La equitación era un deporte que la condesa me había instruido y me había hecho el hábito de hacer, toda la vida.Afortunadamente siempre se me dio a la perfección, y además disfrutaba el tiempo montando a caballo. Era el único momento en el día en el que podía sentirme libre, y tranquila.
En mi cumpleaños dieciséis la condesa me había regalado mi primera yegua que decidí nombrar como Venus. Una yegua de porte exuberante y pelaje dorado. A partir de ese día, Venus había sido mi compañera de aventuras diarias.
Bajo de la yegua y me sacudo mis leggins blancos. Enseguida se acerca uno de los trabajadores para tomar las riendas de Venus y llevarla al establo. Camino de vuelta a la gran mansión de la Condesa, y como es usual, el personal iba y venía en un constante ajetreo por toda la casona.
Ayer habían dado de alta a la condesa, y por supuesto, el personal sabía que debían mantener la casa siempre limpia, para evitar alguna alergia en la condesa. La casa era grandísima para las personas que la habitábamos, por lo que el polvo era bastante usual de ver.
— Lady Lena —me saluda una de las chicas que se encargaba de atenderme—. Su baño de burbujas la está esperando, justo como le gusta.
— Te agradezco Cristal, definitivamente necesito un baño.
Camino a la habitación y me dirijo al baño, me deshago de mis prendas y me apresuro a meterme a la bañera. El agua caliente abraza mi cuerpo, cierro mis ojos y me permito relajarme unos minutos.
Sin embargo termino dormida.
— ¡Le-le no te vayas! —un par de niñas castañas gritaban con lágrimas en los ojos mientras sus pequeñas manos se aferraban con fuerza a mi cintura.
— Tengo que hacerlo —susurro con la mirada hacia el suelo. Por supuesto que no quería irme, por supuesto que lo sufría igual o más que aquel par de niñas.
— Nos vamos —sentencia una voz a mi lado, levanto la mirada sólo para despedirme. Otro chico más grande se acerca de prisa a mi y me envuelve en un abrazo.
— No olvides de dónde vienes, ni lo que eres. Iré por ti, es una promesa —murmura en mi oreja, y después besa mi cabeza y obliga al par de pequeñas a desprenderse de mi cuerpo.
Me levanto de golpe.
Mi corazón late con rapidez.
Mis mejillas sienten frío y cuándo toco, están húmedas. ¿Lloré? ¿lloré por un sueño?
Me limpio las mejillas e intento relajarme.
No pierdo más el tiempo y termino de asearme, envuelvo mi cuerpo en la bata blanca de baño y me apresuro a salir a la habitación para cambiarme.
Era la primera vez que soñaba algo así. Desconocía si tal vez se tratara de los recuerdos de alguna vida pasada o simplemente una fantasía del subconsciente.
Me pongo mi pijama de satín y cepillo suavemente mi cabello, dándome consuelo. No sabía porqué pero aquel sueño me hace sentir decaída y deprimida.
Decido acostarme en la cama y permitirme descansar
Al día siguiente me despierto antes de que sonara la alarma, así que me encargo de apagarla y me levanto a vestirme. Un jean de mezclilla oscura, un body beige y un saco azul claro, que combino con unas zapatillas beige mate. Cepillo mi cabello y me perfumo antes de bajar a la cocina, donde me encuentro con James desayunando, quién en cuanto me ve se pone de pie.