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El banco era lo suficientemente grande para que pudiera sentarme como chinito, o yo era demasiado pequeña.

El centro de rehabilitación Hemlok Groves se encontraba cerca del bosque, el lugar era enorme, con varias hectáreas para las actividades en grupo, muros para escalar, caballos a los que podían cuidar, un pequeño estanque en el que una mamá pato y sus crías paseaban. Grandes jardines en los cuales se organizaban las noches de cine, las presentaciones al principio de la primavera, o algún que otro picnic.

Era un buen lugar en el cual vivir, era mucho más de lo que podían imaginar todos aquellos adictos, que lo único que podían considerar acogedor, era un pedazo de cartón, agujas, encendedores y cucharas.

Sus sucias zapatillas salieron por la puerta principal del hospital, el cigarro colgaba de su mano, su mirada iba de un lado hacia otro. Tranquilamente comenzó a caminar hacia la valla, al llegar a esta la miro de arriba hacia abajo, estaba pensando en saltarla. Su comportamiento errático hacia que sus manos no se mantuvieran quietas, volvió a mirar hacia los lados, hacia atrás en busca de alguna enfermera. Nuestros ojos se encontraron, ladee un poco mi cabeza, sus manos dejaron de moverse con frenesí, su cigarro callo de su boca, y con lentos pasos volvió hacia dentro del hospital. Su plan de fuga se había acabado.

Molly. -Terminada-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora