CAPITULO 1

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     El príncipe heredero Jorge blanco, del reino de Montebianco, se sentó ante un antiguo escritorio del siglo XIV(14) y revisó una pila de documentos que su secretaria le había llevado. Una mirada a su reloj le indicó que le quedaban unas horas antes de tener que vestirse y asistir a una cena de estado para celebrar su compromiso con la princesa de un país vecino.

Jorge se aflojó el cuello de la camisa. ¿Por qué la idea de casarse con la princesa Stephie le hacía sentir como si se estuviera ahogando?

Recientemente, muchas cosas habían cambiado en su vida. hacía un par de meses, era un joven príncipe playboy. Un príncipe con una nueva amante cada semana y con nada más interesante que hacer que decidir a qué fiesta acudir cada noche. Aunque no era del todo cierto, era así como a la prensa le gustaba describirlo. Había permitido que lo hicieran para que tuvieran escándalos que publicar. Cualquier cosa por desviar su atención de su hermano

Chris había sido el mayor, el delicado, el legítimo, el hermano al que Jorge había pasado su infancia protegiendo. Al final no había podido protegerlo de sí mismo de su decisión de lanzarse al vacío de un acantilado con su Ferrari.

Echaba mucho de menos a Chris. A su vez, estaba enfadado con él por haber elegido aquel final, por no haber podido enfrentarse a sus demonios y por no haber confiado a Jorge aquel secreto que había guardado durante años. Jorge habría movido montañas por Chris si lo hubiera sabido

-Jorge: ¡Basta!-se dijo a él en voz alta y se concentró en los papeles

Nada le devolvería a Chris. Ahora, él era el príncipe y, aunque era ilegítimo, la constitución de Montebianco, le permitiría heredar. En la actualidad, y con la medicina moderna, no había ninguna duda de su origen: los hombres Blanco siempre parecían sacados del mismo molde.

Sólo la reina tatiana se mostraba contraria al nuevo estatus de Jorge. Aunque siempre había reprobado su vida. Nada de lo que hiciera le parecía bien. Había intentado agradable de niño, pero siempre lo había ignorado. Ahora de adulto, lo entendía. Su presencia le recordaba que su esposo le había sido infiel.

Después de la muerte de su madre, Jorge se había mudado a vivir al palacio y la reina lo había visto como una amenaza. El hecho de que ahora fuera el príncipe heredero no hacía más que intensificar el dolor, recordándole lo que había perdido. En homenaje a su hermano estaba dispuesto a cumplir su deber como príncipe heredero como mejor pudiera. Era la mejor manera de honrar la memoria de su hermano.

Unos golpes en la puerta lo sacaron de sus pensamientos.

-Jorge: Pase.

- El comandante de la policía ha enviado un mensajero, Alteza-dijo su secretaria.

-Jorge: Lo recibiré-replicó.

Un minuto más tarde, un hombre uniformado apareció e hizo una reverencia.

-mensajero: Su Alteza serena, el comandante os envía sus saludos.

Jorge contuvo su impaciencia mientras el hombre recitaba los saludos rituales y sus deseos de buena salud y felicidad.

-Jorge: ¿Cuál es el mensaje?-preguntó algo irritado, una vez cumplidas las formalidades.

A pesar de que supervisar a las fuerzas policiales era unos de sus deberes como príncipe heredero, era un cargo más simbólico que otra cosa. Había algo extraño en que el comandante quisiera comunicarle algo.

Ridículo. Debía de ser la pérdida de su libertad lo que le hacía tener aquella sensación de incomodidad.

El hombre se echó la mano al bolsillo interior y sacó un sobre.

Heredero perdido♠ *Jortini*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora