El tiempo fue siguiendo su curso, y la confianza entre nosotros aumentó. Ya los cuerpos dejaron de estar distantes, ahora había cierto trato familiar entre nosotros, Circe se recostaba en mi falda cuando nos tirábamos en el sillón a estudiar. A veces, se dormía y yo rozaba sus cabellos con mis dedos, la sensación de calidez que me transmitía ese pequeño gesto rayaba lo insano.
Confieso que en las noches iba a su habitación y lo miraba dormir. En una noche cualquiera me atreví a entrar a su alcoba, apenas mis ojos llegaron a encontrar su rostro gracias al rayo de luna que entraba por la ventana abierta y que justo iluminó todo mi caminó hasta su cama. Allí observe su rostro con más lentitud, deteniéndome en cada pequeño y diminuto aspecto de su piel que lo hacía aún más bello… más apetecible, con eso en la mente, mis ojos que hasta ese momento navegaban sin orientación por toda la longitud de ese cuerpo que descansaba plácidamente sin necesidad de esconderlo bajo las sábanas blancas, trague saliva cuando mi mirada se detuvo en sus labios tentadores como fruta de estación, bajo estragos de su encanto, y cómo sí fuera un dios que se materializaba ante mí, me arrodille para profesarle mi adoración eterna. No, no pude quedarme con tan sólo observarle, necesitaba más, anhelaba rozar mis labios con los de ese pequeño dios, y como ya mi mente estaba como alcoholizada, cerré la brecha entre nuestros rostros para besarle de manera prohibida, tal y cómo hizo el ladrón del fuego de los dioses.
Sí yo era Prometeo, entonces, Circe era mi Apolo… mi perfecto dios.
La culpa me persiguió varios días, ya que somos dos Omegas. Todo lo que estaba experimentando era en contra de la naturaleza, de las relaciones normales, intente ocultar lo que me sucedía para continuar con nuestra dinámica amistosa. Decidí que lo que sentí esa noche iba a quedar bien enterrado en mi memoria.
Estábamos llegando a fin de año. En una cálida noche de viernes, cuando volvía tarde de trabajar, sentí ruidos dentro de la casa como a cosas que se estampan contra la pared haciéndose añicos en el proceso. Venían de la planta alta, tomé una sartén y me encaminé hacia allí, pensando que podría ser un ladrón. Desee que Circe no estuviera en grave peligro. Los ruidos, efectivamente, provenían de su habitación. Cuando entre, para mí sorpresa, todos los muebles estaban fuera de lugar y algunas cosas destruidas en el piso, y Circe me miró sin esconder su estado de desnudez, respiraba de manera entrecortada, su piel estaba como afiebrada, pude notar pequeños brillos de sudor en su frente. Mi presencia no lo intimidaba, en esos instantes él se abalanzo sobre mi, y me abrazo con fuerza. Pegó su rostro a mi pecho y sentí como mi camisa se empezaba a humedecer. Supe que lloraba, me atreví a corresponderle el abrazo, Circe reaccionó inmediatamente, y sin que yo le preguntará el motivo, me respondió.
- “Es mi celo, por favor ayúdame, me duele. El domingo tengo el concierto de cierre del año, y así no me puedo concentrar”.
- “Buscaré supresores”
Intente despegarme y romper el abrazo, cosa que no fue posible, ya que ahora él me agarraba con más presión que antes.
- “¡No sirve! Me tome uno, hasta me inyecte otro. Hace más de un año que vengo cortando mis celos para poder tocar, y este no quiere acabar”- una de sus manos buscó con necesidad exponer una parte de mi piel, apartando la camiseta de mi pantalón- “Sí tengo sexo será más fácil y para el domingo estaré bien”.
- “Pero, aquí no hay un alfa o un beta que pueda servirte, y dudó que tu madre quiera eso”- llegue a conjugar entre tartamudeos nerviosos ya que la yema de sus dedos acarició la piel de mi espalda-
- “No importa, te quiero a ti. Mis amigas Omegas Alicia y Carolina pasan sus celos juntas, se reconfortan entre ellas y así se sienten mucho más seguras. Además, si voy el domingo apestando a feromonas de celo mi profesor alfa de canto avanzado, que opina que los Omegas como yo sólo sirven para ser cogidos sobre el piano, me terminará violando como ejemplo. Él me acosa continuamente”.
Sin darme tiempo para cavilar una respuesta, o encontrar una solución normal, me beso en un principio suave, juntando nuestros labios esperando el momento que los míos le correspondieran. Intenté con todas mis fuerzas mantenerme fuerte, racional y hasta me fui repitiendo que esto estaba mal. Una mordida juguetona llena de deseo sobre mi labio inferior hizo que yo cerrará los ojos y me rindiera a él. Su beso paso a profundizarse más cuando mis labios se separaron lo suficiente, para qué su lengua entrara e hiciera un vals dentro de mi boca. Sus manos inquietas jugaron sobre la zona de mi cinturón, apoyando su palma sobre toda la extensión. Me encendí de inmediato ante ese roce, pero aún me quedaba vestigios de poder negarme, intenté retirarlas logrando que Circe rompiera con el beso, tomando la distancia suficiente para continuar yo sintiendo como su dulce aliento chocaba en mi piel. Un ronroneo mezclado con una orden imperativa salió de su garganta, un tono que nunca había oído de él.
- “Te necesito”.
Puso sus manos alrededor de mi cuello, y sin apartar su mirada en ningún momento me arrastró hasta que su espalda tocará la pared que daba a la puerta del pasillo.
- “Por favor”
Un ruego que me sonó a una bella melodía, a una canción que debíamos de nosotros ponerle letra. Mi cuerpo desistió ante ese pedido, Circe me necesitaba y mi cuerpo reacciono inmediatamente. Caí de rodillas como un pecador (penitente no se que mejor), recibiendo una caricia previa en mi rostro, tan sutil y gratificante, que hizo que todo se volviera ceremonioso. Mirando a esos ojos azules besé con adoración toda la extensión de su pene, recibiendo por parte de él un brillo de placer y me complací al saber que yo era quién le despertaba esos deseos. Mi boca se abrió y recibió todo el dolor y malestar que estaba sufriendo, yo iba a ser su medicamento y salvación. Cerré los ojos y disfruté los gemidos que llegaban a mis tímpanos, sentí el movimiento de sus caderas que buscaban acoplarse al movimiento de mi cabeza. Circe me hizo sentir que era yo el director, quién llevaba el ritmo, quién lograba sacarle las mejores notas y dar lo mejor de sí. Mi mano derecha, la monstruosa, acaricio por dónde mi boca no llegaba, dándole tanto placer que un gemido ahogado dio fin al primer acto. Tragué hasta la última gota de semen, y recibí entre mis brazos el cuerpo semi agotado de mi dios quién luego tomó mi barbilla apartándola la distancia considerable para así besar la zona de mi cuello. Sin decir más palabras, me fue sacando lentamente las prendas, dejando pequeños besos castos sobre mi piel. Ya desnudos y deseosos de continuar, nuestros cuerpos cayeron sobre el colchón y en un apasionado 69 nos masturbamos nuestras entradas primero un dedo, dos dedos, tres dedos, hasta ya no saber cuántos habían entrado. Sus largos dedos de pianista me hicieron casi ver las estrellas, supe ahí el porque me había sentido celoso del piano, inconscientemente también quería ser afinado y tocado por esos dedos hábiles.
Lo que vino a continuación no lo esperaba, Circe aún con hambre y no satisfecho en sólo manipular lenta y gozosamente mi prepucio y mi ano, busco otra forma de acabar con su celo. Rompió la posición en que estábamos, para observarme de arriba abajo, y me dijo con su voz entrecortada, agitada, y ronca:
- “¿Puedo penetrarte?”
Mi respuesta normal sería que no, porque Circe es un omega, y como omegas nuestro instinto nos exige ser penetrados, no lo contrario. Mis dudas murieron ahí, porque ambos estábamos fuera de toda regla. Asentí, definitivamente, quería ser tomado por él. Mientras él se posicionaba sobre mí, una duda nació fugazmente en mi cabeza, una preocupación por no estar tomando anticonceptivos en todo ese tiempo de viudez, pero esa duda murió a los segundos, sólo éramos dos Omegas consolándonos mutuamente.
Sus manos acariciaron mi cabello, despejando todas mis dudas que me aquejaban. Con una sonrisa que me prometía que todo iba a estar bien, me fue penetrando con lentitud cómo sí tuviera miedo de romperme. Le agradecí apoyando mi frente sobre su hombro, notando que él aún estaba libre de cualquier marca, abrí los ojos completamente cuando empezó con sus sacudidas. Gracias a que ambos estábamos tan cerca del otro, pude sentir como nuestros gemidos se iban acoplando en una perfecta y deliciosa melodía, formando notas agudas de placer. En un momento sus ojos y su boca se abrieron de par en par y así supe que se vendría dentro mío.
Con solo la visión de su bello rostro complacido junto con un beso suave, hizo que yo también lo siquiera en el camino del placer.
Su concierto fue un éxito, lo acompañe en todo momento para que ese profesor no se le acercara. Por mi aspecto, él debe haber creído que era un beta cortejando a Circe. Cuando se me acercó a medir la situación, y desconociéndome a mí mismo le amenace al oído que sí no lo dejaba en paz a Circe, yo lo mataría. Para que supiera que iba en serio le hice ver lo que llevaba bajo la chaqueta, la vieja arma reglamentaria de Marcos sin balas, por supuesto.
Increíble las cosas que uno hace por amor.
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Omega + Omega - Alfa
Werewolf"Cuando un alfa unido a un omega muere, lo habitual es que el omega muera. Sentenció ese sicologo alfa como si fuera una afirmacion veraz y contundente. Eliseo ahora se encuentra solo. No desea después de su violento matrimonio ningún nuevo alfa a...