O1.

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— Ya es el segundo año que vengo aquí y todavía hay miradas curiosas. ¿Sabes por qué, James?

— Si no fuese porque es la nieta de una Condesa y parte de la familia real, ni por la cabeza me pasaría un porqué.

— Tenemos casi la misma edad, James, deja de martirizarme llamándome de «usted» —doy un trago a mi vaso de café evitando arrugar el entrecejo.

Una jovencita cómo tú Lena, jamás debe arrugar el entrecejo. Recuerdo las palabras de la Condesa repetirse en mi cabeza. 

— Es la costumbre, Lena.

— Pues te ordeno te desacostumbres.

Caminamos el resto del trayecto hacia la nueva aula en silencio.

Por lo general así era siempre, James se mantenía como la sombra que se me había sido otorgada por ordenes de la Condesa y yo, ensimismada en mis pensamientos.

A los veintidós lo conocí, James se presentó con veintiséis años y un estilo muy parecido al de Zack Efron en High School Musical. Gracias a dios y a la condesa que se había decidido cortar aquella horrible melena castaña.

— No es como si fuese tampoco la mismísima reina, o Emilia Clark —añado, en medio del silencio sepulcral de nuestra caminata.

— ¿Y qué puedo hacer por ti? —inquiere él acomodándo las carpetas bajo su brazo.

— Quedarte en el coche, o sentarte por allí. No es necesario que me sigas como la sombra que eres.

— Sabes que si la condesa...

— La condesa no tiene porqué enterarse. Además este es un colegio prestigiado, dudo mucho que anden por allí paseándose asesinos en serie u otros delincuentes natos. Te veo en la salida —zanjo de inmediato. Intercambio el vaso de café por una de las carpetas de James y me apresuro a entrar al aula.

Tomo asiento en el tercer asiento de la primer fila y me quedo con la mirada perdida en mis uñas. Alguien camina y toma asiento en la silla de adelante, sé por su fragancia que es un chico pero solo hasta que voltea es cuando puedo ver su rostro. Tiene las cejas gruesas, unos ojos curiosos azules, nariz recta y unos labios medios.

Discúlpame si no es la descripción que esperabas leer pero poco sé sobre describir facciones y, además no quería que me atrapase mirándolo de más.

— ¿Nueva? —inquiere examinándome con su mirada.

— No, ya es mi segundo año aquí.

— ¿Enserio? Jamás te había visto antes y una belleza parecida no la olvidaría jamás —halaga con una sonrisa coqueta. A través de sus labios alcanzo a ver sus líneas de dientes bien posicionados, correspondo la sonrisa pero un poco, —bastante— menos ancha que la de él.

— Lena Bowes —me presento. El rubio se queda sumergido en una expresión pensativa.

— Bowes —repite—, de algún lado lo conozco ¿no? —me encojo de hombros.

— Un apellido común.

— Tienes razón —asiente—, aunque debes tener dinero para estar aquí ¿no?

Mi hermano perdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora