Capítulo 1

152 20 7
                                    

Pasillos vacíos. Perfecto.

Un pie dentro de la Academia, y ya sentía la adrenalina correr por mis venas.

¡Tan cerca de pasar el primer obstáculo!

Y es que nunca antes lo había logrado; el escaparme del Mundo E era demasiado difícil, para no decir imposible.

La población era únicamente de chicas. Las faldas eran obligatorias. Todo era rosa, rosa y más rosa. Me volvería loca si no pudiera salir al menos por la noche, por oír siempre voces chillonas, todas hablando siempre de lo mismo, por tener que cerrar las piernas en todo momento, por matar el tiempo con cosas tan aburridas como tejer, limpiar y cocinar para las tutoras.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo, al recordarlas a todas ellas. Dios, cómo las odiaba.

Ajusté la capucha de mi chaqueta negra, a juego con los pantalones ceñidos y por las caderas.

Acababa de cumplir quince, y como regalo, pedí ser un chico.

Madame Bonne-Fortune, por muy mágica que fuera, no podía cambiarme el sexo, pero quería hacerme feliz, así que me ofreció una salida para recorrer la Academia.

Cuando fui, aproveché de aprender su estructura de memoria, ver sus fortalezas y debilidades, y también a los estudiantes, que obvio eran todos varones. Los estudié minuciosamente, desde sus palabras hasta sus gestos. Interesantes especímenes.

Esa misma noche, al volver de la Academia, entré a hurtadillas al cuarto de Madame Bonne-Fortune, buscando sólo una cosa: El tomo de lo Azul, un libraco lleno de pócimas, enfermedades mágicas, demonios y demás cosas que al parecer debían saber de memoria los hechiceros como Madame. Encontré lo que buscaba en la página mil quinientos, luego de leer el resto.

"Hechizo de transfiguración:

Ofrece al usuario un perfecto disfraz que mostrará los rasgos pedidos durante el tiempo que se solicite."

Lo preparé, y aunque ahí decía que todos me verían como un chico, Madame no. Me veía igual.
Según el libro, los hechiceros tenían El Ojo, lo que les permitía retirar encantamientos sin siquiera percibirlos.

Pero eso no importaba ya.

Un paso más...

¡Estaba dentro!

Toqué con una mano ligeramente temblorosa la puerta de la sala que estaba segura, me correspondía.

Veinte cabezas masculinas se volvieron hacia mi. Iba a mirar al suelo, sonrojarme, sin embargo, me dije que eso no levantaría sospechas.

- Hola– saludó el profesor– ¿Es usted alumno nuevo? ¿Está inscrito?

Asentí.

-¿Qué pasa, acaso eres mudo, marica?- gritó uno de los chicos y todos le celebraron el chiste.

Yo lo miré directamente a los ojos y respondí con señas.

« Si, soy mudo, ¿algún otro comentario? »

Todos callaron.

Estaba saliendo mejor de lo que creía.

–Puede sentarse, señor. Pero por favor; capuchas fuera.

Asentí y retiré el gorro.

Había tenido que sacrificar mi largo cabello castaño, ya que ese era uno de los rasgos que el hechizo no podía ocultar. Estaba rapada casi al cien por ciento, pero la verdad no me importaba.

- ¿Su nombre, por favor? - pidió poco después el profesor.

Hice unas letras con signos, sin embargo, el hombre pareció no entender. Me tendió una pequeña pizarra con un marcador azul. Escribí cuidadosa y lentamente mi nuevo nombre;

« Cleandro »

****

Las clases transcurrieron de una forma que al parecer era normal, cada tema me pareció interesante a su manera, desde Biología del corazón humano hasta Latín Avanzado.

A la salida, todos se volvieron auténticos animales, al llamarse a gritos y empujarse para salir primeros, las risas estruendosas y los andares desgarbados, sin embargo, no extrañaba las risitas de mis compañeras exiliadas, ni tampoco el ruido de sus tacones chocando contra el cemento al caminar.

Uno de los alumnos me chocó e hizo que mis cuadernos volaran lejos. Le lancé una mirada furibunda y me agaché a recogerlos. Él se apresuró a ayudarme.

- Lo siento mucho, de verdad. Soy Andrew.

« Cleandro »

- Eres el nuevo Cupido.

«Pues sí. Linda bienvenida el tirarme las cosas. »

- Ya dije que lo sentía.

« Como sea. Tengo que volver »

-¿Qué tal si...vamos juntos en el autobús?- se veía muy nervioso. Asentí y subimos.

Tendría que bajarme unas calles antes para no hacer sospechar a nadie que iba al Mundo E.

-Y...

Andrew parecía desesperado por hallar un tema de conversación.

Lo observé detenidamente.

Su cabello era rubio, de un tono prácticamente dorado, como miel brillando a la luz del sol. Su piel era muy pálida, y sus ojos de un castaño claro. De estatura normal, unos centímetros más alto que yo, delgado, sonriente y con una tendencia a acariciarse la palma de la mano con el dedo medio y el anular. Al parecer un acto inconsciente. Desprendía energía positiva, se sentía su aura vibrar de un modo curioso.

Él era un chico curioso.

Al parecer llevaba un rato farfullando solo, pero cuando lo miré directo a los ojos, calló de inmediato. Sus labios eran finos, con una forma de corazón que ya quisiera tuvieran los míos.

- Primera parada- anunció el conductor.

Me levanté y me despedí con un gesto de Andrew, que me miraba como mira un niño a su madre cuando esta le quita un dulce. Una mezcla de tristeza, impotencia y quizá rabia.

¿No quería que me fuera? ¿Se reprochaba el no haber mantenido una conversación conmigo? Quizá sólo se había acordado de algo que debía haberme dicho.

No lo sé. Primer día siendo Cleandro, y ya tenía mucho en qué pensar.

Q-pido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora