Capitulo 12

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Cuando compre mi primer teléfono descubrí y me adentré al mundo de la música y desde entonces fue creciendo este gusto por ella y desde entonces no salía de casa sin audífonos, me pasaba todo día o la mayoría con ellos en mis oídos, ya sea escuchando música o en ocasiones no escuchaba música pero olvidaba que los traía puestos. Cada vez que salía en auto con mis padres, yo venía en uno de los asientos traseros con un par de audífonos escuchando mi música favorita.
Ahora… me encuentro aburrido en la camioneta de mi madre, sentado en un asiento de seguridad para niños, el cual mi madre me explico que la noche anterior le pidió a mi padre que lo colocará.
Aburrido sin algo que hacer, escuchando música sin chiste y que generalmente odiaba en la radio, lo único que podía hacer era mirar a traves de la ventanilla.
Mi aburrimiento ya no daba para más y entonces comencé a explorar mi alrededor, ya que en ocasiones olvidaba mi consola portátil, aunque recuerdo que estaba justo a lado de la tablet en el cajón de la mesa de noche de mi habitación.
No encontraba algo con que entretenerme.
Mamá: Para la próxima vez, te traes algo para no aburrirte… o porque no duermes un poco.- decía mientras veía por el retrovisor.
Yo quería mi teléfono, era la única cosa que me entretenía, no me gustaba mucho llevar algún libro en el auto, raramente usaba aquella tablet en el auto y cuando era un viaje largo siempre llevaba mi consola.
Tomas: Pero yo quiero mi teléfono.
¿Qué me está sucediendo? Estaba hablando como si me hubiesen regañado como nunca antes.
Mamá: Ahora que lleguemos con el médico le preguntaremos si no te hace algún daño.
Eso es lo que me disgustaba de mi madre, cuando Lucas y yo éramos pequeños ella siempre fue demasiado sobreprotectora y como ya había dicho, en ese momento yo era muy cercano a ella, conmigo lo era más. Siempre hacia cosas como prohibirnos jugar fuera de casa, nos limitaba el azúcar al igual que el uso del televisor y la consola en ese momento.
Pensé en protestar y discutir sobre esa forma de prohibirme ciertas cosas, pero solo me limité a volver a mirar por la ventanilla.
Pasaron alrededor de unos 15 largos y aburridos minutos para que llegáramos con el médico.
Este médico fue mi pediatra de pequeño, cada vez que sucedía algo anormal conmigo, terminaba el día con una visita a su consultorio.
Entramos y la recepcionista inmediatamente reconoció a mi madre y se saludaron entre ellas y todo sucedió totalmente normal, hasta que.
Recepcionista: Pero que cosa más linda.
Ella me hablaba con un tono bastante raro, incómodo y molesto mientras que ahora con sus enormes manos pellizcaba mis cachetes.
Mamá: Es por el la razón por la que vine.
La recepcionista se incorporó en su escritorio.
Recepcionista: ¿Cuál es su nombre?.-Decia sin dejar de sonreírme, mientras que yo no mostraba alguna emocion.
Mamá: Tomas García.
La recepcionista quito su miraba de ternura para cambiarla por una de curiosidad.
Recepcionista: ¿Y porque dice que vino por el?.
Mamá: Es complicado.
Recepcionista: Mmmm... pasé… el doctor la esta esperando.
Quito aquella sonrisa y solo me miraba curiosamente mientras me decia adiós.
Entramos y su aquella habitación estaba casi igual que como recordaba a excepción de algunos instrumentos médicos.
Doctor: Hola Gabriela ¿Cómo ha… ¿Y el?... No me digas que adoptaste a este niño, porque hace unos meses veniste y no estabas embarazada ni en labor de parto.
Mamá: No no no… mire, la verdad es que vine porque… bueno… Tomás y yo tuvimos una pequeña disputa- ella comenzó a ponerse un poco triste y culpable- donde el término por irse de la casa y no regreso.
Doctor: No me diga que es hijo de Tomás, porque la verdad es idéntico a el.
Mamá: No… estuvo no sé dónde todo el día, la parte de la noche estuvo vagando no sé dónde y por lo que se, durmió en casa de una amigo.
Doctor: De Diego supongo.
Mamá: Si, el… ayer en la mañana llego Diego y su madre junto con el -Se refirió a mi- No sabemos exactamente qué le pasó. El tampoco lo sabe, simplemente es Tomás en el cuerpo que tenía de pequeño, recuerda absolutamente todo… es Tomás en un cuerpo pequeño.
El doctor me miraba curiosamente mientras pensaba en algo o eso lo supuse yo.
Doctor: Nunca había escuchado algo igual, pero si me estás diciendo la verdad… siendote sincero no sabría decirte que es lo que tiene el pequeño, pero si puedo darte un diagnóstico de su estado actual. Puedo investigar y llamar a unos colegas para poder encontrar lo que sucedió pero hasta entonces él tendrá que acostumbrarse.
El doctor enseguido de eso se levantó y se acercó a un mueble donde comenzó a buscar algo entre los expedientes y cuando lo encontró saco uno y lo comenzó a estudiar.
Mamá: Pero... ¿Eso tardará?
Doctor: Como le dije… si esto es cierto, no sé nada, ni me imagino que pudo haberle sucedido, no puedo garantizarle que lo regresaré a la normalidad y si piensa en tomar una segunda opinión la apoyaré.
Mamá: Si me imagine que algo similar me diría.
Doctor: Bueno… ¿Empezamos?
Mamá: Claro
Doctor: Necesito que le quite la playera al pequeño.
Yo estaba en un estado raro, no decía alguna palabra ni emitía algún sonido, solo estaba como en shock.
Mi madre me quito la playera mostrando mi delgado y minúsculo cuerpo.
Doctor: ¡Valla!... Esta muy delgado.
El doctor comenzó a hacerme estudios, comenzó acercando un frio instrumento de metal a mi espalda para poder escuchar mi corazón, siguió con medirme, pesarme, continúo con un examen visual y la verdad sobre la preocupación de usar el teléfono o la tablet era porque cuando tenía 16 años comencé a usar anteojos, aunque casi nunca me los ponía, continuaba con un sin fin de pruebas y hacia todo esto mientras conversaba conmigo.
Doctor: ¿Cómo te sientes Tomas?
Tomas: Bien… supongo
Doctor: ¿Me recuerdas?
Tomas: Claro… usted fue quien me atendió cuando casi me rompí la pierna en mi bicicleta cuando tenía 10 años.
Doctor: ¡Wow! Que buena memoria tienes, entonces supongo que recuerdas lo que te daba cuando eras valiente y no llorabas.
Sabía a donde iba esto.
Tomas: Claro, usted me daba una paleta y recuerdo que mis favoritas era las verdes.
Doctor: Cierto, esas eran de manzana… bueno, necesitaré que de nuevo seas valiente y si lo eres te daré una exactamente igual.
En mi entro un gran miedo, sabía a donde iba esto y lo afirme cuando se acercaba a un cajón para sacar una jeringa.
Una de las tantas cosas que admito que sigo siendo algo infantil, es mi miedo por la agujas y este miedo creció a mis 8 años, cuando encontraron un pequeño pero nada peligroso problema en mi sangre, y es que siempre he tenido diversas hemorragias en mi nariz y por esta razón me hacían estudios de mi sangre cada mes hasta que cumplí 13 años, con el tiempo los estudios eran cada 2 meses y luego 3 y asi, hasta que deje de hacerme esos estudios ya que siempre tenía el mismo resultado, el cual decía que tenía anemia y que siempre mostraba bajas defensas.
Voltee a ver a mi madre y al parecer ella se percató de lo que sentía y se me acercó y comenzó .
Mamá: Cálmate no pasa nada… solo es un piquetito y ya.
Mi mamá sabía lo que iba a pasar, terminaría llorando como nunca, con gritos a todo pulmón y así fue como termino.
Una escena de mi madre conmigo en brazos, consolando mi dolor, mientras que el doctor trataba de calmarme con una paleta.
Eso era una traición, primero me hablaba muy bien para que después introdujera aquella aguja dentro de mi brazo y sacará una generosa cantidad de sangre.
Doctor: Toma, te la ganaste.
Me tendió la paleta y yo molesto la tomé y se la lancé, pero al parecer el que tenga una pésima coordinación con estos nuevos brazos y el dolor de este, la paleta salió dirigida a una orilla de la habitación, por el sonido que hizo esta al caer, supuse que se rompió.
El doctor tomo otra y se la dio a mi madre.
Doctor: Al parecer ahora me odiaras, pero para que te sientas mejor necesitas comer azúcar, con el pequeño cuerpo que tienes ahora necesitaras mucho más azúcar para que te sientas mejor. Bueno Gaby, necesito que desayuné algo ligero, saludable… el dolor espero que se le pase en unos minutos. Ahora, los resultados de su sangre llegarán en unos días y por lo que veo en sus estudios que acabamos de hacer, podría decir que tiene un poco más de 1 año, pero comparándolo con lo que tiene en su expediente y con lo que recuerdo, Tomas siempre fue más pequeño y delgado que el promedio, así que si comparamos esto, estaría seguro que tiene 2 años y unos cuantos meses.
La visita termino con una breve charla de mi madre con el doctor acerca de que necesito comer frutas y verduras, lo cual odio, las frutas no o no todos pero desde que tengo memoria siempre he detestado la mayoría de vegetales, también hablaron sobre el tema del teléfono y al parecer el doctor se apiadó de mí y le dijo a mi madre que no había problema con usar aquellos dispositivos.
Mamá me subió y me acomodo de nuevo a aquel asiento de bebés.
Yo ya me encontraba calmado con mi paleta en mi pequeña boca, el sabor era increíble.
Mamá: Valla… que escenita te hiciste ahí eee.
La mire y se me escapó una sonrisa, todo esto era nuevo para mi, no recuerdo la última vez que un dulce me puso de tan buen humor.
Mi madre me devolvió aqullea sonrisa y comenzó a usmear su bolso y de este saco aquel aparato rojo con algo blanco enredado.
Mama: Al parecer tu ganaste.
Desde su asiento me dio mi teléfono con sus audífonos enredados en el.
Se lo agradecí, le quite los audífonos y comencé a desenredarlos mientras mi mamá se ponía el cinturón de seguridad y arrancaba.
Cuando por fin terminé tome el que ahora era un enorme teléfono, podía ver mi reflejo por aquella figura de manzana que tenía atrás, fue entonces que conecte los audífonos y comencé a escuchar música, los audífonos se sentían bastante grandes pero no me molestaban.
El viaje continuo y al parecer el que me sacarán sangre, el llanto y la tranquila playlist hicieron que me quedara dormido.
Cuando desperté tenía la sensación de apenas dormir 5 minutos.
Mamá: Despierta dormilón… ¡Oye! Ya dormiste demasiado, vente… ¿Qué quieres desayunar?
Yo aún seguía adormilado así que no le contesté y cuando por fin desperté del todo estábamos en un establecimiento de comida.
Mamá me estaba sentando en una silla alta del restaurante.
Mamá: Valla… si que te afecto que te sacarán sangre, ya te pedí tu comida.
Seguía sin decir algo, tenía la boca seca y se lo exprese a mi madre.
Tomas: Tengo sed.
Mamá: Ahorita te traen tu comida, también te pedí un jugo de manzana… solo espera a que llegue.
En cuestión de minutos una mesera llegó empujando una pequeña mesa donde traía los platos de comida.
Mesera: Al parecer el príncipe ya despertó. -Decia mientras ponía en mi charola un pequeño plato de macarrones con queso, otro plato pequeño con carne partida en diminutos pedazos con una especie de papas en forma de cáritas felices y con todo esto un vaso parecido al que use cuando tome leche la noche anterior, solo que en lugar de tener un piquito por donde beber este tenía un popote y al igual que el otro, este también era transparente y se podía ver en el contenido un líquido color marrón y transparente a la vez.
Mi madre comenzó a comer su platillo, mientras que yo lidiaba con los macarrones, ya que se me caian de la diminuta cuchara que me dieron.
Mi madre se percató de esto y comenzó a ayudarme, yo avergonzado pero contento a la vez por el rico sabor que tenían.
Cuando termine de comer todo y pedir que me llenarán el vaso unas dos veces más, me sentía satisfecho, hace mucho que no me sentía tan lleno.
Mi madre no emitía señal de que era hora de irse, incluso parecía que esperaba algo.
Nuevamente ví a la mesera, pero esta vez venía con un tazón de helado en cada mano.
Me puso el mío en mi bandeja de la aquella silla.
Con una mano saque la cuchara que tenía enterrada en el, y con la otra saque una de las dos galletas de waffle que también tenía incrustada.
Metí la galleta a mi boca y seguí con el helado.
Después de unos minutos me sentía inmovible, como si en cosa de segundos explotaría.
El sabor del helado era de algodón de azúcar, era mi favorito, era delicioso.
Mi madre me miraba con asombro y cuando me percate de porque yo también lo hice.
Normalmente soy una persona que come demasiado lento, pero esta vez por ser helado yo ya había acabado con mi tazón, mientras que ella apenas había acabado la mitad.
Mi madre tomo una servilleta y la paso por toda mi cara, no me había dado cuenta que la tenía llena de helado por todas partes.
Mamá: Tendré que cambiarte la playera.
Dirigí la mirada a esta y pude ver que estaba en pésimas condiciones, incluso ahora que me veia por todas partes comencé a sentirme pegajoso por todos lados.
Espere a que mamá terminara su helado y mientras lo hacía, lo compartía conmigo dándome pequeñas cucharadas.
Al terminar mamá pago todo, la mesera amablemente se despidió de mí y nos marchamos.
Cuando llegamos al auto, mi madre me recostó en el asiento que estaba justo a lado del asiento de bebés, de su bolso saco un pañal bien doblado y un paquete de toallitas húmedas.
Mamá: ¿Por qué no me avisas cuando quieres ir al baño?
A decir verdad si lo iba a hacer, pero no podía, la sensación de querer ir al baño se desvanecía en segundos, justo cuando sentía como se llenaba el pañal y en esta ocasión como sucedió durante el festín que tuve con aquel helado, no podía parar de comerlo, así que lo deje pasar.
Me puse rojo de vergüenza y un poco nervioso
Tomas: Es q-que y-yo… bu-bu-bue—bueno
¡Aaahhh! Siempre odie eso.
Recuerdo que tuve problemas con tartamudear hasta los 11 años y de vez en cuando se presentan aún con 17 años, pero siempre me sucedia cuando me ponía nervioso.
Mamá: Oohh ya entendí… no te preocupes, que para eso te los pongo, para evitar accidentes.
Mamá bajo mi bermuda hasta los tobillos dejando al exterior la vista de un mojado pañal en mi cintura.
El cambio sucedió como los anteriores, mi madre lo hacía con tanta normalidad pero sin dejar de mostrar su delicadeza y sin dejar ser cariñosa conmigo.
Al terminar me acomodo de nuevo la bermuda, pero me quito la sucia playera, continuo pasando una toalla húmeda por mi torso quitando esa sensación pegajosa de mi.
Cuando terminó de su bolso saco también una playera gris con una estampado del ratón más famoso, que al parecer me quedaría algo grande.
Me acomodo de nuevo en aquel asiento de bebés no sin antes ajustar el cinturón en mi entrepierna y pecho.

Mi segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora