Habitación 316

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El suéter tejido en punto suelto, le recordó a las prendas de ropa que solía vestir cuando asistía a la universidad. Ahora, las camisetas holgadas y los chalecos de lana suave eran reemplazados por camisas blancas e impolutas; colleras de diseño delicado, y corbatas grises.

El traje azul que llevaba ese día le resultaba particularmente incómodo; la estrategia de combatir el estrés a base de pesas y rutinas de gimnasio iba a terminar liquidando a su guardarropa completo si seguía aumentando su musculatura al ritmo que llevaba. Podía sentir por sobre su piel morena, la tensión de la tela almidonada en la espalda; amenazando con desgarrarse en cualquier momento. Soltó un bufido grave, de insatisfacción absoluta; y siguió perdido en la silueta delgada del muchacho peliplateado.

La sonrisa enigmática le hizo pensar en su primer amor. Era una chica hermosa, de cabello castaño y corto; ojos almendrados, y dulce personalidad. Todo había terminado con un rompimiento tranquilo.

Y un descubrimiento inesperado acerca de sus atracciones románticas.

Daichi lo miraba de reojo. Por el contrario, el muchacho lo observaba directamente, sin titubear y sin reparo alguno. Desde que chocaron miradas en el desayuno del lunes anterior, una rutina extraña se había ido desarrollando entre ambos. Extraña y tremendamente atractiva.

 Extraña y tremendamente atractiva

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El moreno había comenzado desde abajo en su actual trabajo. Como todo buen estudiante, sus inicios habían sido como ayudante de los profesores; había salvado a uno que otro de los chicos en grados menores que él haciendo tutorías; y cuando llegó la hora cercana a la graduación, trató de participar en la mayor cantidad de actividades que fueran a beneficiarle en un futuro. Se explotó a si mismo por aproximadamente un año y medio exigiéndole lo máximo a su cuerpo y a todo lo que su capacidad intelectual daba.

No alcanzó a darse cuenta cuando ya tenía el diploma de título entre las manos; un ramo de flores enorme entre los brazos; y el birrete de color azul marino sobre su cabello negro. Sus padres lo miraron orgullosos; y una oportunidad de empleo en Tokio lo había sorprendido tremendamente tan sólo un día después de todas las ceremonias de graduación.

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