1.- Día de mudanzas

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Dos muchachos suben por las escaleras de un antiguo edificio, cargando una pesada caja de mudanzas. El chico moreno, que iba delante sujetando la caja por su espalda, llevaba las facciones contraídas por el esfuerzo y unas gotas de sudor le resbalaban por entre los mechones que colgaban sobre su frente.

- Joder, no podemos tener tan mala suerte para que justo hoy esté estropeado el ascensor- se pasó el dorso de la mano por la frente, para secar el sudor- Un séptimo piso sin ascensor-Rodó los ojos con desesperación- Vaya puta gracia.

-Oh venga Daniel, ¿ya estás flaqueando? - Comenzó a hablarle chistoso el chico rubio, que detrás de él, alzaba la caja por encima de su cabeza - Sé que el ejercicio físico nunca ha sido tu punto fuerte, pero al menos creía que alcanzabas a subir unos cuantos escalones- dio un suspiro y comenzó a reírse animadamente.

- Cállate la boca Rober- soltó un gruñido el moreno mirando de reojo a su amigo- Es todo culpa de este calor infernal que parece que me va a dejar derretido en el suelo. Y el hecho de que la jodida caja pese una tonelada no ayuda nada, ¿qué has metido aquí? ¿Un muerto? - preguntó con ironía, mientras sentía los brazos temblar por el esfuerzo que estaban soportando.

-Exacto- dijo el rubio extremadamente serio, algo no habitual en él- Es nuestro antiguo conserje, vio cosas que no debía haber visto y tuve que descuartizarle. Tenía pensado dejarlo en tu cuarto, no te importa ¿verdad? - sonrió ladino, delatando su mentira. El moreno solo pudo resoplar con desesperación- ¿Qué? Podría ser verdad- pronunció encogiéndose de hombros. Olfateó el aire con extrañeza - ¿Eso es perfume? ¿Te has perfumado para nuestra compañera de piso? Pues que sepas que el sudor hace que eso apeste-el rubio arrugó la nariz en una mueca de asco y sacó la cabeza por un lado de la caja para intentar ver la cara de su amigo, pero no consiguió ver más allá de su oreja- Dime, ¿quién es la misteriosa afortunada? Apuesto a que se trata de alguna tía de la facultad que no pudo conseguirte e intentará acosarte ahora- alzó las cejas varias veces, en una expresión que decía ''pillín'' con la mirada.

- No me he perfumado para nadie, ¿vale? Es mi aroma natural - contestó Daniel algo molesto, tratando de zanjar el tema- y agradecerías que se tratara de una de esas acosadoras de la universidad, pero me temo que es alguien peor.

Puso cara de circunstancias y Rober hizo un gesto con la cara, extrañado.

-Estoy preparado, dispara.

- ¿Recuerdas a Ash? - Rober se detuvo en seco y provocó que Daniel también lo hiciera al no poder seguir tirando de la caja, se giró para mirarle de frente. El rubio tenía los ojos achinados, intentando hacer memoria entre el mar de confusión que tenía en la cabeza- Ash Graham, del orfanato, estuvimos juntos hasta la secundaria.

Daniel tenía una expresión expectante pero calmada, las cejas alzadas esperando a que su amigo terminara de encontrarse. En cambio la cara de Rober parecía un mosaico de expresiones, constantemente cambiado de una a otra. Primero confusión, luego asombro, más tarde horror y por último enojo.

- ¿Ash? ¿Nuestra Ash? ¿¿La cerilla pelirroja pro-feminista con un humor de perros amargada?? - Rober parecía no poder procesar la información, miraba a Daniel como esperando que le dijera que todo era una broma y que no tendrían que compartir con ella el mismo techo- ¿¡¿Por qué no me lo has dicho antes?!? Oh señor, nuestra vida va a ser un infierno, va a ser un jodido y desesperante infierno ¿lo sabes no? ¿Por qué quieres joderme la vida hermano? ¿¿Qué te hice??

Daniel rodó los ojos ante la reacción exagerada del rubio, que ya hasta comenzaba a delirar suplicando clemencia a alguna divinidad egipcia para que los librara del apocalipsis zanahorio.

Mientras Rober se debatía entre el paro cardíaco y el shock emocional, llegaron al piso siete. Se pararon frente a la puerta y la contemplaron con atención sin hacer nada por unos segundos. Daniel comenzó a hablar, aún mirando la puerta con la mirada perdida en alguna parte.

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