~RÍO AVON~

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La miré y pude ver en sus ojos que hablaba en serio. A pesar del pudor normal por la situación, había un brillo distinto en ellos... el brillo del deseo.

—Candy... creo que debo irme...— dije, haciendo acopio de toda la fuerza de voluntad que me quedaba.

—Es verdad... no sé porqué lo dije... es mejor que te marches...— repitió con un hilo de voz.

Me levanté y sin hacer ruido, salí al balcón desde donde bajaría furtivamente para volver a mi habitación. Miré a Candy antes de escabullirme, y dejé un último beso en sus labios.
Aún con ese pequeño acercamiento, ambos nos estremecimos, y juro por lo más sagrado que sólo deseaba quedarme con ella.

—Pecosa, ¿qué harás el sábado?— era día de salida en el Colegio, y sonreí ante la idea que tenía en mente.

—Iré a casa de Paty, comeremos con su abuela e iremos a dar un paseo. ¿Por qué?—

—Conozco a la abuela, me simpatiza, ¿sabes? Y Paty es una buena amiga tuya...— ¡todo estaba a mi favor!

—Sí, ¿tú irás con el Duque?—

—No, tengo otros planes. Ahora sí, me voy... —me acerqué a su oído y susurré— sueña conmigo.—

Sonreí ante su reacción. ¡Me encantaba que se ruborizara por mi causa!, ¡si supiera lo que tenía en mente, seguro lo haría aún más!

Todo estaba listo, me había costado mucho no verla esos días, pero sabía que todo valdría la pena. Me bajé de mi auto, al ver estacionarse al chofer de las O'brien. Mi corazón latía muy rápido, pero tomé aire y simulé serenidad.

¡Buenas tardes, queridas damas!— la expresión de Candy fue un poema, no tenía idea de nada.

—¡Hola, Terry! Puntual como buen inglés. Aquí está tu damisela, debes cuidarla muy bien.— dijo la abuela.

—Y así será, le agradezco mucho su ayuda. Vamos Candy, ¿no vienes?— y extendí mi mano, para ayudarla a bajar, mientras seguía sin entender una palabra.

—Candy, Terry quería pasar el fin de semana contigo y con su madre que vino a visitarlo, pero obviamente a él no le darían el permiso para que salieras del Colegio, así que nosotras cedimos nuestro tiempo juntas para que puedas ir.— explicó Paty.

Tomé su pequeña maleta, y después de despedirnos, subimos a mi auto.

—Terry, ¿es verdad eso?, ¿Eleanor vino a verte?—

—Déjame sorprenderte, no preguntes pecosa.— sonreí satisfecho, y seguí manejando sin decir nada más.

                         ************

Entramos a la casa, y estaba realmente nervioso. Esperaba que todo saliera bien.

—Puedes dejar ahí tu abrigo, la chimenea está encendida y no pasarás frío.—

—¿Dónde está tu madre?—

—No lo sé, supongo que ensayando alguna obra.—

—¡¿Qué?! —

—Candy, deseaba tanto pasar tiempo contigo, que tuve que mentirle un poquito a la abuela para obtener su ayuda. ¿Estás decepcionada?—

—Eh... ¡claro que no! Pero si descubren que mentimos...—

—Shh, no pasará nada. Ven, vamos a comer, ya está todo preparado.—

Comimos juntos y amaba verla sonriente, estaba feliz de que la razón fuera yo.

De repente, el clima empezó a bajar afuera, y la lluvia hizo su aparición.

—Ven, acerquémonos al fuego.—

Nos sentamos sobre la mullida alfombra y tomé su mano.

—¿Te gustó la sorpresa?—

—¡Mucho! Pasar tiempo contigo es lo que más quiero.—

Se veía aún más linda con el destello de la chimenea en su rostro, me acerqué a ella y la besé con toda mi pasión.

—¡Te amo, Candy!—

—¡Te amo, Terry!—

Nuestros cuerpos ansiaban entregarse por completo, y la miré a los ojos buscando su respuesta, no había necesidad de palabras, ambos nos necesitábamos.

Besé su boca nuevamente, y mi lengua se abrió paso en ella, encontrándose con la suya en una danza de reconocimiento y erotismo.

Nervioso pero decidido, subí una de mis manos hasta los botones de su blusa, desabrochándolos sin dejar de besarla. La sentí estremecerse  en mis brazos, y la miré con todo el amor que sentía por ella.

Candy me veía de la misma manera, y descubrí esa chispa de deseo, escondida  tras el rubor de sus mejillas. Seríamos uno solo.

Posé mis labios en su cuello, besándolo suavemente, inundando su blanca piel con mi aliento, y un gemido escapó de su boca, alentándome a seguir.

No hubo un solo espacio de su piel que no pasara por mis labios, y por fin, fuimos uno solo.

La haría mi esposa, y viviríamos en una casita a la orilla del Río Avon. Ese era mi sueño, y sabía que lo cumpliríamos. Mi Candy, mi pecosa, mi amor eterno.

FIN.

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⏰ Última actualización: Jan 28, 2018 ⏰

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Terry Grandchester | Mini ficsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora