En diciembre no hay noche buena

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mientras Eliana solo quería tener un libro con animaciones para distraerse. Su familia se conformaba por su madre que en toda su vida teníamos más de quince hijos si algunos no hubiesen muerto al nacer ya otros no los habían abortado, solo quedaban cinco con vida, Eliana que tenía doce años, Eduardo que tenía apenas ocho años , Brillit con sus dos años, Katia que tenía sus veinticuatro años y era madre de dos hijos que no pasaban los siete años, Laura que se encontraba en su agobiante adolescencia vestía con la mejor ropa lavada que tenía para poder atraer las miradas de otros chicos , esto le hizo avergonzarse cuando su madre le pedía que ayudara a Eliana en su trabajo, renegaba y desapareció todo el día para que no molestaran. El marido de Katia vivía en la misma casa pero solo estaba al final del mes cuando regresaba de su trabajo como pescador junto a su suegro. Al venir, estos dos apenas daban unos pocos centavos para la comida que duraría una semana y los medios, el resto lo gastaban en tragos y prostíbulos, ahora que Katia tenía dos hijos se había descuidado físicamente y su silueta de muñeca de porcelana se desfiguró al de una señora sucia y mantecosa con los dientes amarillos y huecos que se comenzaban a caer, las únicas veces que su marido la miraba como algo sexual era cuando tenía todos sus sentidos desordenados por el alcohol; el padre de los cinco hermanos hizo casi lo mismo, pero era por despecho después de saber que su mujer se sentó con otros hombres en su ausencia, hasta llegó a pensar que alguno de sus hijos no eran suyos, fue algo que nunca pudo superar. La casa donde vivían era grande pero pobre, las esteras estaban viejas, el cerco del baño estaba cayendo a pedazos y de los cuartos también, a veces el marido de Katia miraba a Laura cambiarse y se masturbaba en silencio, tanto era su excitación que a veces cuando todos estaban durmiendo, él entraba al cuarto sin puerta de Laura, ella se sentía durmiendo como una roca y ni un temblor la despertaba, en silencio sacaba su miembro totalmente erecto y lo rosaba en los labios de Laura, luego le comenzaba a tocar desesperado el cuerpo mientras se masturbaba con sigilo hasta correrse, en las mañanas Laura, que aún no sabía exactamente que es lo que es acostarse con un hombre, se preguntaba vagamente qué eran esas manchas mojadas que aparecían muchas veces en el suelo de su cuarto cuando despertaba, "bingo con sus vecinas y su madre.

El pequeño Eduardo solía jugar con los demás muchachos que vivían por su barrio, cuando tenía hambre y no tenía que comer se paseaba por su calle y al ver a sus vecinos comiendo en sus casas cómodas y brillantes se tragaba la saliva, en su inocencia se dejaba llevar por las ganas y se acercaba a una casa con la puerta abierta, miraba en la sala el televisor prendido y entraba sin pedir permiso, el dueño de la casa que estaba sentado en su gran sofá lo miraba con lástima, luego lo invitaba a comer las sobras de su almuerzo, Eduardo comía desesperado frente a los hijos del vecino que lo miraban con desprecio y envidia viendo cómo su padre dio más cariño a aquel muchacho antes de que ellos, el niño salió diciendo gracias pensando en el día siguiente bueno volver y así lo hice pero para su sorpresa, al querer entrar,la esposa del vecino le cerró la puerta en la cara y entonces se retiró del lugar triste y hambriento, escuchando con dificultad lo que la señora dijo "que no se vayan a acostumbrar estos chiquillos mugrientos a que le regalemos comida", en otra oportunidad Le hicieron lo mismo, pero aquella vez ni siquiera entraron en una casa, solo quedaron apoyados en el marco de una ventana viendo los dibujos que miraba otro niño, sin embargo cuando algo le resultó gracioso, terminaron siendo carcajadas, el niño que estaba dentro de la casa con el control se dio cuenta que Eduardo estaba viendo también el programa desde la ventana, se calculó entró a su cocina, y en un momento salió la madre, Eduardo que se concentró desde afuera de la casa asomado viendo lo que el otro niño había puesto, un capítulo de "el correcaminos ", la señora cerró la ventana estrepitosamente para ahuyentar a Eduardo como si fuera un perro y al hacer eso terminó golpeando la cara, Eduardo tras la confusión del golpe y la interrupción del dibujo, no aguantó más y terminó llorando de cólera de no tener un televisor en su casa, y la rabia que le dio la señora, se limpió las lágrimas, agarró una piedra en el tamaño de su mano y la tiró con fuerza hacia la casa, al chocar la piedra en la puerta, Eduardo corrió del susto y no volvió a pasar por ese lugar en mucho tiempo.

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⏰ Última actualización: Oct 30, 2019 ⏰

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