Epílogo

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Cuatro semanas después

-Mi lady. El consejo lo está esperando

-Allá voy Sam, muchas gracias – Sam era un hombre blanco, alto, cuyos lentes habían recorrido y observado toda las actividades dentro del palacio durante 35 años. No pudo sentir dejar de sentir una punzada en el pecho al ver a la reina que aún con su resistente perdida y, sabiendo de los rumores que recorrían el castillo, ser inmune a su dolor de manera de dejarlo de lado. Aunque eso implicara muchas veces dejar su sentimiento como persona.

-¡Es imposible! – Los gritos traspasaban la habitación- ¡es reciente!

-La nación primero – la voz en la habitación era decidida – y esta se vendrá abajo sino hacemos algo lo más antes posible.

-Es usted un insensato. Doy mi voto, y ese es no.

-¡¿Pero usted que se cr-?!

El chillido de las puertas abriéndose simbolizaba la llegada de la reina. El silencio callo en la sala – Buenos días – Rachel saludo monótonamente al consejo. La noche anterior había llorado más, no quería hacerlo, pero era por él…o quizás por ella. – Mrs. Karl, solicito que se informe sobre esta reunión.

-Su alteza – tomo la palabra un hombre de la sala – lo que impone el otro miembro del parlamento me parece una desfachatez, inhumano e insensato para la memoria de nuestro rey.

-Mi reina – intervino otro hombre desde la esquina de la sala – todos los que estamos aquí firmamos y juramos ante dios, buscar el beneficio de nuestra nación. Lamentablemente nuestro país se vendrá abajo: crisis, el comercio y –hiso una pausa para suspirar – un posible golpe de estado – el ambiente se volvió instantáneamente tenso – Para liderar la nación es necesario de las dos partes. Un rey y una reina. Por lo-

-¿Qué sugiere entonces? – pregunto el mismo hombre de la primera vez

-Yo sugiero muy a mi pesar, horrando a la vez la misión del rey de liderar el país, que se halla otra unión.

Los murmullos eran bastantes

-¡Esto es una burla!

Cada vez se hacían más fuertes

-¡No hay otra opción!

Rachel ya no los soportaba

-Silencio – habló – creo que tengo la última palabra aquí – sintió un nudo en la garganta – acepto. Tengo por seguro que mi esposo si estuviera en mi posición haría lo mismo por nuestra patria… Declaro y acepto contraer nupcias con el príncipe Horan.



shh... soy tu dueño |L.T|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora