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Vivir Escondidos.

Eran las 8 de la mañana, y lo que hizo que Hinata finalmente saliera de su trance, en el cual ya había estado durante varios minutos, fue el timbre de su casa. Normalmente los fines de semana estaba sola en casa, por lo cual se apresuró en levantarse, arreglar un poco su apariencia y apresurar el paso en dirección a la puerta de la casa.

Al llegar a esta y abrirla se sorprendió, abriendo levemente la boca.

— ¿¡Mi... Minato-san?! ¿Qué hace aquí? — dijo, al ver al Namikaze frente a su puerta.

— ¿A caso te molesta mi presencia, Hina-chan? — dijo, con una expresión pícara en su rostro — ¿Puedo seguir? — tras decir esto Hinata simplemente asintió con la cabeza. Le sorprendió que el rubio se encontrara tan temprano con ella, que la hubiera buscado en su casa era lo más sorprendente del caso.

— ¿Gustas tomar algo de té...? — musitó Hinata, mas con la intención de que Minato escuchase. Este negó con la cabeza y le indicó que se sentase a su lado, lo cual la pelinegra hizo sin dudar. — Minato-san, yo...



El rubio la interrumpió, tenía clara la razón del porqué había ido ahí

— Hinata... Te preguntarás qué hago aquí, ¿no? — hizo una pequeña pausa esperano a que Hinata respondiera, ella asintió tímidamente con la cabeza — Yo... No puedo dejar de pensar en lo que pasó ayer. Me gustó, eso no lo negaré nunca, pero está mal... Eres la mejor amiga de mi hijo y es un engaño a mi esposa, no sé si pueda hacer esto

La sonrisa de Hinata se esfumó al oír la última frase, sabía que eso podía llegar a pasar, era una probabilidad muy alta, mas en su cabeza soñaba con que esas palabras jamás fueran pronunciadas.

Las lágrimas empezaron a brotar de los ojos color ópalo de Hinata, era involuntario el sentimiento que estaba surgiendo de ella, era un sentimiento indescifrable, profundo y... doloroso. No tenía para nada planeado que esto pasase, ni siquiera habían empezado una relación y ya se sentía rechazada. Minato al percatarse de sto rápidamente dirigió sus manos a las mejillas de la joven, intentando limpiar las lágrimas de esta.

— No llores, Hina-chan. Haces que mi corazón se quiebre en mil pedazos.

La tierna voz de Minato simplemente causó que las lágrimas brotaran de los ojos de la chica con aún más rapidez, no quería aceptar lo que sea que estuviese pasando. Tras unos segundos Hinata se percató que los ojos azules del rubio también empezaron a acumular unas lágrimas, mas eso no la detuvo a decir unas palabras, al tiempo que alejarse de las manos de él.

— Minato, si eso es todo lo que deseaba decir... Por favor váyase de mi casa.

Lo dijo en un tono seco. A pesar de amar a ese hombre con todas sus fuerzas no iba a permitir que su dignidad desapareciera, mas no creyó que sería tan doloroso ver como el rubio, con lágrimas en sus ojos, se alejaba a paso lento de su hogar.

Los días pasaron y todo se veía igual ante los ojos de Hinata, no comía, no dormía, no hacía nada excepto llorar. Por exagerado que sonase, ese momento junto a Minato había sido y probablemente sería el mejor de toda su vida.

Todo era igual, hasta que un día un pequeño detalle sorprendió a la pelinegra. Una rosa se posaba en su ventana, era un misterio como había llegado ahí. Una pequeña nota colgaba de una espina: "Lo siento. No ames la rosa si no estás dispuesta a amar sus espinas".

Sabía que Minato había dejado eso ahí, por lo cual salió apresurada por la puerta principal, mas al dar un paso fuera de su casa chocó con un cuerpo. Era el rubio, mirándole fijamente, con una sonrisa triste en su rostro.

  —  Hinata... Perdóname. Lo siento, no quise herir tus sentimientos.

—  Es algo que ya hace a diario, no se preocupe.

Minato posó su mirada en el suelo, se notaba muy dolido. Hinata intentó juntar nuevamente los pedazos de su corazón que se habían roto por la pequeña mirada que Minato le había dedicado, no podía evitar ser compasiva con él.

Lo jaló dentro de su casa, para luego darle un largo abrazo. Él dio un triste beso a la cabeza de Hinata, al tiempo que unas pocas lágrimas caían en esta.

—  En serio lo siento, ¿vale? No quería... Aunque no parezca, aunque sea imposible me importas mucho. Pero debemos vivir escondidos.

Hinata estaba formando poco a poco una pequeña sonrisa en su rostro hasta que oyó la última frase.

  —  ¿Qué?

Estaba confundida. Si tanto le importaba a Minato no debería ocultarla. Ella sabía que la gente le iba a mirar mal si llegaba a tener algo con él, ya se había predispuesto a ello, pero no se esperaba en lo absoluto que Minato dijera algo como lo que acababa de salir de sus labios.

—  No quiero lastimarte. Por ahora lo nuestro será secreto, no quiero herirte nunca más.

—  Pues lo está haciendo en este momento.

Hinata empezó a responder de manera seca nuevamente, por lo que Minato acercó sus manos a las mejillas y mentón de esta, alzándole levemente el rostro.

—  Por ahora solo confía en mí, Hina-chan. Es lo único que puedo ofrecerte.

Tras decir esto plantó un tierno y corto beso en los labios de ella. ¿cómo decirle que no? Sabía que probablemente era una estupidez. No, era seguro, mas no podía negarse a estar con el hombre que más amaba en la tierra.

—  Confiaré en ti... 

El rostro de Minato se iluminó con una gran sonrisa, la cual se formó debido a las palabras de Hinata. Posó sus manos en la cintura de ella y la alzó como si se tratase de una princesa.

— ¡Muchas gracias, Hina-chan! Te aseguro que no te arrepentirás.

Hinata esperaba eso, lo deseaba con todo su corazón porque si Minato la llegara a decepcionar no quedaría forma de recoger los millones de pedazos en los que su corazón se rompería.  


Vivir Escondidos [MinaHina]Where stories live. Discover now