Sin arrepentimientos

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–¡Voy a matarte! –gritó finalmente desesperado, saltando por encima dela mesa y tomando por el cuello de la camisa al otro chico. 

–¡Tú comenzaste esto! –se excusó el otro mientras forcejeaba para soltarse hasta que finalmente lo logró. –¡Te metiste con mi comida!

– No sé de qué te quejas si ni estaba tan buena. –replicó el azabache, cruzándose de brazos. –Pero no debería de sorprenderme, una bestia como tú no sabe lo que es tener un buen paladar.

–Lo dice el que sólo come higos. –soltó con sarcasmo mientras intentaba rescatar lo poco que le quedaba de su almuerzo. –Es por eso que no tienes amigos, lo único que sabes hacer es molestar a los demás. 

–No necesito amigos mientras tenga a...

–Dazai-san no es tu amigo. –le interrumpió. –¡Él jamás sería amigo de un emo como tú!

–Tú...

Tres segundos bastaron para que el chico terminara en el suelo y con un fuerte golpe en la cara. Aquel comentario había sido suficiente para que el otro perdiera los estribos y decidiera pegarle. Sin embargo, Atsushi no pensaba en recibir todos los golpes, él también lo atacaría. 

–¡Akutagawa! –ese fue su grito de guerra e inmediatamente dirigió su puño al rostro ajeno. 

No duraron más de cinco minutos cuando un profesor entró al salón para detenerlos. Al final la victoria fue para el menor que sólo ganó unos cuántos rasguños en los brazos, parte de su mechón maltrecho y un gran moretón en la cara. Por su parte, Akutagawa tuvo que soportar el dolor de un puñetazo en la mandíbula, el ardor de unas cuantas mordidas y una fuerte patada en el estómago. 

–Todo esto es tú culpa, tigre. –le regañó mientras terminaba de limpiar los borradores. –Si no fuera por ti, yo no te hubiera golpeado tan fuerte. 

–¡¿Disculpa?! –entre moleto y furioso le dirigió la palabra mientras recogía la basura del aula. –¿Acaso yo te dije que me golpearas y te metieras con mi almuerzo? 

–¿Acaso yo te dije que pelearas conmigo? –le arremedó. –Pudiste quedarte quieto mientras yo terminaba de comer.

–¡Era mi comida! ¡No tenías derecho a comértela!

–Ya te dije que no te quejes, ni siquiera sabía bien. 

–¡Agh! ¡Es imposible tratar contigo! –se rindió ante la inútil discusión mientras continuaba con su castigo. –Eres como una piedra, por mucho que te diga lo que está bien y lo que está mal nunca me escuchas, ¡y lo peor es que por tu culpa siempre termino en problemas!

–No necesito una niñera, ¿sabes? Yo puedo cuidarme solo. –gruñó un poco. 

–No te creas tan importante, no es para cuidarte. –aclaró el chico. –Es para cuidar a los otros porque tú eres una amenaza andante.

–¡Pues tú eres la torpeza andante! –se defendió. –Siempre que caminas o te caes, o tiras algo o haces que alguien más se caiga. Nadie está a salvo contigo cerca. 

Un silencio se hizo presente y ambos entendieron que lo mejor era seguir con su castigo sin decir algo más, ya habían peleado lo suficiente por un día y no llegarían a pedirse perdón mutuamente. 

–Sabes, eres como un dragón. –se animó a hablar el menor. –Terco, necio, obstinado y reservado. Tienes un sin fin de defectos, pero también eres poderoso, inteligente y  en ciertos momentos confiable. 

–¿A qué quieres llegar con eso? 

Atsushi se encogió de hombros, tomó sus cosas y se acercó a la puerta. –No lo sé, sólo estaba pensando en algo y recordé que para mí, tú eres como un dragón. –tras decir eso, abandonó la escuela. 

–¿Pensando en qué? –preguntó Akutagawa mientras entendía a qué quería llegar con todo eso pero una idea se cruzó por su mente. Si Atsushi lo había comparado con un dragón, ¿entonces qué animal sería él? Pensó en cientos, desde los más desagradables que él conocía como los perros, hasta los que le parecían pasables mas ninguno era el ideal.

–¿Qué le vendría bien? –su imaginación no daba para mucho pero lo intentaría. –Es torpe, molesto, inútil, una desgracia existente. No hay nada bueno en él. Tal vez lo único que vale la pena es su entusiasmo, amabilidad y valentía.

Lo pensó un poco más, permitiendo que sus pensamientos hacia él fueran sinceros y llegó a una conclusión. 

–Tigre...ese tonto es como un tigre. 

A su mente llegaron ciertas imágenes que le invadieron de nostalgia. Una cueva se hizo presente en sus recuerdos, dentro de ella había dos animales. –Un tigre y un dragón...–ambos estaban dormidos, aferrados el uno al otro. Su cuerpo recordó la calidez de aquel pelaje y una frase se hizo presente. "No puedo existir sin ti, Ryū." 

Hiló aquello con el presente o más bien, con Atsushi. Podía ser que él mismo lo estaba confundiendo todo pero si ese era el caso, ¿por qué le había dicho que era como un dragón y por qué él llegó a la deducción de que era un tigre? Tenía muchas dudas pero lo que más le inquietaba era esa frase. De sólo recordarla su corazón se aceleraba y su pecho le oprimía un poco. Salió rápidamente a buscar al chico etre los pasillos pero ya se había ido. Pensó en hablar con él al día siguiente pero una corazonada le dijo en qué lugar lo encontraría. 

Se alejó un poco de la ciudad y se adentró en el bosque hasta llegar a un pequeño altar. Frente a él estaba la estatua de un dragón recostado sobre un tigre, ambos con los ojos cerrados y aparentemente abrazados. 

–Se dice que desde hace siglos estos dos animales han sido complemento del otro y este altar lo comprueba. ¿Conoces su origen? –preguntó una voz ya conocida, a su lado, tal y como lo había predecido, se encontraba Atsushi. 

Akutagawa negó con la cabeza y el menor suspiro mientras sonreía un poco. 

–Se dice que aquí había una cueva y dentro de ella se detuvo a descansar un dragón, preparándose para su lecho de muerte. Él era un ser gruñón y de pocos amigos por lo que pensó que nadie le extrañaría pero se equivocó. Poco antes de que muriera, apareció un tigre para consolarlo. –en ese instante, Atsushi le miró tiernamente al otro. –El tigre era lo opuesto a él y por eso mismo se la vivían peleando pero al final, fue quien se quedó a su lado. 

–El tigre no podía vivir sin su dragón, ¿o me equivoco? 

–Así es. Aún después de que el dragón muriera, el tigre se mantuvo a su lado hasta que decidió seguirlo en el otro mundo. –señaló la estatua. –se decía que en las noches de luna llena el espíritu de ambos se podía ver en la cueva, estaban profundamente dormidos, uno sobre otro. 

–Los habitantes temieron de que sus espíritus despertaran y sellaron la cueva. A cambio de hacerlo, constuyeron este pequeño altar. –aseguró el azabache mientras veía con detenimiento la estatua, recordando poco a poco su vida pasada.

–Así es, pero ya no era necesario. Hace tiempo que ambos espíritus reencarnaron. 

Akutagawa asintió mientras cerraba los ojos. –"No puedo existir sin ti, Ryū." Eso fue lo que dijiste aquella vez. 

–Y tú dijiste que te arrepentías de algunas cosas. ¿Ahora me las dirás? –preguntó Atsushi, atreviéndose a buscar la mano del otro y entrelazarla.

La respuesta nunca llegó a escucharla sin embargo, la comprendió en el momento en el que los pálidos labios de Akutagawa se unieron con los suyos, haciendo que por su cuerpo un hormigueo le invadiera por completo. El beso fue corto, rápido pero a través de él pudo entender que sus sentimientos eran correspondidos y que el dragón, al igual que él, anhelaba el tenerlo a su lado de esa manera. "

–Creo que finalmente podré vivir sin arrepentimientos, ¿huh? 

–Sí. 

Eterna dualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora