En una colina, la más alta del pueblo, se levantaba la mansión de las sombras. Siniestra y con una imponente apariencia, grandes ventanales desnudos, tristes, inexpresivos. La gente la llamaba desde el múltiple asesinato de la familia Gutierrez, ya que luego de ello las personas al pasar observan sombras en las ventanas.
Algo indescriptible había ocurrido, algo de lo que la gente hablaba cuando los chismes se agotaban, un teléfono descompuesto de generación en generación.