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Era una noche estrellada, y todos dormían en el rancho de los Watson. Todo el campo arado estaba cubierto de una extraña bruma. Se oía una reverberación a lo lejos, y a ratos casi se podría decir que el aire chisporrotease.

De repente,la brisa veraniega comenzó a hacerse cada vez más y más fuerte. Un resplandor descomunal convirtió la noche en día por unos segundos. En el mismo momento,algo se estrelló contra la cuadra, haciendo que esta explotase en una inmensa llamarada.

Dentro de la casa, el señor Watson se despertó entre sudores de una horrible pesadilla. Al oír los gritos de los animales se acercó a la ventana. Su cara palideció cuando vio el fuego. Despertó a sus hijos y a su mujer,y los hizo coger cubos y acercarse al arroyo que cruzaba su finca.

Él se acercó a la cuadra, escopeta en mano.
Gritó de espanto cuando vio unas manos que salían de entre las vigas ardientes y los cadáveres de los caballos. Las vigas cayeron, y una silueta negra emergió de entre los escombros ardientes. Entonces los perros comenzaron a ladrar, todos a la vez. No todos los perros del rancho, ni todos los del pueblo. Todos los perros de California comenzaron a ladrar al unísono, enajenados por aquel ser que no debería estar allí, y por la infamia que estaba a punto de cometer.

Suelo malditoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora