Capítulo 4 - Luces en mi ventana

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Esto sucedió un par de semanas después de mi experiencia con los aparatos de sonido, le recuerdo muy bien, ya que todavía tenía muy en mente ese suceso. Nuevamente me encontraba en mi habitación, en la cual y por dicha no dormía solo, ya que mi primo también se había hospedado ahí.

Desde muy chico recuerdo que en casa la palabra de mi padre era Orden Marcial, era un viejo roble de madera vieja que toda la vida se la pasaba de mal humor, la mayoría de su tiempo la pasaba trabajando pero siempre tenía tiempo uno que otro fin de semana para beber cervezas con mi tío Carlos. Creo que de mi padre no tengo mucho que decir y hasta tengo la idea que lo conocí muy poco, rara vez entablamos alguna conversación formal y generalmente se trataba de un tiempo para emitir y presentar mi informe académico y de conducta.

Menciono estas palabras porque recuerdo una de sus órdenes principales dentro de la casa era que a las nueve de la noche las luces de la casa se apagaban, independientemente de las actividades que cualquiera dentro estuviera realizando. Era una especie de toque de queda donde todos sabíamos que faltando cinco minutos para la hora todos debían haber terminado cualquier actividad, cambiarse la ropa, ir al baño, cepillarse la boca y de ser posible, haber dado las buenas noches y estar acostado.

Yo era el responsable de cerrar con llave la puerta principal de la casa, tarea que se volvía tediosa cuando en una casa tan pequeña se extraviaba el único juego de llaves que existía además de el que tenía él.

En la mayoría de las noches, acostumbrábamos con mi primo a quedarnos conversando un poco de los temas del momento, hablábamos de todo un poco, comenzábamos platicando de niñas y terminábamos generalmente comentando como expertos de los partidos de fútbol de cada fin de semana, hasta que alguno se quedaba dormido, este casi siempre era mi primo que más de una vez me saco un susto ya que acostumbraba a hablar dormido.

El tema que nunca tuve el valor de poner sobre la mesa fue sobre las experiencias que yo había tenido en privado, aunque ahora considero que a esa corta edad no tenía nada claro, creo que me aturdía mucho la idea que no me fueran a creer o que eso pudiera traer repercusiones en la cercana adolescencia que se avecinaba.

Esa noche los temas del día estaban calientes, habían muchas cosas que habían pasado en el colegio que más adelante me parecían aburridas, absurdas o cotidianas, pero en ese momento eran buenos temas de conversación. Casi nunca llegábamos hablando hasta las diez de la noche pero esta vez había sido diferente y al menos hasta la última vez que vi la hora en el despertador que teníamos en la habitación, eran las diez con treinta y nueve.

Mi primo se había quedado dormido, lo sabía porque pegó un súbito ronquido segundos después de bostezar profundamente. Yo me quedé pensando en la conversación que teníamos a medias, mientras el sueño comenzaba a hacer efecto en mí por el ruido monótono del ventilador.

Estaba en un estado entre dormido y despierto, creo que tenía conciencia de lo que pensaba y escuchaba mientras estaba a punto de quedarme dormido, cuando de pronto comencé a sentir el cuerpo pesado a tal punto que me sentía pegado en la cama, comencé a sentir como mis oídos se iban cerrando hasta escuchar únicamente el sonido de mi interior.

Mi cerebro se puso en estado de alerta y eso hizo que yo tratara de reaccionar y levantarme de la cama, fue ahí donde me di cuenta que nuevamente dejé de tener control sobre mi cuerpo. -Ahí viene otra vez- pensé. Como si mi subconsciente se preparaba para una nueva experiencia. Escuchaba como el palpitar de mi corazón se aceleraba mientras me daba cuenta que si tenía movilidad en mis ojos.

Mi habitación tenía una única ventana que daba al traspatio de la casa, mi padre desde que compró esa casa levanto tres grandes muros al perímetro que dividían su propiedad de la de los vecinos, es decir que era completamente cerrado.

Con mucho esfuerzo y tratando de vencer el miedo logré levantar la mirada hacia la ventana y fue ahí donde pude visualizar pequeñas luces de colores que parpadeaban como si hubiera un árbol de Navidad justo detrás de mi ventana, como en las veces anteriores sentía el deseo de gritar, pero ni siquiera lo intentaba, parecía como que yo ya sabía qué hacer cuando pasaba.

Sentía como que había pasa en repetidas ocasiones y mi mente daba indicaciones de quedarme ahí hasta que terminara. No tengo idea de cuánto tiempo pasó, pero si que las luces o el artefacto que las emitía jamás toco la ventana ni entro a la habitación, simplemente estaban ahí como vigilantes o espías mientras yo esperaba que terminara.

El primer sentido que pude sentir que reaccionó fue el auditivo, espontáneamente volví a escuchar el ruido del ventilador. -¡Puta! Temprano te dormiste hoy- dijo mi primo, con una voz tan fuerte que me hizo brincar de la cama, mientras aturdido volví a ver la ventana con la natural oscuridad del traspatio y al despertador que marcaba las nueve con once.

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⏰ Última actualización: Jan 11, 2018 ⏰

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