera. Entonces era joven, apenas un marinero inexperto, pero nunca la he olvidado.

Cuentan los susurros de las olas que hace siglos, antes siquiera de que el hombre dominara los cielos con aeroplanos y el espacio con sus naves, hubo un tritón, justamente el hijo del rey de los mares, que cayó enamorado de los resplandecientes ojos de un príncipe humano. La sirena que me relató esta historia, Atalanta, no supo decirme cómo se conocieron, pues ha pasado mucho tiempo y eso no es importante.

Lo que el pueblo recuerda con exactitud es que este joven tritón, desesperado, recurrió a los poderes de Hécate, la bruja del mar, para conseguir un par de piernas humanas. Hécate, una mujer increíblemente reconocida por su habilidad con la magia, era la última opción de los habitantes de Atlántida. Las malas lenguas decían que, a pesar de que los resultados al recurrir a ella estaban garantizados, sus precios exorbitantes hacían que los tratos con ella no valieran la pena. A Hécate no le importaba demasiado; la impotencia hacía que sus compradores se mostraran más... cooperativos.

Así que el joven príncipe de los mares se apresuró a su cueva, ofreciendo lo único que tenía en pago del deseo más grande que poseía su corazón.

Hécate, siempre complaciente, aceptó la voz de Nico a cambio de una pócima para ofrecerle oportunidad, por mínima que fuera, para acercarlo a sus sueños. «Te prepararé un brebaje con el cual te dirigirás a tierra. Una vez ahí, te sentarás en la orilla y lo tomarás, y en seguida te desaparecerá la cola, encogiéndose y transformándose en lo que los humanos llaman piernas; pero va a dolerte, como si te rajasen con una cortante espada*», advirtió la bruja con un deje de lástima en la voz. «Cuantos te vean dirán que eres la criatura más hermosa que han contemplado. Conservarás tu modo de andar oscilante; ninguna bailarina será capaz de balancearse como tú, pero a cada paso que des te parecerá que pisas un afilado cuchillo y que te estás desangrando. Si estás dispuesto a todo esto, te ayudaré*».

Ante sus palabras, Nico no pudo contener una mueca de dolor. El mero pago que Hécate pedía era demasiado, pues la voz de los habitantes de Atlántida era su bien más preciado. Las sirenas se habían hecho con la mala fama de que utilizaban el poder de su voz para provocar el hundimiento de barcos, pero lo cierto era que esas historias representaban sólo la carente percepción que tenía el hombre del mundo submarino. Para ellos, la música era su forma de vida, la manera en la que se comunicaban, la propia fuente de su poder. El dolor que Hécate vaticinaba era sólo la cereza de un pastel de sufrimiento.

«Pero ten en cuenta que una vez que hayas adquirido figura humana, jamás podrás recuperar la de un tritón. Jamás podrás volver por el camino del agua a tu hermana y al palacio de tu padre; y si no conquistas el amor del príncipe de Creta, de tal manera que se olvide de su padre y de su madre, se aferre a ti con alma y cuerpo y haga que el sacerdote una vuestras manos por la eternidad, no adquirirás un alma inmortal. La primera mañana después de su boda con otra, se partirá tu corazón y te convertirás en espuma flotante en el agua*», continuó la mujer, con una voz fría como la gélida agua del Atlántico.

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