Veo a Azhara al final del pasillo, y tras mirarla con ojos deseosos, procedo a ir hacia ella, pero lentamente, porque si no, puede pensar que estoy loco y es lo menos que quiero que piense. Por mucho que ella tenga aspecto viril, no le agradaría estar cerca de un loco o demente. Pero ese día su voz no era la misma, era más dulce, y me había dejado impresionado, ya que la escuché desde la otra punta del pasillo. (Qué largo parecía ese pasillo, que al final, de tanto mencionarlo, parecen kilómetros y kilómetros de suelo.) El caso es que la había escuchado hablar con sus amigas. Bueno, "amigas", aún seguía siendo cerrada, al fin y al cabo. No había cambiado tanto desde el día que la conocí.
Ahora tenía una voz dulce que no me esperaba que tuviera, son tantos los años que llevo escuchando su voz de camionera, que me atrajo cual cocainómano hacia la droga. Ella estaba ahí, sonriendo, de tal manera que me hizo pensar que yo no era el que estaba loco, sino ella. Yo no sé, pero yo nunca había visto una sonrisa así, con esas hermosas perlas que tiene como dientes saliendo a relucir. Yo también sonreía, pero no de felicidad, sino de nerviosismo puro y duro, pues la verdad, no me sentía muy cómodo en aquella situación, y lo que menos quería ahora mismo era que ella supiese cómo me sentía. Yo sólo quería huir de allí, de salir corriendo y dejarlo todo atrás (mis piernas temblaban, y mi cerebro me pedía a gritos salir de allí). Pero había algo más grande que me impedía huir: el miedo. El miedo a que ella me llamase cobarde. Así pues, me acerco a ella lentamente mientras me aflojo la corbata y tardo un rato en llegar (al fin y al cabo, el pasillo era largo, como dije antes), sin deshacerme de la sonrisa forzada que está plantada en mi cara.
Yo la seguía mirando, y ella seguía con aquella sonrisa que no la caracterizaba, grande y despampanante. Sabía que en ella ese rasgo existía, lo único que tenía que hacer era sacarlo a relucir. Era una sonrisa sin ortodoncia, ya que ella, desde niña los había utilizado (y ya era hora de que se los quitaran). A ella nunca le gustó llevarla, ni nada parecido, ya que ella decía que parecía una caja de herramientas, llena de tornillos y metales que, según ella, era su boca en esos tiempos, y que no cabía posibilidad alguna de que hubiese un atisbo de belleza, cosa que yo contradije desde siempre, ya que ella no tiene que considerar horrenda su boca por el simple hecho de llevar una ortodoncia que más tarde agradecería haber tenido, ya que la haría más hermosa de lo que era antes, que no era poco.
Al fin llego hacia ella, el pasillo de las narices se me hizo extenso de verdad. Exhausto y con un miedo en el cuerpo indescriptible con palabras, sin mencionar que la corbata no estaba ajustada, mi despiste, ya que estaba tan centrado en respirar, que seguramente ella cuando estuvimos cerca habría pensado que definitivamente me faltaba un tornillo, o mejor dicho, unos cuantos. Estaba bien vestido, me refiero, que aunque sea un chico sencillo a la hora de vestirme, yo creo que el traje es bonito, además iba a juego con el Rolex negro que llevaba y los mocasines del mismo color. Cuando me vi vestido así pensaba que Azhara le encantaría como iba vestido, y que aunque me viera bastante guapo, lo menos que quería ella es que me mantuviera con la ropa puesta. Pero esa no es la cuestión a tratar ahora, en conclusión, aunque me hubiera esmerado en elegir un traje que me gustara, llegar a conseguir ponérmelo, que era un gran reto, y verme guapo, que eso era casi imposible (por no decir que nada es imposible). Me las logré ingeniar para parecer un chico emperchado, pero no como el novio al comienzo de su boda, no señoras/es, sino como el cuñado tras la celebración de esta.
Fue la primera vez en la que me planteé salir corriendo de allí, pero, ¿saben qué? es lo menos que podía hacer en estos momentos. Primeramente porque era su compañero y segundo porque pensaría que yo sería un cobarde por largarme antes de saber su decisión. Al pensar eso más temor me entró por el cuerpo, mi columna había vivido en este momento esa electricidad que te recorre toda la espina dorsal hasta el cuello, para así mantenerte erguido y con postura de seguridad (cosa que este instante no tenía, tengo miedo).
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La Espera
Teen Fiction¿Acaso saben lo que es el amor? Si lo sabéis... ¿estaríais dispuestos a esperar un año, dos, o incluso diez por una persona que os gusta? Yo soy capaz, no será fácil, lo sé... pero haré todo lo posible por ganarme el amor de esa chica, poseedora de...