Los gritos de todas aquellas personas retumbaban en el ambiente, seguidos por los estruendos de las explosiones que derrumbaban los edificios uno a uno. El eco de los disparos resonaba en la cabeza de Kyle, el cual estaba paralizado ante aquella escena, no podía hacer nada, era imposible detener al Imperio Negro una vez hubo empezado la masacre.
El paisaje se vió eclipsado por una de las grandes naves de asalto que cubrió la zona y, al cabo de unos instantes, la artillería descargó contra la ciudad. Los ojos de Kyle mostraban la desesperación más extrema que el chico podía tener.
-Parad esto... P-Por favor -las lágrimas cayeron por sus mejillas-, n-no merecen esto... No es su culpa... Por favor...
Pero la masacre no cesaba, la gente caía muerta ante los certeros disparos de los soldados Imperiales o ante las poderosas explosiones.
-Detened esto ya... Los estáis matando a todos... -apretó los puños con rabia- ¡Parad ya!
-Nada de esto habría pasado si hubieses aceptado mi propuesta, joven.
El General Supremo del Imperio, el hombre considerado como el más fuerte de todo el universo conocido, Nigai, un hombre serio, calmado y despiadado, se acercó con paso firme y sereno a Kyle, sin mostrar una mínima pizca de arrepentimiento por sus actos.
-Todo podría haber acabado sin perder ninguna vida, pero decidiste optar por la otra vía, eres un completo egoísta... -el General esbozó una malévola sonrisa- Y también débil, muy débil, al igual que tus padres.
Kyle giró la cabeza hacia su derecha, solamente para ver los cuerpos de sus padres, asesinados por el mismo hombre que estaba detrás de él en ese mismo momento.
-N-no... No te lo...-apretó sus puños con furia, hasta el punto que le empezaron a sangrar; su corazón empezó a latir a un ritmo desenfrenado, su sangre bullía de la rabia. De su ojo derecho comenzaron a salir llamas- ¡NO TE LO PERDONARÉ!
Se abalanzó sobre el General, pensando que podría asestarle un golpe directo, sin que se lo esperase, pero no fue así, pues cuando estaba a unos pocos centímetros de su puño, la silueta del general se disipó, como si fuese un espejismo. Kyle sabía la estupidez que estaba cometiendo al intentar pelear contra el conocido como el más fuerte del Imperio Negro, alguien capaz de borrar ciudades del mapa con sus propias manos, incluso continentes, pero eso no le importaba; si moría, lo haría peleando.
Los ojos de Kyle se movieron de un lado a otro, buscando la figura de su oponente, sin resultado. Pero no se percató de que estaba detrás de él hasta que recibió una fuerte patada en la espalda que lo catapultó unos metros hacia delante, dejándolo completamente abatido, sin fuerzas para levantarse siquiera. Lo único que pudo hacer era luchar por mantenerse consciente y ver como su oponente se acercaba hacia él, ajustando las mangas de su uniforme con una expresión seria. Nigai se agachó encima del chico, colocando uno de sus pies sobre su pecho. Se quitó las gafas y lo miró a los ojos.
-¿Ves? Eres muy débil, no controlas siquiera tus poderes, te dejas llevar por tus emociones... ¿Y quieres vencerme así? -soltó una leve risita- ¿Sabes? Me das lástima, no eres capaz de proteger a nadie y aún así quieres ser un... ¿Héroe? -se levantó y volvió a ponerse las gafas- He perdido las ganas de matarte, no me satisfacería, aunque seguramente estés muerto dentro de un rato.
Kyle no era capaz de emitir siquiera un llanto, aunque sus lágrimas si que brotaron de sus ojos apagados. Apretó su puño con la poca fuerza que le quedaba y se quedó mirando al cielo, cubierto por humo, fuego y una nave que se iba alejando poco a poco de lo que quedaba de ciudad. Entre todo eso pudo distinguir una luna borrosa, solitaria y brillante que lo observaba a él también, parada en medio de ese manto negro e infinito al que llaman cosmos.
-Yo... -intentó decir entre llantos- Quiero... ¡QUIERO SER MÁS FUERTE!
Seguidamente sus llantos cubrieron el silencio que había devorado lo que antes había sido una humilde ciudad al oeste de los Estados Unidos, pero ahora en ese lugar solo se hallaban las cenizas de los edificios y de las personas masacradas por los mismos que juraron protegerlos en tiempos de caos. Los ojos de Kyle se cerraron lentamente hasta que cayó rendido, aún con lágrimas en los ojos. Su mano izquierda dejó caer un colgante de plata que se abrió al golpearse con el suelo, mostrando una fotografía en su interior con los Padres de Kyle y éste hace unos años, cuando aún era un niño alegre y alborotado.
-Pajarito... Ven conmigo...-La voz de su madre resonaba en el vacío- Estoy aquí, con tu padre, ven con nosotros.
No había nada a su alrededor, solo vacío. Kyle miraba desesperado hacia todas partes, intentando seguir la voz desesperadamente.
-¡MAMÁ! -comenzó a correr hacia la nada- ¡MAMÁ!¡¿ DONDE ESTÁS?!
-Estoy aquí, pajarito, ven conmigo.
-¡¿Dónde?!
Se dió la vuelta y ahí estaban sus padres, de pie, justo delante de él, su madre iba con su habitual jersey negro de cuello alto, unos vaqueros claros y con su pelo rubio de puntas naranjas recogido en un moño. Su padre vestía una camisa azul marino con aquella pequeña y característica mancha de pasta de dientes en la manga izquierda, unos pantalones beige ajustados y su pelo naranja revuelto, en conjunto con su barba de una semana. Los dos sonreían y le tendían la mano, invitándo a su hijo a ir con ellos. Kyle extendió las manos, contento por poder ver a sus padres de nuevo, pero cuando estaba a punto de tocarles, los dos se deshicieron en ceniza. A su alrededor comenzaron a aparecer siluetas, cientos, miles.
-¡Tú nos dejaste morir!
-¡Perdí a toda mi familia por tu culpa!
-¡No te importa nada la vida de otros!
Kyle comenzó a sentirse muy angustiado, todas aquellas siluetas eran todos los habitantes de la ciudad, todos los que habían sido asesinados aquella noche.
-Yo... Yo no...-comenzó a llorar mientras las siluetas se le acercaban, ansiosas de venganza.
-¡Asesino!
-¡Egoísta!
-¡Debiste morir tú también!
Las siluetas se acercaron al chico, aunque éste luchaba por apartarlas, pero la multitud lo engulló violentamente, arrastrándolo hacia el vacío. Kyle intentó resistirse, pero era imposible.
-¡SOLTADME, SOLTADME!-intentó forcejear tan fuerte como pudo. SOLTA...
Sus ojos se abrieron, se encontraba tumbado en una cama, su corazón latía muy rápido y su cuerpo estaba cubierto en sudor. Se incorporó, tenía vendas por todo el cuerpo; había ropa limpia en una mesa delante de él, junto con una botella de agua y un cuenco con algo en su interior que olía delicioso, sus tripas rugieron. Trató de levantarse, pero le dolía bastante el cuerpo. "Solo fue una patada y estoy así, soy demasiado débil, no voy a permitirme volver a quedar así ni una sola vez más", dijo para sí mismo.
Se acercó a la mesa despacio y observó detenidamente la comida, "¿Debería fiarme de comer esto? Ni siquiera sé dónde estoy ni quién me ha traído aquí", cogió el cuenco, dentro había un líquido anaranjado. Se lo acercó a los labios y dió un sorbo; la sopa le hizo olvidar el dolor por un instante. Dejándose llevar por el hambre, devoró el plato sin dejar ni una sola gota.
Acto seguido se acercó a la ropa de la mesa, toda parecía de su talla, ¿quién le había traído todo eso? No podía ser del Imperio, tampoco conocía a mucha gente fuera de su ciudad, pero pronto lo averiguaría. Se vistió sin prisa; la ropa le quedaba como un guante, y tampoco le disgustaba mucho el diseño de las prendas. Una camiseta gris con una chaqueta negra, unas bermudas negras y unas deportivas blancas y azules, algo informal y práctico a la vez. Kyle vió que la persona que le trajo allí le había dejado su colgante plateado encima de la mesa, al lado de la ropa. Lo cogió y se lo ató al cuello. Respiró hondo y se acercó a la puerta, preparado para encontrarse con quien le había traído a aquel lugar.
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La llama de la Venganza (復讐の炎)
AdventureEn un futuro lejano, el Imperio Negro, el cual controla toda la galaxia conocida, creó un programa para mejorar genéticamente a sus soldados y otorgarles poderes sobrehumanos. Estos nuevos seres se fueron expandiendo y crearon nuevas generaciones de...