Capítulo 4

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En la sala de audiencias había una gran expectación. Se había corrido la voz de que un emisario de Emerald tenía un mensaje que entregar al rey y no había permitido que nadie se lo entregara en su nombre.

La sala estaba repleta, sobre todo de sirvientes y empezaban a asomar algunos nobles que vivían en el palacio, que habían sido despertados por todo el alboroto causado. La sala de audiencias se encontraba en el centro del palacio, justamente antes de la sala del trono y se jactaba de ser una de las más bellas salas de todo el reino. Tenía un techo altísimo, de más de 17 metros, con bóvedas de crucería, sostenidas por 8 columnas helicoidales y 16 pilastras. La sala tenía vidrieras de colores que la hacían aún más impresionante.

El rey hizo su entrada por la puerta que conectaba con la sala del trono. Llevaba una capa roja, ribeteada con hilo dorado y piel y tenía una expresión colérica en su cara. A su entrada todos los presentes hincaron la rodilla. Todos excepto el emisario de Emerald, que se quedó de pie, en el centro de la sala. Se hizo un silencio sepulcral y nadie se atrevía a levantar la cabeza ni mucho menos a ponerse en pie.

Biast avanzó hacia el centro de la sala, donde se encontraba el emisario. Una vez estuvo frente a frente con él, habló.

-En pie- todo el mundo se levantó con la mayor celeridad posible- ¿Qué estás haciendo aquí, merdal? ¿Cómo te atreves a venir hasta aquí y pedir una audiencia inmediata conmigo?

Conforme hablaba, su cara se iba poniendo más y más roja y su voz se elevaba cada vez más. La gente que estaba en primera fila fue dando pasitos hacia atrás, ante la explosión de ira de su rey, algunas personas incluso salieron de la sala, pues no querían presenciar aquel espectáculo.

-Señor, mi príncipe Breogan tiene un mensaje para vos- el mensajero se llevo la mano a la manga y los guardias se pusieron en alerta. De la manga sacó un rollo de pergamino sellado y se lo tendió al rey. Este hizo llamar a uno de sus consejeros para que lo leyera.

En la sala de audiencias había una gran expectación. Se había corrido la voz de que un emisario de Emerald tenía un mensaje que entregar al rey y no había permitido que nadie se lo entregara en su nombre.

La sala estaba repleta, sobre todo de sirvientes y empezaban a asomar algunos nobles que vivían en el palacio, que habían sido despertados por todo el alboroto causado. La sala de audiencias se encontraba en el centro del palacio, justamente antes de la sala del trono y se jactaba de ser una de las más bellas salas de todo el reino. Tenía un techo altísimo, de más de 17 metros, con bóvedas de crucería, sostenidas por 8 columnas helicoidales i 16 pilastras. La sala tenía vidrieras de colores que la hacían aún más impresionante.

El rey hizo su entrada por la puerta que conectaba con la sala del trono. Llevaba una capa roja, ribeteada con hilo dorado y piel y tenía una expresión colérica en su cara. A su entrada todos los presentes hincaron la rodilla. Todos excepto el emisario de Emerald, que se quedó de pie, en el centro de la sala. Se hizo un silencio sepulcral y nadie se atrevía a levantar la cabeza ni mucho menos a ponerse en pie.

Biast avanzó hacia el centro de la sala, donde se encontraba el emisario. Una vez estuvo frente a frente con él, habló.

-En pie- todo el mundo se levantó con la mayor celeridad posible- ¿Qué estás haciendo aquí, merdal? ¿Cómo te atreves a venir hasta aquí y pedir una audiencia inmediata conmigo?

Conforme hablaba, su cara se iba poniendo más y más roja y su voz se elevaba cada vez más. La gente que estaba en primera fila fue dando pasitos hacia atrás, ante la explosión de ira de su rey, algunas personas incluso salieron de la sala, pues no querían presenciar aquel espectáculo.

-Señor, mi príncipe Breogan tiene un mensaje para vos- el mensajero se llevo la mano a la manga y los guardias se pusieron en alerta. De la manga sacó un rollo de pergamino sellado y se lo tendió al rey. Este hizo llamar a uno de sus consejeros para que lo leyera.

<Biast,

Tenemos a tu hija Elsbeth en nuestro poder. No tenemos intención de hacerle ningún daño, pero pon tus manos sobre mi hombre y mis intenciones cambiarán.

Si quieres recuperarla, reúnete con nosotros dentro de dos semanas en la Laguna Negra y negociaremos la libertad de tu hija.

Estoy deseando nuestro encuentro.

Breogan, Príncipe de Emerald.>

-¡Todo el mundo fuera!- bramó Biast- ¡ Y que alguien haga venir a mi hijo!

Todo el mundo salió a trompicones de la sala y los criados fueron a buscar a Drystan a sus aposentos. En pocos minutos la sala se vació, quedando tan solo Biast y el emisario.

- Y tú- dijo Biast entre dientes señalándolo con el dedo- ve a decirle a tu príncipe que no habrá nada en el mundo que me frene para recuperar a mi hija. Que se prepare, esto es la guerra.

-¡Todo el mundo fuera!- bramó Biast- ¡ Y que alguien haga venir a mi hijo!

Todo el mundo salió a trompicones de la sala y los criados fueron a buscar a Drystan a sus aposentos. En pocos minutos la sala se vació, quedando tan solo Biast y el emisario.

- Y tú- dijo Biast entre dientes señalándolo con el dedo- ve a decirle a tu príncipe que no habrá nada en el mundo que me frene para recuperar a mi hija. Que se prepare, esto es la guerra.


Reinos de TraiciónWhere stories live. Discover now