No te vayas

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Se desparramó contra el suelo, tratando de controlar los mareos que estaba haciendo estragos dentro de su cabeza. Sintió severas ganas de vomitar, sin embargo pudo contenerse justo a tiempo como para sentir el ácido gástrico quemándole las vías respiratorias. Tosió molesto e incómodo, con los ojos aguados por el esfuerzo y la creciente jaqueca amenazando con terminar con su vida. ¿Qué mierda? Por fin pudo abrir los ojos, encontrándose con un par de bragas rojas colgando de un elegante ventilador de techo detenido, con la apariencia de haber sido recientemente dañado, puesto que colgaba de manera incierta encima de él. Sonrió irónico, agradeciendo mentalmente al dios que parecía odiarlo por seguir con vida, al menos esa vez. Junto fuerzas de donde no las tenía para incorporarse y tomar asiento. Se dio cuenta de que yacía en el suelo al sentir repentinamente como su cuerpo tronaba como fideos siendo pisados debido a la terrible noche durmiendo en tan duro material.

A su lado, una chica dormía plácidamente, como a medio metro de distancia. No supo reconocerla, por más que agudizó su mirada encima de sus facciones. Observó su cuerpo, el cual no llevaba si quiera un sostén en el pecho, pero si unos jeans desabrochados que daban vista fácil a su ropa interior. La blanca y juvenil piel tenía arañazos , moretones y mordidas.

—Ah.—se dijo a sí mismo, recordando de a poco lo que había ocurrido la noche anterior. Más calmado, se levantó como pudo del suelo. ¡Estaba descalzo! Demonios, y eso no era lo peor: un mar de ropa, cajas de alcohol, botellas y hasta jeringas yacían por todo el lugar. Enarcó una ceja al ver a un muchacho encima del sofá roncando a viva voz. En su brazo izquierdo la liga de hule y las marcas de pinchazos le dieron las señas suficientes como para saber que todos allí se habían inyectado alguna mierda. Bostezó audiblemente, pero no logró despertar a nadie. Su ropa estaba desacomodada, y por la incómoda sensación entre sus piernas, casi podía jurar que había tenido sexo muy desenfrenado. Pero no recordaba nada. ¿Con quién de todos los presentes habría sido? Esforzó un poco sus recuerdos, pero no logró nada más que un pinchazo producto de la jaqueca lo hicieran quejarse.

Caminó a lo que parecía la cocina en busca de agua, mientras trataba de localizar sus botas y su parka naranja. ¡Carajo, no debió quitársela! Dentro estaba su celular, y no quería perderlo. Cojeó un poco, maldiciéndose al sentir su cadera algo adormecida. ¿Le habrían dado por culo? Torció el gesto con algo de disgusto, sobre todo cuando de repente sintió algo húmedo y resbaloso bajo la planta de su pie. Miró hacia abajo, y se encontró con la asquerosa imagen de su pie pisando un preservativo usado.

—...Mierda.

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—¿Kenny?

Se dio media vuelta al escuchar su nombre, mirando con curiosidad como en medio de la calle un tipo alto y castaño con algunas curitas sobre el rostro lo miraba preocupado. Sus ropas desgastadas y claras ojeras sugerían que había pasado la noche en vela, y el obvio moretón debajo de su ojo indicaban que no había sido precisamente estudiando o por el insomnio.

—Kevin.—sonrió al instante al reconocer a su hermano.— ¿Qué te pasó?—preguntó nada más para ser cortés. No es como si no supiera de la doble vida de riesgos de su hermano mayor.

—Unos idiotas—minimizó el más alto, suspirando con resignación.— ¿En dónde estuviste? Karen preguntó por ti anoche, antes de que me largara. —con aquello, Kenny sintió un nudo en la garganta. Dijese lo que dijese, bien sabía que Kevin en realidad ya sabía qué había estado haciendo en la noche. Por lo general no le importaba en lo más mínimo demostrar su gran gusto por el sexo y "la buena vida", pero últimamente el solo hecho de enfrentarse a los ojos de su hermano mayor lo ponían nervioso, causando en su estómago un vacío molesto que se conectaba con su jodida consciencia.

—Lo siento, yo...—balbuceó in saber donde esconderse.

—Estás raro.—cortó tajante el joven, poniendo una mano en sus pantalones gastados y rasgados por la rodilla.—¿Te rompieron el corazón, hermano?—no había burla o alguna ironía, cosa que no hizo más que acentuar la sensación de vulnerabilidad en él. —Ni siquiera estás usando la capucha de tu parka.

