Libro primero 3

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Durante las siguientes semanas Eufrosina y yo fuimos regularmente convocadas a la presencia de nuestra amada madre Delbéne, y allí adorabamos ante el altar del amor. El martes por la tarde era el dia que solía reservarnos, y yo, por mi parte, hubiera preferido reuniones mucho más frecuentemente; lo mismo pasaba con Eufrosina. Sin embargo, suponiendo que la madre Delbéne tenía un horario académico que no le permitía una actividad mayor, nada decíamos, y pasábamos las otras tardes abrazadas, siempre que encontrábamos un buen escondite.

Entonces, al cabo de unos cuatro meses, Eufrosina me dio la triste noticia de que abandonaba el convento. Me sentí inmediatamente abrumada por la pena y la preocupación, y bañe de lágrimas a mi querida amiga.

-Tenemos que ver los hechos de frente- me dijo tristemente-, mi querida Julieta. Pronto voy a cumplir dieciséis años y a esa edad tendré que tomar los primeros votos para hacer monja. Pero como ya he probado las delicias del amor, no me siento inclinada en lo más mínimo a la vida monástica. Por lo tanto, puesto que no me queda más remedio que volver al mundo, será mejor hacerlo cuanto antes.

- Pero ¿Cómo vas a vivir?- le pregunté- ¿Tienes a alguien que pueda mantenerte?

-Yo misma me mantendré viviendo como prostituta- me dijo-.

Siempre he querido probar la sexualidad del hombre. ¿Hay mejores circunstancias para hacerlo que recibir dinero a cambio? Y ventajosamente, agregaré, pues la juventud y la virginidad tienen mucho valor entre los libertinos. - Sonrió, y asiéndome el hombro en forma tranquilizadora, añadió-: la madre Delbéne me ha hablado del burdel de cierta madame Duvergier- prosiguió-. Las condiciones del trabajo son excelentes, la paga casi increíble. ¿Quién dice que dentro de uno o dos años no sea una mujer rica que viva como una reina y pueda hacer todo lo que se me antoje con quien quiera, sin preocuparme por las consecuencias?

-Entonces -le dije-, por muy triste que me sienta al darte la despedida, sólo puedo desearte que tengas la mejor suerte. Adiós, querida Eufrosina, y ojalá se cumplan tus sueños.

- Te escribiré con regularidad- me prometió, besándome-. Y si algún día decides imitarme, haré todo lo que pueda por facilitarte el camino.

volvimos a abrazarnos y, con los ojos llenos de lágrimas, nos separamos.

Julieta o El vicio ampliamente recompensadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora