Nadie podía mirar a los ojos a la bestia y llegar con una espada envenada a su corazón.
Eso que se escondía dentro suyo quemaba como el fuego en el desierto.
Si tan solo alguien se atreviera a mirarla a los ojos...quizá así podrían vislumbrar los secretos que ocultaba en su interior.
Sin embargo la bestia siempre volteaba la cara.
Nadie debía encontrar su mirada.Se decía que sus ojos eran negros y que era peligroso mirarlos. Contenian galaxias y oscuridad, que podían absorverte y extraviarte.
Sin embargo, siempre hay que desconfiar del dedo acusador de los demás, por lo que un día vino un noble caballero y vio por el reflejo de su propia espada lo que todos temían.
Eran la sinceridad, ideas y dolor lo que ella escondía.
Sólo no quería que volvieran a tocar su corazón, el cual había sellado con enojo y desilusión.El joven clavó la espada en el suelo.
Se despojó de su armadura y su desconfianza dejó atrás, mientras tendía una mano al ser que se encontraba frente a él, aterrado.Como un animal salvaje lo miró con ojos iracundos.
Sin embargo él había hallado mucho más detrás de esa mirada fría, ya conocida.Pronto los colmillos desaparecieron, y sus ojos adquirieron un tono de desconcierto.
Pero no iba a dejar que su asombro se notara por mucho tiempo.
Por lo que el valiente chico permaneció a su lado y le contó la historia de su pasado, para que comprendiera que su intención no era hacerle daño.
Él había sido bestia y ahora humano, y pretendía ofrecerle su ayuda y mano, como un viejo amigo suyo le había enseñado.
Juntos caminaron, y a medida que avanzaban la bestia ya no era bestia, era humana.
Todo lo que había necesitado era un buen amigo, un aliado, para no sentirse sola y abandonada.
Todos aquellos que la habían rodeado, no eran humanos, eran bestias.
Aunque ahora entendía por qué se le había hecho tan difícil encontrar la diferencia...
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El Almacén de Palabras
De TodoAca se encuentran parte de mis pensamientos, rimas y desvaríos sobre la vida. Bienvenidos/as al almacén de palabras.