no me arrepiento

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Camino con una tranquilidad inigualable por el infierno que se daba a su paso, de vez en cuando se paraba tan solo para escuchar los agonizantes gritos de los aldeanos y shinobis, como de extranjeros y sus familias. Todos debían sufrir, todos debían saber su dolor...

Camino un poco mas, y sus pies pararon su movimiento al ver una tierna escena a su parecer, un castaño de cabellera un tanto larga y picuda algo también pasado de peso he de destacar, estaba bajo varios escombros. A sus pies estaba una rubia que parecía llorar su estado.

–¡Choji, no por favor tu no!– Su llanto se intensifico al ver como el ultimo respiro de su amado se fue en un ligero

"te amo"

Al escuchar tales palabras un sentimiento de envidia nació y creció en su interior con una rapidez enorme. El nunca recibió amor ¿Por que alguien mas ajeno a el debería?

Sus pasos fueron lentos y calculadores, y con una gran agilidad se desplazo al lado de la rubia sin ser notado. Miro su rubio cabello taparle la mitad de su rostro, como las lagrimas caían como cascadas por sus párpados que se encontraban fuertemente cerrados. Hasta que estos se abrieron.

Uno era un azul pálido y gélido, mientras el otro un azul profundo, como si uno se perdiera en el mismo cielo de una tarde de verano, reconecería ese azul fuera a donde fuera.

Con una furia para nada contenida tomo con violencia a la chica por los brazos, haciendo que la chica que se encontraba asustada, le viera.

–Que lindo ojo– Halagó el de ojos bicolor. –De casualidad ¿Eres del clan Yamanaka?– Susurro levantando una de sus finas cejas mientras la otra se mantenía abajo, al concluir que la chica no contestaría, decidió continuar. –Estoy en busca de la heredera al clan Yamanaka, mi misión es sacarla de este infierno y salvarle– Dijo con fingida preocupación. En ese momento la rubia se digno a hablar.

–¡Soy la hija de Inoichi Yamanaka, matriarca del clan y futura heredera!– Grito a todo pulmón.

Una sonrisa se vio en el rostro del azabache, y sin dejar a que la chica reaccionara la tiro al suelo boca abajo. Con poca delicadeza se dejo caer en su espalda baja, separando sus rodillas y tomando con mas energías y propósitos el kunai que tenia en mano.

–¿Que haces?– Pregunto en un grito la rubia, totalmente aterrada.

–Regla uno de la vida, no creas en extraños, regla numero dos...  no toques lo de otros–

Y sin mas palabras se escucho un desgarrador grito por parte de la Yamanaka. En poco tiempo su globo ocular ya se encontraba las manos ensangrentadas de su original perteneciente.

–Vaya que es difícil hacer esto– Susurro mientras metía el globo ocular en un pequeño saquito de piel, el cual cerro y metió en su pequeña bolsa de equipamientos shinobi.

El de cabello azabache comenzó a limpiar sus manos en su oscuro pantalón mientras se encaminaba a cierta dirección y silbaba una melodía.

Para no hacer el tiempo irse tan rápido dio enormes saltos entre los escombros y cadáveres.

Sus pies tocaron el húmedo suelo, había caído exactamente en la zona correcta.

–Naruto, ¡Tch!– Se quejo el enorme zorro al mirar a su contenedor, y al quejarse al sentir como las cadenas doradas le limitaban en todo.

En ese momento el azabache esbozo una sonrisa burlesca, mirando directamente a los ojos carmesí del de nueve colas. Se rió al ver como este fruncía el ceño al entender su burla y el mismo le levanto el dedo de en medio mientras decía en un grito

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