—... Yo... Es complicado.—tragó en seco, algo incómodo. La imagen de aquella persona llegó a sus pensamientos, aturdiéndolo de manera agobiante. No ayudaba en nada que tuviera una terrible resaca y la culpa de haber dejado a su hermana sola en su desastrosa casa con sus padres, los cuales siempre peleaban y gritaban entre sí. Kevin no mencionó nada más. Parecía estar a punto de hablar de nuevo, pero solo llamó al silencio y asintió.

—Cómo sea, si quieres hablar solo dime. —con esas simples palabras el castaño siguió avanzando por la acera, acercándose al más bajo solo para posar su mano por sus rubios cabellos.

Kenny se quedó quieto unos segundos procesando aquel gesto. Suspiró hastiado de solo reconocer que Kevin tenía razón: la situación se le estaba yendo de las manos. Se afligió al entender cuánto preocupaba a su hermano mayor, y se prometió, como tantas otras veces, que esta vez dejaría las putas y el crack.

Claro que esa elección no parecía estar en sus manos.

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—¡Cierra tu judía boca, Kyle! ¡Si yo digo que los escoceses son gays, lo son!

—¿Solo por usar falda? Estas idiota, Cartman.—Kyle respondió igualmente enojado al gordo, haciendo que Stan se quedara al margen, observando la escena con mala cara. Cartman no desaprovechaba ninguna oportunidad como para joderles la mañana.

—Tiene sentido, carajo. Si usas falda, eres gay.

—No, es algo cultural.

—Cultural mis bolas, Kyle.—en lo que seguían peleando, una mancha naranja comenzó a tomar forma humana a medida que se acercaba a ellos. Los tres integrantes del grupo de amigos sonrieron al reconocer a su amigo, y lo saludaron como era la costumbre.

—Hey, Kenny.—comenzó Stan con un renovado buen humor. Luego de unas breves vacaciones, lo mejor que podía hacer era saludar a su amigo

—Kenny, ¿verdad que los que usan faldas son gays?—cuestionó Cartman en busca de la opinión del rubio de la parka, quien sin muchas ganas de hablar, se encogió de hombros. -- ¡Ja! Hasta Kenny lo acepta, Kyle.

—No es así, le importa una mierda, como a mi.—corrigió el pelirrojo, no pasando por alto el silencio de McCormick.

Antes de que Erci pudiera seguir hablando, el autobús llegó, cortando con toda posibilidad de seguir con la riña. Stan decidió sentarse al lado de Wendy, mientras que Cartman eligió hacerse de la compañía de un tembloroso Butters. Kyle, sin esperar un grito de la vieja señora encargada del bus, se sentó junto con Kenny.

—Hey, no respondiste mis mensajes. ¿Pasó algo en estos días?—preguntó como quien no quería tocar el tema Kyle, tratando de ganarse la atención de Kenny. Éste, al parecer muy ausente y cansado, suspiró asintiendo. — ¿Y fue muy malo?—prosiguió con la charla unilateral. Kenny se retrajo en su asiento, cruzándose de hombros. — Bien, si no quieres hablar, me voy con Tweek.—expresó indignado, haciendo el intento por levantarse del asiento. Sin embargo, ni siquiera alcanzó a alejarse cuando el de la parka naranja lo jaló bruscamente, haciéndole perder el equilibrio y provocando que volviese a sentarse, esta vez muy pegado a McCormick.

—No te vayas.—logró distinguir las palabras de Kenny. Kyle enarcó una ceja, pero no dijo nada. El agarre que el rubio mantenía sobre su muñeca se convirtió en pequeñas caricias circulares para, paulatinamente, convertirse en un firme amarre entre sus manos. El pelirrojo no se rehusó al contacto, entrelazando sus dedos con los de Kenny con firmeza y suspirando para tratar de ganar algo de tranquilidad.

Kyle odiaba cuando Kenny hacía esas cosas sin preguntar. Bien sabía que el chico era misterioso, y tenía sus secretos. Había veces en las cuales desaparecía misteriosamente, y al otro día volvía como si nada. En ocasiones podía escucharlo murmurar alguna palabra ahogada entre su parka naranja, y podía jurar por su creencia y gente, que más de una vez lo pilló inyectándose alguna mierda. Ante esos pensamientos, Broflovski gruñó. Sabía que Kenny estaba haciendo alguna pendejada por los barrios bajos, pero no quería hablar. ¿Por qué estaría tan deprimido? ¿Alguna novia fallida? No, Kenny no se enamoraba. Al menos, no desde hacía ya unos buenos diez años. ¿Qué podría ser? ¿Qué podría impulsar a su amigo a parecer un perro en busca de mimos?

Hug me, Kyle...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora