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Esas dos semanas de espera fueron en realidad bastante rápidas para Jimin, gracias a tantas ocupaciones en el trabajo, no había manera de que el tiempo no pasara volando.

El problema era cuando regresaba a casa, Yoongi no estaba progresando, él empeoraba, en las cenas a penas probaba bocado, se veía más débil, con ojeras, delgado, y más pálido, si eso no era suficiente. Jimin lo escuchaba, cada noche sin excepción, sollozos que intentaban no salir de la habitación de invitados, pero al ser demasiado delgadas las paredes, no había manera de que no fueran oídas.

Jimin creyó que todo iría mejor desde el día en que Hoseok estuvo en su hogar, no fue así. Y claro que intentó ayudarle, la primera noche que pasó ahí, cuando tuvo el llanto más desgarrador, pero Yoongi de alguna u otra forma terminaba por encerrarse en sí mismo y arreglándoselas para darle una excusa a Jimin que ninguno de los dos se creía, de todas maneras, Jimin no podía hacer nada más. No confiaban el uno al otro, razón suficiente para que Jimin no sea tan metiche, aunque entendiera lo que le sucedía, se debía mantener un tanto al margen y dejar que Yoongi aceptara ciertos acontecimientos que tuvo que vivir. Aceptar que pasaron, pero no aceptar que sigan ocurriendo. Era un proceso difícil.

Yoongi, en algún momento de su vida, se enteraría de la identidad completa de quien le hizo la vida imposible, y Jimin tendría que dejar que su padre tenga su propio castigo.

Eso no le quitaba ese temor que llevaba dentro suyo.

Era su padre, después de todo, una de las personas más importantes de su vida que seguía viva, por no decir la más importante de todas. Y que por su culpa estaba con depresión, por abandonarlo, y tenía tantas ganas de llorar, porque sabe que cayó bajo, tan bajo como para que la justicia no tenga piedad.

¿Acaso Yoongi fue el único, o hubieron más? ¿Más pequeños? Eran preguntas que no dejaban de comerle los sesos en cada noche que pasaba.

Jimin buscó las llaves de su hogar, pero no las encontró en ningún lugar. Sus bolsillos, su mochila, incluso revisó sus zapatos, no estaban.

-¡Maldición! -Qué torpe se sentía, por suerte, él siempre dejaba una de repuesto en la maceta que se hallaba al lado de su puerta principal. Al encontrarla sonrió de lado y abrió.
Entró en silencio, era algo más tarde de lo usual, los viernes trabajaba una hora extra porque el dinero nunca está de más. Así que al llegar a su sofá, se encontró con Yoongi durmiendo en posición fetal, abrazando el frasco con galletas que había hecho Wheein, una amiga suya, y por lo que veía, ya no quedaban.

Jimin despertó a Yoongi con cuidado, pues sabe que se siente cuando te despiertan zamarreándote, es desagradable. Yoongi abrió sus pequeños ojos lento, y cuando su vista se enfocó, se dio cuenta que Jimin, el dueño de las galletas, se encontraba justo frente a él, por lo que retrocedió, empezando a hiperventilar sin darse cuenta, sin embargo, Jimin entendió, más o menos, lo que pasaba y se sentó rápido a su lado, tomó sus manos y se miraron a los ojos.

-Mírame, y respira profundo -dijo, tratando de calmarlo- inhala y exhala, así, vas bien Yoongi.

Intentó acariciar la mejilla del chico, pues no podía evitarlo, él era una persona de mucho contacto físico, pero a penas Yoongi vió la mano acercarse a él, le dio un manotazo, asustado.

-Y-yo… -intentó decir, aún con dificultades al respirar, así que inhaló nuevamente, cerró los ojos y exhaló- yo te haré unas nuevas, las haré tal cual venían, por favor no te enojes.

Jimin, viendo que intentaba salvar su pellejo por unas simples galletas, se extrañó. Después estaba uniendo cabos, su padre ¿acaso él era así de detestable? Él se apuró en contestar.

-¡Hey!, no, no ,no. ¿De qué hablas? Está bien, Yoongi. Te dije desde el comienzo que esta era como tu casa, siéntete libre de sacar o usar lo que quieras, ¿me entiendes? -y esperaba que lo hiciera, por inercia volvió a tomar sus manos, que eran más grandes que las suyas, sin embargo no evitó que consiguiera su cometido, que era tranquilizarlo- no te haré nada malo, Yoongi.

Yoongi lo pensó, medio dudando en eso, luego dejó ir unas cuantas lágrimas y volvió a respirar con normalidad.

Jimin decidió darle algo de espació y se fue a hacer la cena, estuvo tan inmerso en sí que no reparó en la presencia de Yoongi, hasta que este mismo se acercó a él y susurró, tal vez temiendo hablar tan alto co n tanto silencio de fondo.

-Perdón, por todo, en serio.

-Ah, ¿de qué te disculpas?, no ha pasado nada de lo que te tengas que disculpar. -le sonrió, dejando a Yoongi pensativo, y añadió- ¿cenaste? Estoy haciendo lasaña, la verdad, es una de mis favoritas, ¿ a ti te gusta?

Yoongi no volvió a hablar, solo asintió, pero a Jimin no le importó y siguió cocinando al ver que el chico se sentaba en la isla de la cocina. Mientras uno esperaba, el otro tarareaba canciones al azar para hacer pasar el tiempo más rápido, le entretenía cocinar, pero teniendo en cuenta que había un hombre observándolo en todo momento le hacía sentir un poco incómodo.

Cuando por fin pudo sacar la comida del horno, los sirvió en platos grandes, ya que después de tanto trabajo había llegado con mucha hambre, y los dejó en la pequeña mesa, se dio cuenta que Yoongi todavía seguía sus movimientos y, al sentarse, lo imitó, sonriendo. Yoongi sintió que volvió al mundo, y se avergonzó tanto de haber estado observando a Jimin sin darse cuenta, que dio un pequeño salto en su silla y, sin querer, volteó un vaso, llevándolo a estrellarse en el suelo. Miró aterrado la reacción de Jimin, grande fue su sorpresa cuando el chico frente a él se reía, aunque intentaba taparse la boca para dejar de hacerlo.

-Perdón -se disculpó, muy confundido- ¿no estás enojado?

-No -dejó de reír, manteniendo su sonrisa- en realidad fue mi culpa que pasara esto, no te preocupes.

Jimin fue a buscar la escoba y una pala para poder limpiar el desastre que estaba en los pies de Yoongi, que estaba descalzo y con las piernas elevadas desde que vio los vidrios en el suelo. Intentó disculparse nuevamente, pero Jimin le dijo que comiera mientras él limpiaba, para que no se enfriara la comida. Yoongi decidió hacer caso, él sabía que siempre convenía obedecer.

Mientras empezaban a comer, con Yoongi sirviéndose otro vaso con té helado, Jimin sacó el tema a la luz.

-Tengo pasajes para ir a Daegu.

Yoongi casi se atora con la comida, ¿acaso oyó bien?

-¿Qué? -preguntó, como si fuera una broma de Jimin.

-Nos iremos, mañana en la mañana. -dijo- te hubiera dicho antes, pero en realidad los compré hace dos horas atrás.

Yoongi dejó de procesar todo, miró a Jimin detenidamente, luego su comida, después a Jimin, ahora con lágrimas queriendo recorrer sus mejillas, y él sonrió, como no lo hacía desde hace dos semanas, desde que estaban en la cocina cuando Hoseok estuvo en su hogar. Jimin creyó que el toque mágico que traía las sonrisas a Yoongi estaba en su cocina. No pudo hacer más que sonreír, la felicidad de Yoongi era contagiosa.

Tan ensimismado estaba, que cuando sintió brazos ajenos rodearle el cuerpo, no supo hacer nada más que inhalar fuerte y abrir bien los ojos. Si bien esperaba una buena reacción de Yoongi, no esperaba tenerlo casi encima suyo abrazándolo con tantas ganas. Y supo que había hecho lo correcto al querer ayudarlo.

Así que se fueron a dormir, con Yoongi repitiéndole las gracias infinidad de veces. Y por primera vez, se devoró toda la comida, considerando que esa noche le había servido doble ración, ambos estaban felices, en especial Yoongi. Jimin esperaba que al dejar al chico en su casa, siguieran manteniendo contacto.

¿Cómo habría sido haber conocido a Yoongi antes de todo lo sucedido con su padre?, ¿habría podido evitar ese gran problema?

Jimin esperaba que sí.

Ahora ambos estaban subiéndose al bus, Yoongi decidió llevar la ropa que Hoseok le había regalado en ese poco tiempo que estuvo en el departamento de Jimin. Cuando dejaron sus maletas donde correspondían y encontraron sus asientos, Yoongi avisó que iría al baño, así que Jimin se quedó a cuidar el pequeño bolso de mano que llevaban, en donde, más que nada, habían guardado comida para el viaje, que, aunque no era tan largo, ellos habían ido sin desayunar, pues se habían quedado dormidos, los dos con la excusa de haber pensado mucho en la noche.

Cuando Yoongi llegó, estaba más serio que antes, cosa que extrañó a Jimin, dejó que pasara a su asiento al lado de la ventana y se debatió si debía preguntarle. Al final se dijo que no perdía nada con intentarlo.

-¿Qué pasó, Yoongi?

El nombrado lo miró por unos segundos, luego suspiró con labios temblorosos, reteniendo lágrimas, como pudo mirar Jimin antes de que mirara hasta sus pies, tapando sus ojos con el cabello algo largo que tenía.

-Tú, eh, ¿tú crees que él… vuelva por mí? -finalizó la pregunta que no dejaba de atormentarle, quebrándose a mitad de frase, empezó a temblar levemente.

Jimin no perdió tiempo y lo abrazó con tantas ganas como pudo, besándole la cabeza, gesto que los congeló momentáneamente, pero lo dejaron pasar, Jimin realmente no podía dejar de ser cariñoso.

-Yoongi, ahora estás conmigo, después con tu familia, ninguno de nosotros te dejará en malas manos, te voy a cuidar, ¿sí? El tiempo que tu creas que sea necesario, tu familia también lo hará, ellos te aman y no dejarán que nada malo te suceda.

Jimin dejó de abrazar a Yoongi para arrancar la hoja de un cuaderno de su bolso de mano y escribir en él su número de teléfono. Luego se lo entregó a Yoongi.

-Aquí está mi número, no dudes en llamarme, aunque viva algo lejos y  no sea tu primera opción, siempre estaré para ti, ¿comprendes? -preguntó Jimin, esperando que lo hiciera, tomando con ambas manos la cara delgada de Yoongi, secando las lágrimas que lograron salir. Yoongi intentó sonreir, pero no salió del todo bien, así que escondió su rostro entre el hombro de Jimin y su cuello, esperando que en este momento no le importe que esté ahí.

Jimin sacó unos audífonos y su celular, empezó a buscar música y seleccionó una tranquilizante, se puso uno en el oído y el otro se lo dio a Yoongi, quién comprendió de inmediato y se lo puso en la oreja correspondiente.

Estuvieron de ese modo hasta que la canción cambió a otra completamente distinta, una de un rapero, pero no cualquiera, uno de los favoritos de Yoongi.

-¿Acaso te gusta Kanye? -preguntó, asombrado. Hace tanto que no lo escuchaba que se sentía como escucharlo por primera vez.

-Sí, algo, la verdad. Su música es muy buena, pero el tipo no me cae, hay algo en su actitud arrogante que no me hace tolerarlo del todo. -rió, observando a Yoongi, quien se cohibió un poco.

-Bueno, la música que haga es lo importante, ¿no? -sonrió, acercando su mano a la de Jimin, casi tomándola, casi.

Retiró su mano y se acomodó recto en su asiento.

-Tienes razón, ¿sabes?, no crei que te gustara ese tipo de música. -admitió Jimin. Yoongi se veía alguien más tranquilo, pacífico es la palabra exacta que lo describe.

-Me encanta el rap, la verdad. Es algo único. -rió feliz, recordando su adolescencia.

-Me gusta verte así. -habló Jimin, sin darse cuenta de que salía de su boca-. Tan feliz.

Yoongi se tensó un poco, pero sonrió, una sonrisa de verdad, de esas que, sin saber, a Jimin le estaban haciendo un daño irreparable.

Ambos fueron en su viaje hablando de temas banales, desayunando, disfrutando del paisaje, y lo más importante con sonrisas contadas, pero reales.

Yoongi estaba apreciando el tiempo con Jimin, y viceversa. Tan así que los encargados en el bus tuvieron que avisarles que ya habían llegado a su destino.

Jimin llamó un taxi, cuando subieron al auto, el miró a Yoongi, quien tuvo que dar la dirección de su casa, un tanto avergonzado, porque su hogar no era muy grande que digamos, su familia era algo pobre, pero era una realidad que él ya aceptaba.

Salieron del auto, no sin antes pagar al taxista, y caminaron hasta la casa pequeña de color amarillo que se encontraba ahí. Jimin sintió como era jalado hacía atrás por una mano firme, pero temblorosa. Giró y se encontró a Yoongi, temblando igual que su mano, pero no sabía si de emoción, de tristeza, de nervios o de felicidad. Luego se dio cuenta que era de todo ello mezclado.

-No sabes lo agradecido que estoy contigo, Jimin. Yo, realmente no tengo palabras por todo lo que haz hecho por mí. -Yoongi no era bueno agradeciendo, o lo que sea que tuviera que ver con hablar, él simplemente no era bueno hablando, así que solo con el comienzo de su conversación se estaba trabando tanto como se podía, asi que Jimin entendió y tan solo lo abrazó, un abrazo de suerte, pero no de despedida, Yoongi tenía su número después de todo.

Solo esperaba que le hablara cuando sea, lo más pronto posible.

Yoongi necesitaba de ese abrazo, se armó de valor y golpeó la puerta con sus nudillos helados.

Y la puerta se abrió

Superhero • Jimsu • Donde viven las historias. Descúbrelo ahora