Los olvidados

Tres

-¡No le puedo decir quién es, aún es muy pequeño para eso! - Dijo desesperada con lágrimas en los ojos

- Tendrá que enterarse pronto Rita, los Silenciadores vendrán por ti cualquier día y el chico se quedará solo - Explicó Era con tranquilidad

- ¡Por favor Era! Él no tiene la culpa de lo que yo he hecho - Acariciaba la cabeza del pequeño bebé

- Si no se entera ahora, no se enterará nunca - Se levantó de su silla y camino despacio a la salida - Tienes que decirle ahora - Cerró la puerta con fuerza.

Rita se quedó observando al niño de a penas 4 años dormir plácidamente, mientras se lamentaba por dentro, sabiendo que él, sería la persona que tendría que sufrir más por ser...

~

Las personas desconocidas me llevaron aún más lejos del centro, caminamos por varios minutos más, ésto parecía otra colonia, nunca había llegado hasta aquí.
Caminamos entre árboles y arbustos, hasta que llegamos a una cabaña hecha de palma, abrieron la puerta; entrando vi a la mujer que salvé y a Era sentadas al rededor de una mesa de madera. La casa olía a pasto y a hierbas quemadas, a humedad y a madera mojada; me agradaba.
Pero seguía sin tener idea de nada.

- ¡¿Era?! ¿Qué haces aquí? ¿Quién es ésta? ¿Qué es éste lugar? - No podía parar de preguntar

- Shhh, Crosas, es de mala educación llegar sin saludar a un lugar, debes agradecer a los Viggos por traerte. - Refiriéndose a las personas que me acompañaron hasta aquí

- Mmm si, gracias por traerme - moví la cabeza hacia abajo en forma de reverencia.

Los hombres hicieron el mismo movimiento que yo y salieron por la puerta.

- Bien, ¿Ya vas a decirme qué es todo ésto?

- La revolución se acerca niño, las colonias vecinas han estado levantándose en contra del gobierno - Exclamó la chica

- ¿Qué? ¿Haciendo qué? - pregunté extrañado

- Hay varios grupos de activistas llamados Viggos, personas como los soldados que te acaban de traer - Explicó - Nos hemos levantado en huelgas y saqueos en el Templo Mayor, los Silenciadores se encargan de eso, de "silenciarnos", todos nuestros intentos han fallado...

- ¿Y eso qué tiene qué ver conmigo? - interrumpí

- Crosas, tú eres el hijo nato de Octus.. - me respondió Era

- ¡No es verdad! ¡Octus es un Dios! Ni si quiera hay pruebas de que es real - sentencié

- ¡Claro que las hay! - exclamó la chica

- Todo esto es una broma, una revolución ¡Já! No me hagan reír - me burlé y caminé hacia la puerta

Al momento en que mi mano tocó la perilla, un cuchillo filoso rozó mi oreja quedando clavado en la madera, justo al lado de mi mejilla.

- ¡Escúchame niño! ¿Quieres seguir deambulando en las calles? ¿Quieres seguir siendo un esclavo? ¡¿Vas a vivir sin haber vengado la muerte de tu madre!? - Me grito la chica

Lo último que dijo me caló todos los huesos y me erizo la piel

- ¡¿Tú qué sabes de mi madre!? - respondí enfurecido y con lágrimas en los ojos

- Tú madre era una importante Prisma, Crosas, era la guerrera más valiente y hermosa del mundo, tanto que un Dios se enamoró de ella. Un amor prohibido, los dioses no pueden pisar el mundo de los humanos, pero Octus lo hizo, lo hizo por amor. De ese amor, naciste tú, haciéndote el hombre más fuerte del mundo gracias a los poderes heredados por tu padre, pero en cuanto el Sacerdote Morte se enteró, mandó a matar a todos los niños de las quince colonias para evitar que exista un hombre en la Tierra más poderoso que él.
El mundo antes de tu nacimiento era diferente a como lo conoces Crosas. Tienes que ayudar a que vuelva a ser como antes y terminar esto lo más pronto posible. - finalizó Era

No dije palabra alguna, sólo veía a los ojos a Era, tratando de procesar todo lo que se me había dicho

- Ella es Edith, te va a entrenar, vas a tener que hacer todo lo que te diga, te enseñará a usar armas y un poco de magia, y además tendrán que aprender los dos a usar esa lanza de doble filo, es demasiado poder, tienen que aprender a controlarlo - Por fin dijo Era, mientras salía de la habitación.

-Hola "aprendiz"