Capítulo 2.5: A Medianoche, Ese mayordomo, Hechizado.

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"El amor crea tensiones, el sexo las relaja." – Anónimo

Capítulo 2.5: A Medianoche, Ese mayordomo, Hechizado.

Tras cerrar la puerta, intensificó el beso y llevó a su hermano hacia la cama con un arrebato pasional. Le tiró contra el mullido colchón (que a Ophir parecía servirle más para tener sexo que para dormir) y se subió sobre él, cuidando de no detener el húmedo contacto de sus labios. Ophira no podía evitarlo: su hermano le volvía loco. Era una de sus mayores habilidades y la que más había perfeccionado con el paso de los siglos; él mismo era un irresistible afrodisíaco.

El menor sonrió entre el beso al sentir a su hermano tan agresivo, y no quiso quedarse atrás. Retiró sus labios de los del mayordomo negro y comenzó a besar su cuello, acariciando sus costados con erótica brusquedad, deshaciéndose rápidamente de la escaza ropa que le vestía y dejándolo sólo con su collar, sus guantes y las largas botas de tacón de aguja que llevaba puestas.

Ophir, por su lado, desgarró rápidamente el traje de su hermano, que era bastante parecido al propio, sólo que en lugar de la gabardina negra usaba un arnés para el pecho, como los que se usan en el sadomasoquismo. Eso fue dejado en su sitio; sin embargo, el short que cubría su entrepierna fue literalmente despedazado.

Al tener libre su boca, Sebastian pasó a mordisquear el cuello y la oreja de su hermano, acariciando su cuerpo con poca delicadeza… ese cuerpo que era tan parecido, pero tan diferente al suyo a la vez. En un arrebato, le alzó en brazos y lo colocó de espaldas a la cama; sentía que con el poco contacto que habían tenido su cuerpo quemaba. Ophir pareció sorprenderse un poco, pero luego sonrió lascivo y abrió las piernas, colocando cada una en un hombro del mayor, alzando ligeramente su trasero.

–Tómame –jadeó sensualmente, mirándole a los ojos como si lanzara un hechizo hipnótico.

Y así mismo respondió su incestuoso amante, como si fuese la víctima de un hipnotista.

Sin perder tiempo, le tomó firmemente de la cadera y se empaló en él profundamente. Sabía que podía resistirlo (y que de hecho lo estaba disfrutando mucho) por el gemido prolongado que su garganta abandonó, haciendo coro con el propio, producido al sentir la estrechez del menor.

Apenas y se quedó quieto por dos segundos antes de comenzar a moverse a un ritmo frenético. Tomó a su hermano de su larga melena y la jaló hacia atrás mientras le embestía con violencia. Poco después le incorporó levemente, alzándolo aún del cabello, y volvió a besarle, absorbiendo casi sin notarlo parte de su reserva energética. La respiración de Ophir se volvió jadeante y entrecortada, pero eso no le impidió responder el beso con el mismo ímpetu que le era impuesto e incluso con más pasión.

Su entrada se contraía y dilataba en torno al miembro de Sebastian, creando una sensación de pulsaciones sobre su pene que le enloquecían. Aun así, la posición comenzó a parecerle aburrida a los pocos minutos, por lo que tomó el menudo cuerpo de su hermano y lo colocó en cuatro frente a él, apenas saliendo del mismo para tener mayor libertad en la maniobra. El lascivo incubo sonrió y ofreció su trasero al mayor, meneándolo de manera provocativa y casi empalándose de nueva cuenta contra él; Ophira pareció satisfecho ante tal acción, y se introdujo nuevamente sin previo aviso. Su hermano menor se incorporó hasta quedar sólo apoyado en sus rodillas y abrazó los brazos del mayor, arañándolos hasta casi hacerlos sangrar mientras sus cuerpos comenzaban un frenético vaivén.

En toda la habitación sólo se escuchaban gritos, gemidos y gruñidos de placer, opacando por completo el excitante y obsceno sonido del chocar de sus cuerpos y el resbalar del pre–semen que goteaba el miembro del mayor.

El rebelde príncipe del infierno tomó el pene de su hermano para masturbarlo de manera tortuosamente placentera. Comenzó a acariciar con una mano la base y los testículos del menor, mientras con la otra masajeaba la parte media del tronco. Pasó luego a la punta y comenzó a otorgarle pequeños pellizcos, además de rasguñar suavemente hacia abajo y luego volver a subir; finalmente, apretó su pene con una mano y comenzó a masturbarle a un ritmo aún mayor que el de sus embestidas, las cuales niveló al poco tiempo, asegurándose de sobre–estimular a su hermano rozando su próstata y masturbándole de aquella agresiva y placentera forma. Volvió a morderle la zona del cuello, pero esta vez con más fuerza para acallar sus propios gemidos de placer y siguió en esa posición por varios minutos más, hasta que salió de un movimiento y sin mucha delicadeza lo lanzó hacia el techo.

Descendiente de la ObscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora