Siempre es quien menos lo esperas.

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Una cuerda bajó desde una azotea y una voz me gritó que me agarrara, me la até a la cintura y la cuerda me subió hasta arriba. Cuando miré a la cara a quien me había salvado, creí que iba a morir

-Madre mía! - Grité como una loca y después le abrazé - De donde as salido Wray? Pensaba que habías muerto, como todo el mundo.

-Pues aquí estoy, vivo y salvando te la vida, que irónico, ¿no? La ultima vez que te ví me mandaste a tomar por culo, ¿Lo recuerdas?

¿Que coño acababa de pasar? Wray Coneb, el tío mas capullo de mi instituto (También el mas guapo) me acababa de salvar la vida, a mí, en cierto modo, siempre nos habíamos querido, pero a la vez odiado. Él era alto, una cabeza mas que yo, estaba muy musculado y tenía el pelo negro y los ojos muy verde e intensos, con los que al mirarme era capaz de parar mi respiración, pero no me pondré melodramática, estamos en el apocalipsis y me fijo en eso, estoy loca.

-Tenemos que ponernos a salvo, esto no es seguro - Le dije, dejando atrás mis pensamientos impuros y miles de recuerdos del pasado.

-Este lugar es totalmente seguro, pasaremos la noche aquí y mañana nos marcharemos, podemos pasarlo bien, ya me entiendes. - Me dijo poniéndome una de esas miradas suyas que tanto me gustaban y a la vez odiaba

-Vete a la mierda - le respondí

-Ya veo que me has echado de menos, como siempre. - Añadió después de poner una mueca medio de asco, medio de burla que me encantó, sus caras y sus gestos siempre habían sido una de mis debilidades hacia el.

-Supongo que no tanto como tu a mi, pues as venido a salvarme en el momento justo, deberías llevar rato vigilando me, si no es así, como me has encontrado? -pregunté curiosa, lanzándole una sonrisa de maldad.

-Pues, dejemos lo en que tengo un sexto sentido, o que siempre nos acabamos encontrando¿y quien lo diría? Hasta en el mismísimo apocalipsis. - Él rió y estaba realmente muy guapo.

Lo cierto es que tenía razón, siempre nos encontrábamos, como dos imanes que se atraen a distancia. Durante todo el tiempo que había pasado desde que le conocí, nos habíamos llegado a odiar a muerte, pero nunca nos habíamos separado, era muy extraño, siempre me gustó, de alguna manera u otra. Él ahora estaba ahí, a mi lado, mirándome, a la luz de la luna en una azotea. De repente me di cuenta y decidí comerme mi orgullo, aunque él me sacaba de quicio.

Y cuando no quede espacio en el infierno, los muertos caminarán sobre la tierra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora