-Lóbrego-

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Te observas en el espejo,
con los puños apretados, oyendo un insulto en tu interior,
"No sirvo para nada" susurra la ansiedad en tu oreja.
"Ella tiene razón,
eres insuficiente"
te dice la lobreguez en la que estás a punto de descender,

Entonces, rompes el espejo, quebrandolo de un golpe,
con el puño lleno de sangre,
te das cuenta que no es solo el espejo lo que rompiste en ese parpadeo,
si no también a quien se reflejaba en el,
Y que no sólo tu puño sangraba,
tu corazón también goteaba, se derramaba por tu pecho,
Y te quedabas hueca, con un vacío abismal,
Susurros,
Es lo que oías,
Sólo susurros diciéndote que no importaba si pasabas hambre, si te mareabas, si sufrías, o si te morías poco a poco,
No importaba,
Quizá restándote con entusiasmo la poca vitalidad que tienes,
Quizá con menos,
Te querrías más,
Y los susurros se convirtieron en gritos que no te dejaban dormir.

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