CAPÍTULO 1

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Ya todo estaba listo. En unas cuantas horas el enlace matrimonial se llevaría acabo. No había más que decir, ni tampoco quedaba algo por hacer. Finalmente, después de un tormentoso proceso, Terry se presentaría frente al altar y se casaría con Candy. Lo haría tal y como las buenas costumbres lo estipulaban.

Era triste y muy lamentable, la forma en la que ambos unirían sus vidas, pero, casarse de esa horrible manera, era el único camino a seguir en un caso como el suyo. Eso les quedó muy claro el día en el que Elroy Andley los enjuició y les dio su veredicto.

Ante aquel frío y oscuro panorama, Terry respiró hondo y después, dejó libre el aire contenido. Parecía que se encontraba escrito en el destino. Todo indicaba que él estaba reservado, para contraer matrimonio de forma inusual.

Terry experimentaba una profunda desolación, su mente y espíritu se encontraban desgastados; tenía dos meses enteros viviendo en un constante sube y baja. Llevaba todo ese tiempo sumergido en una pesadilla de la que, increíblemente, no deseaba despertar. No quería, porque, a pesar de toda la porquería que había en su entorno, él se sentía patéticamente conforme, pues, como fuera, Candy y él estaban juntos.

Estar con Candy, era lo único que él deseaba. Aun en esas circunstancias, incluso con todas las dudas e incertidumbre que su alma cargaba, Candy seguía siendo el amor de su vida y definitivamente, él sí quería casarse con ella.

El joven Grandchester miró hacia la playa y luego permitió que su mente, navegara por el confuso mar de sus memorias. No tenía mucho que decir al respecto... ningún recuerdo era cien por ciento claro. Solo sabía que el amor que sentía por Candy, lo llevó a perder la cordura y que por causa de ello, terminó por hacer lo que siempre evitó: lastimar a Candy, nunca formó parte de sus planes.

...
Dos meses antes

Miami, Florida.

«Esto es parte de la vida», se dijo a sí mismo, obligándose a creer en ello... «Algún día tenía que pasar. Tarde o temprano, ella y yo nos veríamos de nuevo», pensó deteniéndose justo a unos metros, de la figura de la chica, a la que siempre amó.

Terry no quería que la joven volteara y lo viera. No deseaba asustarla y hacer que ella se marchara. Candy había huido de él, desde el preciso momento en el que se reencontraron y eso le partía el corazón.

¿Por qué lo lastimaba de esa forma? ¿Era ella consciente de que cada vez que lo ignoraba, él se sentía miserable?

Nada de lo que hacía lograba que Candy le dedicara una mirada o una simple sonrisa. Era como si él no existiera para ella. Increíblemente cada desplante o rechazo de la señorita Andley, era como un reto a superar. Toda esa desconocida altanería que Candy le mostraba, lo invitaba a no obedecerla, no le importaba la descortesía con la que ella lo trataba, él, sencillamente, no deseaba dejarla en paz y se lo hacía ver en cada oportunidad. Entre más grosera se comportaba, él más insistía en captar su atención.

—¿Sigue huyendo de la fiestas, señorita Andley? —le preguntó Terry, en tono socarrón, mientras se plantaba a un lado de ella.

Aquella simple pregunta hizo que la cuestionada, se pusiera en guardia y de inmediato respondiera:

—No estoy huyendo, Terrence... ¿Por qué preguntas eso?... solo estoy aquí, viendo el paisaje... ¿Sabes? No hay mucho de esto en Chicago —se excusó, dando unos pasos hacia el costado, para alejarse del muchacho.

—Yo también estoy disfrutando del panorama. Tampoco hay mucho de esto en Nueva York —respondió él, mientras observaba la playa—. ¡Dios! Este tono de azul no lo he visto en ningún otro lado.

Solamente Por AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora