Capítulo 2: Usted se Casa, Yo Voy al Infierno, Joven Amo o Por la Mañana: Ese Ma

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"Pero... ¿Qué es un demonio, si no un ángel de alas rotas?" – Violepatty

Capítulo 2: Usted se Casa, Yo Voy al Infierno, Joven Amo o Por la Mañana: Ese Mayordomo, Celoso

–Gracias por acudir a nuestra cita, marquesa Middleford –dijo a modo de saludo Ciel, al recibir a su visita.

–No son necesarias tantas formalidades, conde Phantomhive. Después de todo, soy su prometida, y nuestra cita de hoy es para fijar la fecha de nuestra boda, ¿verdad?

–Tienes razón, Lizzy. Pero es que nunca me cansaré de comprobar que te has convertido en toda una dama. –esbozó una sonrisa sincera, aunque no por ello feliz.

–Y tú eres todo un caballero inglés, Ciel. Pero, ¿qué te parece si hablamos en el jardín?, hace demasiado tiempo que no damos un paseo.

–Como gustes. –extendió el brazo derecho a su prima, quien lo tomó sin pensarlo.

Los jóvenes atravesaron el salón principal, y llegaron a la puerta que los dividía del jardín. El conde tomó la iniciativa de abrir la puerta; y, con un gesto elegante, hizo pasar a su prometida para luego cerrar la puerta tras de sí.

Caminaron por algunos minutos, disfrutando de las hermosas flores y árboles del jardín en silencio. Ciel aún no estaba completamente seguro de lo que deseaba hacer, pero sabía que la realización de aquel matrimonio era indispensable, tanto para él como para Elizabeth.

Los padres y el hermano de la chica habían muerto hacía un año, dejándola a ella al cargo de todos sus bienes y compañías. Desde entonces, las cosas no habían andado demasiado bien en las finanzas de su prometida; porque si bien ella no era tonta y estaba interpretando de maravilla el papel que su madre le había enseñado, ser una mujer sola en un mundo de hombres no era para nada sencillo, y muchas veces se habían querido aprovechar de su ingenuidad e inexperiencia, haciéndola perder jugosos contratos o sumas millonarias de dinero, tejiendo redes de corrupción alrededor de ella, que a los ojos de Ciel se conservaba inmaculada. Y si bien el conde podía meter su nariz en los negocios de su prometida, sólo era superficialmente, ya que la representante legal de todas las acciones seguía siendo ella; y como su madre le había enseñado trataba de no depender de nadie para sus negocios, trataba de ser una mujer fuerte e independiente.

Por otro lado, Ciel necesitaba un heredero, y pronto. Cada día su venganza estaba un poco más cerca de ser completada; y si no tenía un hijo rápidamente, toda su fortuna se perdería, además de que moriría el apellido Phantomhive… bueno, tal vez lo último no sería tan malo, pero lo primero sí; no podía dejar que las asquerosas ratas que se decían sus socios se quedaran con toda su fortuna, no lo merecían.

El conde consultó su reloj. Era la hora del té; sin duda, como todo un noble inglés no podía permitirse perder tan sagrado momento. Se volvió hacia Elizabeth y dijo:

–Lizzy, ¿te apetece entrar y tomar el té, o prefieres que lo traigan aquí afuera?

–Me gustaría más tomar el té en este lugar, Ciel. Y mientras, podríamos hablar sobre nuestro futuro. –apoyó la cabeza en el hombro de su prometido.

–Sí, sería bueno establecer ese punto de una vez por todas. –afirmó, colocando una de sus manos sobre los finos guantes que utilizaba la joven.

–Ciel, te amo. –murmuró ella. El chico no supo que responder ante tan espontanea confesión. Para su suerte, Sebastian se les acercó con el té de la tarde.

Descendiente de la ObscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora