CAPITULO 2

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     Martina se incorporó en el catre, asustada. ¿Dónde estaba? ¿Por qué tenía tanto frío?

Unos segundos más tarde, recordó. La fina manta con la que se protegía no abrigaba lo suficiente. Se pasó las manos por el pelo y se levantó, abrazándose para resguardarse de las húmedas paredes mientras la noche caía sobre la ciudad. ¿Cómo había conseguido dormirse después de su encuentro con Jorge? Le escocían los ojos y estaba cansada. Su cabeza retumbaba. Había llorado tanto que tenía migraña, aunque ya se le estaba pasando. El sueño le había ayudado a aliviarla.

El súbito sonido de la puerta metálica al fondo del corredor la sobresaltó. Su corazón se desbocó y retrocedió hasta la pared de la celda. Una bombilla le proporcionaba la escasa luz con la que contaba y entrecerró los ojos para distinguir en la oscuridad del otro lado de los barrotes. Una figura apareció y metió una llave en la cerradura. La puerta se abrió justo cuando distinguió en uniforme de un agente de la policía de Montebianco.

-Agente: Venga conmigo, signorina.dijo el hombre.

-Martina: ¿Adónde me lleva?

-Agente: Vamos. —dijo el hombre, poniéndose en marcha.

El policía la condujo hasta las estancias iluminadas que había sobre las viejas celdas. Antes de que pudiera acostumbrarse a la luz, había salido al frío de la noche. Una limusina se detuvo junto a la salida y un chófer uniformado le abrió la puerta.

Martina titubeó.

-Agente: Por favor. —le dijo el policía, señalándole el coche.

Se quedó pensativa mirando hacia las puertas de hierro que daban a la calle. Por allí no había vía de escape, así que se subió al coche mientras consideraba otras posibilidades. La puerta se cerró tras ella y un minuto más tarde el coche se mezcló con el tráfico. Sus preguntas acerca de dónde iban no traspasaron el cristal que la separaba del conductor, así que se acomodó en el asiento de cuero y contempló las luces de la ciudad mientras planeaba su escapada.

Martina tomó la manilla de la puerta con su mano húmeda. Cuando el coche se detuvo en un semáforo, tiró con la pretensión de huir y desaparecer en la noche antes de que el conductor pudiera parpadear. La puerta estaba cerrada. Tiró con fuerza una y otra vez, pero no pudo abrir. El conductor ni siquiera se giró a mirarla. El coche se puso en marcha de nuevo y unas lágrimas de frustración asomaron a sus ojos.

Enseguida pasaron bajo un arco y entraron en un patio. El coche se detuvo. Martina respiró hondo antes de que su puerta se abriera. No estaba dispuesta a mostrarse desesperada. Era más fuerte de lo que Jorge se imaginaba. Tenía que serio.

Un hombre vestido con un uniforme colorido le hizo un gesto. Fue entonces cuando cayó en la cuenta de que habían llegado al palacio Blanco, la fortaleza árabe que se ubicaba en el punto más elevado de la ciudad. Rodeada de muros blancos, desde allí se disfrutaba de unas increíbles vistas sobre el mar. No había dejado de contemplarla durante dos días, preguntándose si Jorge estaría allí y si alguna vez pensaba en ella.

Sin perder el tiempo fue conducida a través de una puerta y una serie de pasillos hasta llegar a una puerta doble dorada. El guardia del palacio llamó a la puerta y dijo algo en italiano. Unos segundos después, una voz contestó y las puertas se abrieron.

Al cruzar el umbral, Martina sintió que la sangre se le subía a la cabeza. La estancia estaba llena de arcos árabes, mosaicos, antigüedades, artesanías de valor incalculable y tapices. Sólo los adornos de oro eran suficientes para pagar la universidad de Danny, fuera cual fuese la universidad que escogiese para estudiar. Al reparar en todo aquello, no pudo evitar sentirse abrumada.

Heredero perdido♠ *Jortini*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora